En una “sala de juntas” con escaso y decadente mobiliario, están una mujer mayor, un hombre maduro, una mujer y un hombre, sentados en sillas algo desvencijadas. Es medio día. El sol entra por amplias ventanas con vidrios forrados con vinilo blanco. El espacio se ilumina con una luz difusa, relativamente agradable.
La mujer mayor, de cabello canoso, algo alborotado, con chamarra roja, bastón, y una tradicional “bolsa para mandado” adornada con la figura de una hoja de marihuana, destaca sobre el resto. Es Victoria Novelo, que tranquila y con algo de sorna pregunta a los jóvenes: ¿nos quieren enseñar, a él y a mí, a hacer documentales? El desconcierto se apodera de los interpelados, funcionarios de una institución académica. Ninguno de ellos ubica el motivo del cuestionamiento. No les pasa por la cabeza relacionarlo con una actitud que bien puede ser el resultado de una consigna política asumida como propia, de un implícito desdén hacia la vejez o bien del aire que asumen les otorga la supuesta superioridad tecnológica en la que viven. En ese momento, en el rostro de Novelo hay una tierna, dulce y a la vez letal sonrisa, interrumpida solamente por el breve paso de una de sus manos de dedos largos y bellos frente a su rostro, como si estuviese espantando un molesto mosco zumbón.
Poco después, ella y el hombre maduro recorren un pasillo largo, no muy amplio, en cuyos costados, además de tablaroca blanca, hay puertas de color madera y amplias ventanas que dejan ver estrechos y vacíos salones de clase. Ella camina despacio, con su mano derecha apoyada en su bastón y la izquierda enlazada al brazo derecho de su acompañante. De no ser por su andar un tanto desequilibrado como consecuencia de un malestar en las rodillas que operaciones diversas no han conseguido corregir, con algo de esfuerzo podría imaginárseles como bohemios disfrutando de un bello paisaje inexistente. Se oye entonces su voz haciendo una pregunta retórica: ¿Pero qué pensarán este par de jóvenes?
Antes, mucho antes de aquel modo de andar, Victoria Novelo es conocida por sus colegas, alumnos y lectores. Tiene ya una vida intelectual fecunda. Además de pertenecer a la generación del “año axial” mexicano (Octavio Paz dixit), ya ha abierto caminos relevantes en la antropología mexicana, especialmente hacia el mundo del trabajo y hacia las artesanías. Ahora, en vísperas del nuevo milenio, se perfila hacia la querencia que le viene de sus años mozos, que tiene el aura del padre, el aroma del disfrute y el puño de la rebelión: el cine.
Se aproxima a ésta como sabe hacerlo: con entusiasmo, pero sobre todo, preguntando. Hasta el fin de sus días, elogiará la pregunta y a lo que conduce si es genuina: la investigación. Piensa ilustradamente: la ignorancia es una culpable incapacidad. De aquí que la pregunta formulada en el pasillo sea retórica: sabe que lo que aquel par de jóvenes tienen es ignorancia y que carecen del remedio para subsanarla: la pregunta y la investigación. La culpable incapacidades es más propia de la época y del contexto que de las personas: para ellos no se trata de una elección sino de una situación.
Por la misma razón, entre otras cosas, ella combate también la ignorancia generalizada con respecto al cine y la antropología mexicanos. Siguiendo los pasos del historiador Aurelio de los Reyes, del pintor, escritor e historiador Gabriel Ramírez Aznar, de la comunicóloga Nadiezhda Palestina Camacho, y de otros tantos autores e investigadores mexicanos no tan conocidos, se percata que en México, particularmente en Yucatán, hay antecedentes tan relevantes como los europeos o norteamericanos en relación con la fotografia, el cine y la antropología, mismos que pasan inadvertidos o no son lo suficientemente valorados entre quienes llegan a estas tierras como descubridores de “novedosas” relaciones entre la imagen fija y en movimiento con la antropología.[2] Lo de ella no es chauvinismo, sino acre crítica a la ignorancia.
Una tarde de un día de finales del año 2000 o principios del 2001 ella está sentada en un escritorio no muy amplio, iluminada por una lámpara de luz circular, escribiendo a mano en su libreta de taquigrafía lo siguiente: “El 'nuevo' término[de antropología visual] puede encuadrarse en la típica búsqueda de tres pies al gato (muy propia de los intelectuales de los países altamente industrializados y superespecializados) cuando los contenidos del nuevo concepto están ya implicados y contenidos en conceptos anteriores y más abarcadores como el cine documental, etnográfico o antropológico, según sea su énfasis, estilo, formato y destinatario”.[3] Eso: la superespecialización suele ser un modo aceptable de ignorancia, afianzada y reproducida en lo que ella llama capillas y otros refieren como mafias académicas. [4]
Victoria Novelo y su acompañante aún recorren el pasillo. Quisieran hacerlo más largo de lo que es para seguir conversando. Metafóricamente, se dirigen hacia un final conocido, pero también, y por eso mismo, lo que queda son las huellas de su andar. Las que nos interesan son las de ella participando marginalmente en el montaje de El grito, la legendaria película sobre el 68 mexicano. Es cuando se inmiscuye en los intestinos de la producción cinematográfica. Así, da inicio su vinculación al cine desde sus entrañas. Ha tenido contacto con la investigación para la elaboración de guiones, pero en aquella experiencia lo que está en el centro son la rebelión y la justicia, necesitadas de ser difundidas urgentemente. Tal vez desde entonces florece en ella la convicción de que la difusión y la divulgación, sin ser lo mismo, son fundamentales. En lo sucesivo, se distinguirá por no compartir la miopía de gran parte de la academia con respecto a esto.
Sus huellas continúan con ella ocupada en la exposición museográfica. Aparece ahora en su horizonte la curaduría, es decir, la producción de cierta divulgación plástica y estética en la que palabras, imágenes y objetos se conjugan para comunicar algo mirable, visitable, comentable. Muy probablemente es allí en donde ella aprende la cita de multiplicidad de saberes, la colaboración estrecha con diversos especialistas, y quizá por primera vez, de manera evidente, la conciencia de un público. Indudablemente que esto ya lo traía de su experiencia musical –cantaba–, de su gusto por el cine –al que desde pequeña le llevaba su padre–, pero ahora se vuelve parte insoslayable de su experiencia académica.
Esas huellas siguen con ella observando alteros de libros embodegados. ¿Qué es un libro sin ser leído? Ni siquiera un bien, no digamos una mercancía. Como están, esos libros son un desperdicio. Siendo responsable del área de Publicaciones y de Difusión del CIESAS, su centro de trabajo, promueve la venta de bodega de libros y organiza ciclos de cine. Es así como intenta vincular esta institución con la sociedad y su entorno. Si bien nunca lo afirmará, este intento forma parte de lo que ella entiende por militancia, aunque ésta se halla gestado y desarrollado por su frecuente participación en movimientos políticos desde antes de los cruciales días de 1968.[5]
Las huellas de Novelo se vuelven más profundas con ella concibiendo y dirigiendo la serie Antropovisiones, un quehacer en el que invierte más de una década de su vida.[6] Esta serie concentra todo lo que ella es hasta entonces: duda, investigación, cine, difusión, divulgación, y refuerza lo aprendido y ejercido como la cita de saberes y especialistas para centrarse en el oficio del documental y las potencialidades de lo mirable. Pero no todo es miel sobre hojuelas. En los documentales que la conforman hay discrepancias, reconfiguraciones, redefiniciones. Las hay porque, acorde con sus palabras, “...el documentalista, en comparación con el cineasta-etnográfico, tiene claridad en que la filmación implica decisiones, selecciones y puntos de vista…”.[7] Y el punto de vista es “orientación teórica y estética” cernida por la crítica.[8]
Ya desde el segundo documental se hace cargo de las entrevistas, porque de su correcta formulación depende la profundidad y perspectiva del contenido. Interviene cada vez más en los guiones de cada uno de ellos, en su dirección y montaje. Trabaja intensamente en la fotografía. Posee un ojo educado para eso. Desde 2007 organiza encuentros a los que bautiza con el nombre de “Memoria Visual”, con el objetivo de aprender, conocer, discutir en torno, sobre y a partir de la imagen fija y en movimiento. Esto le permite realizar exitosamente el proyecto Memoria visual de Yucatán (2007-2015), un valioso archivo de más de mil imágenes y 150 filmes sobre aquella región que su institución de trabajo no supo conservar en su seno.[9]
Los debates mayores en la serie Antropovisiones están en los montajes de cada documental. Se sabe que en eso se gana o se pierde todo. Defiende tenazmente sus puntos de vista. No es obstinación: es convicción y voluntad. Las mismas que también le ayudan a obtener por aquí y por allá recursos para la serie. En este país, si el presupuesto para el cine es siempre un problema, lo es mucho más para el documental en instituciones académicas que no terminan de entender gran cosa al respecto. Pese a todo, los últimos cuatro documentales de la serie dan cuenta de cierta estabilidad en su producción y realización: Novelo hace buena mancuerna con Andrés Villa y cuenta ya con la colaboración del para entonces cada vez más sólido Laboratorio Audiovisual del CIESAS, fundado y coordinado por Ricardo Pérez Montfort.
Si de huellas se trata, la serie Antropovisiones es un itinerario de crecimiento, afianzamiento de la querencia de Novelo. Pero también es una irrupción novedosa para la producción de cine documental en México y en la antropología. Por los temas, el tratamiento, la propuesta mirable, carece de parangón. Y supone una forma de trabajo del documental que importa no pasar por alto, la que puede sintetizarse así: quien investiga debe plantearse una ruta metodológica meticulosa y crítica y tener información y familiaridad con los objetos, los eventos, los estilos y las convenciones que pretende y quiere registrar por medio de imágenes, así como con el pensamiento de aquellos a los que registra, para hacer una lectura coherente de los contenidos que terminará por realizar, en el contexto de condiciones de producción específica, para ofrecer un discurso visual selectivo, y por tanto, valorativo, de la imagen que ofrece como testimonio y documentación.[10]
La pareja alcanza el final del pasillo. La luz del día les deslumbra. Esperan a que llegue el automóvil que llevará a la Investigadora Emérita a su destino. Conversan sobre lo que trabajarán en los meses venideros: una serie de podcast –¡Al micrófono! Nuestros investigadores responden–, y Por la lente del CIESAS, una serie de pequeñísimos videos para continuar difundiendo lo que su institución hace, pero también para rescatar otra serie que institucionalmente no se difunde suficientemente: Palabra del CIESAS, producida y realizada por el Laboratorio Audiovisual del CIESAS, que para entonces ya estará a punto de desaparecer a raíz de una embestida institucional. Hablan de experimentación: extraer, reelaborar algo de esta última serie para hacer aquella otra. Parece temerario, un reto que, junto con Carlos Antaramián, decidirán asumir. El resultado convencerá a Novelo de hacer algo similar con uno de sus proyectos previos, el de Los artesanos de oficio en el centro histórico de la ciudad de México (2015), que para entonces tiene un libro en imprenta.[11] De las horas grabadas como registro para ese proyecto, hechas por Patricia Balderas, Eric Moncada y Emiliano García, comandados por Abel Rodríguez, quiere hacer un documental. Meses adelante lo detallarán. La Investigadora Emérita del CIESAS piensa que de ese modo cerrará con broche de oro lo que comenzó desde sus inicios como antropóloga. Sin embargo, su entusiasmo desfallecerá cuando su centro de trabajo le otorgue un apoyo “extraordinario” de 10 mil pesos de presupuesto para realizarlo. Decepcionada, Victoria Novelo dará por terminada su tarea de difusión, y un poco más adelante, su tarea académica: comenzará los trámites de su jubilación, que no alcanzará a concluir.
Finalmente, el automóvil llega. Victoria Novelo lo aborda con dificultad. Ambos se despiden con sonrisas y parabienes. El automóvil avanza, desaparece. El hombre maduro recuerda el título de un libro de Carlos Monsiváis sobre Salvador Novo, Lo marginal en el centro. Eso es lo que ha hecho Victoria Novelo, poner lo marginal en el centro, y a su vez, ella está en el centro de la antropología mexicana, se dice al tiempo que se echa a andar por una calle inexplicablemente solitaria.
[1] Una versión ligeramente resumida de este texto se leyó en el homenaje a Victoria Novelo que Everardo Garduño organizó en el marco del VI Congreso Mexicano de Antropología Social y Etnología el 18 de Marzo de 2021.
[2] Victoria Novelo, “Introducción. Las imágenes visuales en la investigación social” en Victoria Novelo (Coord.), Estudiando imágenes. Miradas múltiples, CIESAS (Publicaciones de la Casa Chata), México, 2011. pp. 9-25 y Victoria Novelo, “Un tema de la antropología subalterna mexicana: imágenes y antropología visual” en Victoria Novelo y Juan Luis Sariego (Coords.), Temas emergentes en la antropología de las orillas, Conaculta/Coneculta (Andando el tiempo. Biblioteca Chiapas, 18), Chiapas, México, 2014, pp. 15-19.
[3] Victoria Novelo, “Video documental en antropología” en Desacatos. Revista de Antropología Social. Lo visual en antropología, Invierno de 2001, número 8, p. 60
[4] Véase el documental Palabra del CIESAS. Victoria Novelo, CIESAS, México, 2013, min 26:27 y ss.
[5] Alberto Híjar y Andrés Fábregas han dado cuenta de esta militancia. Véanse sus intervenciones en el homenaje que se le hizo a Victoria Novelo el 18 de Marzo de 2021 en el marco del VI Congreso Mexicano de Antropología Social y Etnología. https://www.youtube.com/watch?v=mt0Di1bVcsw&t=7s
[6] Para una mirada general sobre esta serie, véase Isaac García Venegas “La serie Antropovisiones. Una querencia entre cine y antropología”, en Ojarasca. Suplemento mensual de La Jornada, Julio de 2015, Número 219. https://www.jornada.com.mx/2015/07/11/oja-cine.html
[7] Victoria Novelo, “Video documental en antropología” en Desacatos. Revista de Antropología Social. Lo visual en antropología, Invierno de 2001, número 8, p. 55
[8] Victoria Novelo, “Video documental en antropología” en Desacatos. Revista de Antropología Social. Lo visual en antropología, Invierno de 2001, número 8, p. 59
[9] El acervo de esta memoria es de mil 205 fotografías y 162 filmes que se encuentran en el Fondo Audiovisual de la Biblioteca Yucatanense desde 2016. http://reporteyucatan.mx/d/11827/coleccion-audiovisual-se-suma-al-patrimonio-de-yucatan
[10] Esta idea es una reelaboración de afirmaciones que Victoria Novelo hizo sobre su trabajo, en particular en la serie Antropovisiones. Véase: Victoria Novelo, “Introducción. Las imágenes visuales en la investigación social” en Victoria Novelo (Coord.), Estudiando imágenes. Miradas múltiples, CIESAS (Publicaciones de la Casa Chata), México, 2011. p. 19 y Victoria Novelo, “Un tema de la antropología subalterna mexicana: imágenes y antropología visual” en Victoria Novelo y Juan Luis Sariego (Coords.), Temas emergentes en la antropología de las orillas, Conaculta/Coneculta (Andando el tiempo. Biblioteca Chiapas, 18), Chiapas, México, 2014, pp. 26-28.
[11] Victoria Novelo, Amparo Rincón, Abel Rodríguez, Artesanos de oficios en el Centro Histórico de la Ciudad de México, Secretaria de Cultura, Dirección General de Culturas Populares, México, 2018.