lunes, enero 25, 2021

Arqueología de uno mismo.

Tirar una gran parte de tu propio pasado materializado en revistas, libros, artículos impresos, escritos, cartas, cuadernos, termina por convertirse en arqueología de uno mismo. Sólo un esfuerzo desmesurado, una miopía atroz, y una selección despiadada puede encontrar en ese cúmulo objetivo de tiempo patrones, tendencias, lógicas. Lo que ella evidencia es el gran desmadre que uno ha sido, los callejones sin salida, las tentativas frustradas, las aspiraciones que en veremos se quedaron, la profunda reducción de mares a corrientes de riachuelos que seguimos no tanto por resignación sino por amenaza de sequía. Quizá lo más consistente es el polvo: capa fina que casi todo lo cubre. Su ausencia revela lo que muy inmediatamente nos interesa; lo demás es el fardo inconcluso que nos constituye. Por eso aquella máxima de conócete a ti mismo es tan complicada, dolorosa y aterradora: uno descubre que es menos, mucho menos, de lo que pudo y decidió ser, y que en la trayectoria propia hay menos consistencia y coherencia de lo que uno supone. Mundos truncos, posibilidades latentes que cada paso parece ir borrando.