jueves, abril 27, 2006

Verse bien

Hoy he escuchado a la diputada Barrales hablar sobre su incursión fotográfica en una revista para hombres. Intenta, sólo eso: intenta, convencer a Ciro Gómez Lyeva, por lo demás su admirador, que todavía hay machos que no asocian inteligencia con “verse bien”. Sonrío. Inmediatamente después, muy a su pesar, y eso que se dice política, afirma: es un modo de llegar a gente a la que los políticos y las políticas no llegamos. Ese es el problema pienso yo: no es la inteligencia la que llega, sino el “verse bien”. Me gusta esta izquierda de pacotilla que en su propia defensa ofrece su propia condena.

miércoles, abril 12, 2006

Evangelio

Se levantó, y mientras su dedo señalaba hacia el infinito, dijo:

–La luna está hecha de palabras, y éstas, las palabras, son únicamente sueños sonoros. Sí. Porque del corazón surgen los sueños teñidos de su propio tañir. Y es ese ritmo el que sube a la boca para salir hecho palabra.

Ella, que miraba la luna, fijó su mirada en sus ojos. Creyó entenderlo pero el vértigo que la invadió le hizo comprender que no sabía de qué hablaba. Mas no importaba: el furioso latido de su corazón le dijo que no importaba.

lunes, abril 03, 2006

Memoria

Un día cualquiera sentirás el asalto de la memoria. Es como si de súbito una lanza de penetrara alguna parte del cerebro. Al paso de su punta filosa múltiples imágenes fluirán cual lava de un cráter y se escurrirán sobre ti a su propio arbitrio. No hallarás orden ni cómodos paisajes. Cosa de irse a sentar al Pedregal de San Ángel para comprender lo que te quiero decir.

A veces, de tanta lava, el panorama es similar a la devastación. Si llegas a sobrevivir a ese embate “natural” ya lo lograste todo. Sí, porque tras el sentimiento de agonía y angustia, sucede la calma necesaria para reorganizar lo que la memoria arroja: volver a ver, ordenar, interpretar, reedificar.

Si tienes fortuna, lograrás sobrevivir los ataques de tu memoria.

Eso me sucede. Tomo estos fragmentos de ti para colocarlos en el pedestal de la esquina de un museo destinado a desaparecer. Te miro y creo que eres una bella estatua, tan pétrea y congelada en el tiempo, que te hace honor y justicia.

Me retiro, dejando que a mis espaldas el aire disuelva aquel museo efímero nacido de un ataque fulminante de memoria.

Letras Vagabundas (1)

La talla histórica de lo que le es propio a la izquierda*
Isaac García Venegas


Existe un acuerdo generalizado sobre la condición inconclusa de la transición democrática en México. Las inercias parecen corroer las bases y fundamentos de un aceptable y deseable sistema democrático. Corrupción, impunidad, injusticia, como lo demostraron con particular claridad los casos de las periodistas Lydia Cacho y Olga Wornat, están a la orden del día. Todo indica que aún falta camino por andar para que la democracia siente sus reales en nuestro país.
Pero también hay cambios. Las elecciones presidenciales son hoy pretexto para la publicación de libros que apuntalan o denuestan a candidatos presidenciales. Ya es corriente hallar en las librerías biografías autorizadas y no tan autorizadas de los aspirantes a la silla presidencial, análisis puntillosos de sus propuestas o análisis prospectivos que avizoran cierto tipo de tendencias y futuros en el país. Por triviales y políticamente convenientes que sean, el lanzamiento editorial –con todo el marketing que ello implica– de este tipo de publicaciones se debe precisamente a esa transición democrática. Hace décadas, este hecho era imposible.
Los “retratos momentáneos de la realidad” que son las encuestas, ofrecen el blanco necesario para diatribas, elogios y uno que otro análisis serio. Baste con considerar, a título de ejemplo, los libros de Federico Arreola, 2006: la lucha de la gente contra el poder del dinero (Aguilar); Alejandra Lajous, AMLO: entre la atracción y el temor: una crónica del 2003 al 2005 (Océano); los de Jaime Sánchez Sussarrey, La victoria (Planeta) y Un proyecto irresponsable de nación: la verdad detrás del programa de gobierno de López Obrador (Diana); el de Alejandro Trelles, AMLO: historia política y personal del candidato a la presidencia por el PRD (De Bolsillo), y el de Héctor Zagal, AMLO: historia política y personal del jefe de gobierno del DF (Plaza & Janés).
Entre estas y otras publicaciones con la misma temática, destaca el libro de Guillermo Zamora: 2006. El año de la izquierda en México (Colibrí). Es de agradecerse la intención del autor al compilar una serie de entrevistas con destacados politólogos, antropólogos, escritores, líderes sociales, científicos, cineastas, y periodistas, sobre la pertinencia de un gobierno de izquierda en México. Más allá de su inserción en una estrategia electoral, el libro resulta significativo porque muestra los caminos por los que el pensamiento crítico está visualizando a la izquierda en el proceso electoral que estamos viviendo.
No deja de ser extraño percatarse de que la pregunta inicial que da origen al libro –¿Es necesario un gobierno de izquierda en México?– sea inadecuada. Los entrevistados –Lorenzo Meyer, Roger Bartra, Juan Villoro, Enrique Maza, John Saxe Fernández, Víctor Hugo Rascón Banda, Othón Salazar Ramírez, René Drucker Colín, Florence Tousssaint, Óscar Menéndez, Julieta Fierro, Carlos Martínez Assad, Rafael Jacobo, Octavio Rodríguez Araujo– coinciden en la puntual descripción de una realidad nacional que ya presenta visos de ser insostenible: desigualdad lacerante, entreguismo total a la economía de mercado comandada y controlada por eu, falta de apoyo a la ciencia, la tecnología, la educación, la cultura y las artes, abandono del campo, en suma, la desarticulación total de lo que queda del país. El diagnóstico, por lo demás correcto, no significa conceder la “necesidad” de un gobierno de izquierda.

Ciertamente la izquierda electoral es depositaria de esperanzas fundadas sobre su posibilidad de “moderar” la delicada situación que vivimos. Sin embargo, al contrario de lo que sucede cuando los entrevistados se refieren al neoliberalismo y globalización, el intento por definir lo que es propio de la izquierda –elemento articulador y subyacente de “necesidad” de un gobierno de izquierda en México– no resulta tan concluyente ni claro. Quizá el que mejor lo expresa, probablemente muy a su pesar, sea Lorenzo Meyer: “A pesar de que algunos duden de que Andrés Manuel López Obrador sea de izquierda, es la izquierda que tenemos y no vamos a conseguir otra. […] existe una actitud de llevar adelante toda una política que haga menos brutal la vida cotidiana de las mayorías”.

Esta “nivelación social” –legítima, correcta y adecuada–, se revela como la aspiración más sentida de los entrevistados. En ella no parecen quedar restos de aquella otra aspiración más antigua y lejana de la izquierda: “la transformación de ese status quo” –Enrique Maza dixit–. Por eso, la pregunta que lanza Carlos Martínez Assad es pertinente: “Pero ¿puede considerársele de izquierda [a Andrés Manuel López Obrador] si atendemos a los rasgos de su definición que lo coloca luchando por las opciones republicanas y democráticas, aun cuando los comparte con naciones incluso conservadoras?”.

Al parecer, en la actual coyuntura de México, la izquierda se está pensando a sí misma a partir de lo que banalmente podría llamarse una “posición decimal”: estar más a la izquierda de la derecha pero no del lado contrario del punto decimal, lugar en el que los números se convierten en enteros. La lectura del libro de Guillermo Zamora provoca un sentimiento de añoranza: la posibilidad de construir un mundo mejor que no se articule en torno a la acumulación del capital. En otras palabras: que su ambición sea desterrar lo brutal de la vida cotidiana y no solamente hacerla menos brutal. No cómo vivir dentro del capitalismo sin morirse en el intento, lo cual se ha hecho de una u otra forma desde hace cinco siglos, sino cómo construir una real alternativa al capitalismo.

Por eso, algunas respuestas de los entrevistados que aluden a la necesidad de construirla desde abajo con una nueva red de vínculos culturales y morales alivian en cierta medida esa añoranza. Lo que no resulta tan claro como se quisiera es que este proceso sea el que hoy se vive como una “necesidad” de triunfo en las próximas elecciones ni que el blanco de loas y ataques mediáticos sin fin lo represente cabalmente, por más que goce con un evidente apoyo popular. Nos queda, eso sí, compartir la aspiración que Othón Salazar expresa con respecto al gobernador del estado de Guerrero: ojalá haya “talla histórica” en el ejercicio en el poder. Y ojalá que la izquierda recupere y reconstruya lo que le es propio.
*Texto que aparece en Al pie de la letra. Suplemento de libros de Milenio Diario. Abril 2006