lunes, abril 03, 2006

Memoria

Un día cualquiera sentirás el asalto de la memoria. Es como si de súbito una lanza de penetrara alguna parte del cerebro. Al paso de su punta filosa múltiples imágenes fluirán cual lava de un cráter y se escurrirán sobre ti a su propio arbitrio. No hallarás orden ni cómodos paisajes. Cosa de irse a sentar al Pedregal de San Ángel para comprender lo que te quiero decir.

A veces, de tanta lava, el panorama es similar a la devastación. Si llegas a sobrevivir a ese embate “natural” ya lo lograste todo. Sí, porque tras el sentimiento de agonía y angustia, sucede la calma necesaria para reorganizar lo que la memoria arroja: volver a ver, ordenar, interpretar, reedificar.

Si tienes fortuna, lograrás sobrevivir los ataques de tu memoria.

Eso me sucede. Tomo estos fragmentos de ti para colocarlos en el pedestal de la esquina de un museo destinado a desaparecer. Te miro y creo que eres una bella estatua, tan pétrea y congelada en el tiempo, que te hace honor y justicia.

Me retiro, dejando que a mis espaldas el aire disuelva aquel museo efímero nacido de un ataque fulminante de memoria.