Hay preguntas incomprensibles. Las fotografías que han aparecido en una red social promoviendo al actual secretario de Desarrollo Social del Gobierno del Distrito Federal para jefe de Gobierno provocan un alud de ese tipo de preguntas. He recibido varios correos electrónicos preguntándome si “es el mejor candidato” para gobernar al Distrito Federal. No tengo respuesta. Ignoro si él o cualquier otro lo puede ser. Sé que hay varios que quisieran ser candidatos y sé también que es preciso valorarlos considerando algunas variables. Pero de allí a considerar a cualquiera de ellos como “el mejor candidato” hay una distancia insalvable.
Como no pretendo responder cada correo que me llega preguntándome lo mismo, lo hago aquí.
Los candidatos de cualquier partido se definen por al menos dos variables generales: una externa, el contexto político en general, y otra interna, la partidaria. Ambas variables, aunque complmenetarias, son bastante distintas. El candidato que surge como abanderado para un puesto político cualquiera de elección popular no es “el mejor”, sino el que por diversas razones logra colocarse en el cruce de ambas variables.
Hasta el día de hoy la contienda electoral de 2012 se centra en el retorno del PRI a la presidencia de la República. Ya hasta Vicente Fox la hizo de agorero. La discusión de la posible alianza entre el PAN y el PRD, sea con candidato del sol azteca, como propone Cárdenas, o bien con candidato ciudadano (De la Fuente o Woldemberg), según declaró algún senador panista, vuelve evidente la sensación de derrota que existe en ambos institutos políticos con respecto a la elección del poder ejecutivo en 2012.
Esta sensación revela una situación particularmente difícil en el PRD. Una parte de sus fuerzas está presionando en favor de una alianza con el PAN, sea encabezada por Ebrard o por un candidato ciudadano. Otra por el contrario propone una alianza de otro tipo y con otro espectro político. Sea como fuere, hasta ahora lo evidente es que la disputa por la candidatura a la presidencia entre Ebrard y López Obrador afecta al conjunto de ese partido. Ya existen los “Demócratas de Izquierda”, por un lado, y por el otro MORENA, con el respaldo del Movimiento Nacional por la Esperanza. Las tribus y fuerzas internas, aglutinadas en uno u otro lado, toman decisiones en función de sus perspectivas en torno a quién será el candidato del sol azteca y cada una desde ya atribuye responsabilidades políticas si no se logra que la autodenominada izquierda tenga un solo candidato. Ya lo dijo el presidente del PRD: no es que tenga favorito alguno, pero si Obrador decide irse por la libre le espera, afirmó, el cesto de la basura de la historia. Fácil es imaginar la respuesta obradorista: con los “entreguistas” ni un paso.
En el PAN no padecen esta disyuntiva. Después de todo carecen de candidatos. Dicen tener muchos, que es una forma de afirmar que ninguno cuenta con una presencia lo suficientemente consolidada como para disputar seriamente la presidencia de la República con quienes postulen el PRI y el PRD.
Considerando lo anterior, los escenarios son hasta cierto punto elementales. Es posible que López Obrador, arguyendo congruencia y fuerza política propia, decida lanzarse como candidato de su movimiento, apoyado por partidos como Convergencia, del Trabajo y cierto sector del PRD, concretamente el MNE, Izquieda Democrática Nacional e Izquierda Social. Como acostumbra, con presión intentará doblegar a las otras corrientes del PRD que no le ven con buenos ojos. La unidad será el ariete que utilizará para lograrlo. Si la otra parte del PRD no cede, como parece suceder, Ebrard será el candidato del PRD. Incluso si es necesario, esta otra parte acabará por ceñirse a una alianza con el PAN si se logra que exista un candidato ciudadano, sacrificando al actual jefe de gobierno. Esta última posibilidad es remota, pues no es dable imaginar un candidato ciudadano que quiera enrolarse en semejante aventura electoral que ya tiene visos meramente testimoniales.
Ahora bien, parece cada vez más evidente que los analistas de los propios partidos políticos han llegado a la misma conclusión: son los sectores medios los que están en disputa y los que pueden inclinar la balanza en favor de uno u otro partido. Las pasadas elecciones en el Estado de México mostraron que el PAN perdió considerable fuerza dentro de los sectores que le favorecieron en el 2000 y en el 2006: los sectores medios y los jóvenes. En el PRD esas elecciones mostraron que, por un lado, quizá López Obrador no tiene tanta fuerza como afirma tener con su MORENA, y por otro, que siguen sin poder penetrar esos sectores medios y jóvenes que en esa elección favorecieron al PRI, pero sobre todo al abstencionismo. Que estos sectores son los que están en disputa se nota claramente en el tono del discurso de López Obrador y en la actitud de Ebrard.
Sin embargo, hay que reconocer que mientras el PRD tiene un voto duro dentro de los sectores populares, López Obrador cuenta con el suyo de manera individual. Esta división es peligrosa si se atiende que allí el PRI tiene así mismo una vasta presencia. En cambio, en los sectores altos y empresariales, la disputa está entre el PRI y el PAN. El PRD, con o sin Obrador, con o sin Ebrard, no ha sabido despertar interés alguno en aquellos sectores.
Es importante tener en cuenta todos estos elementos cuando se piensa en el Distrito Federal. Las decisiones que tomen Ebrard y López Obrador incidirán seriamente en la candidatura a la jefatura de gobierno de la ciudad de México.
No es ningún secreto que dentro del PRD, como dentro de cualquier otro partido, la selección de candidatos está sujeta a negociaciones internas. La mentada “correlación de fuerzas”. Tampoco es ningún secreto que el actual secretario de Desarrollo Social es una cuña obradorista dentro del gobierno que encabeza Marcelo Ebrard. Mucho menos lo es que mantiene una alianza inestable con René Bejarano ni que su actuar como titular de esa secretaría ha ampliado su espectro de alianzas populares. Aunque algunas encuestas indican que es menos conocido que la presidenta de la Comisión de Gobierno de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, no cabe duda que con ella encabeza la lista de posibles para contender por la jefatura de Gobierno por parte del PRD.
Sin embargo, su candidatura está atada a lo que suceda con respecto a la de la presidencia de la República. Si Obrador decide lanzarse como abanderado de su propio movimiento, aumentan las posibilidades del secretario de Desarrollo Social de ser candidato de “unidad” dentro del PRD. Lo cual, lejos de impulsarlo, lo colocaría en una posición endeble. Se vería obligado a cargar con la necesidad de unir lo que ya desde ahora parece dispuesto a romperse. Por el contrario, si Obrador logra imponerse dentro del PRD, la candidatura del secretario peligrará. No parece lógico que las fuerzas antiobradoristas del PRD permitan que el obradorismo se coma la torta completa. De ser así, incluso serían capaces de ejercer un voto útil en contra del abanderado perredista en la ciudad.
Dependiendo de esta aritmética es como procederán Bejarano y sus fuerzas. Hasta ahora, según puede leerse en la actitud del actual dirigente del PRD-DF, Bejarano está dispuesto a apoyar una vez más a Batres, como lo hizo en la Comisión de Gobierno de la ALDF, como lo hizo en la Cámara de Diputados y su coordinación de la fracción parlamentaria del sol azteca, como lo hizo cuando fue subsecretario de Gobierno del DF.
Lo cierto es que el Distrito Federal es el único espacio que hasta ahora se ha reivindicado perredista. Es el bastión del sol azteca. Por la naturaleza centralista de este país, es de suma importancia para este partido conservarlo; sólo así compensa su casi nula presencia en el norte del país y su derrota anunciada del 2012. La maquinaria del PRD en el DF funciona tan bien que parece ser capaz de otorgarle el triunfo a cualquier candidato. Las encuestas muestran esta realidad excepto si, por parte del PRI, se lanza a la jefatura de gobierno a Beatriz Paredes. Según lo mostraron esas mismas encuestas hace algunas semanas, el único escenario de posible derrota del PRD, incluyendo la candidatura de Batres, es precisamente con la tlaxcalteca como adversaria. Los informes recientes en las noticias y los movimientos dentro del PRI para el DF indican que hay una voluntad particular de este instituto político por “recuperar” la ciudad. De este modo, el 2012 sería para el PRI el año de la “recuperación”.
De tal suerte que el actual secretario de Desarrollo Social parece estar en el centro de las circunstancias. Él lo sabe. Los actos que realiza, sus giras de trabajo, indican claramente que construye su candidatura desde hace meses. Por un lado, busca hacerse de una fuerza popular propia, con el fin de no estar a merced de los vaivenes de su partido. Una fuerza popular propia que también le permita negociar con cierta holgura con quien aún domina el DF: René Bejarano. Pero no sólo. Se da cuenta que lo sucedido en la elección delegacional de Iztapalapa mermó seriamente el voto duro del PRD. Por eso sus “intensas” giras de trabajo en comedores populares y proyectos de mejoramiento barrial, por no hablar de becas y útiles escolares. Por otro lado, se ha preocupado también por ser aceptado en los sectores que no suelen serle favorables como los “intelectuales” (presentando su libro en universidades de la mano de viejos conocidos de cuando era estudiante universitario, e incursionando en el ámbito académico como profesor de una escuela de la UNAM) y otros sectores medios (su búsqueda incesante de jóvenes con proyectos productivos, etcétera).
Sin embargo, hasta hoy no ha dado a conocer proyecto político y de gobierno alguno. Esta ausencia vuelve difícil cualquier valoración sobre su “idodenidad” para ser jefe de gobierno. Semanas atrás juntó en un acto político a su corriente; para todo fin práctico fue la bandera verde a su candidatura (las fotos que lo promueven como candidato con la leyenda 2012 aparecieron justo después de ese evento). Lo poco que alcancé a leer al respecto no indica un proyecto, sino una declaración que por lo visto será lema de campaña: profundizar más en el sendero andado en la ciudad durante los gobiernos perredistas.
Tampoco es que el secretario tenga una personalidad que vuelva fácil la valoración sobre la “idoneidad” de su candidatura. Muchos le juzgan timorato y lo ven como alguien que suele moverse en atención a las circunstancias, lo cual no le convierte en el que traza rumbos. Su actual presencia como destacado político en la ciudad se la debe más a su defensa a ultranza de Obrador, tanto con respecto al desafuero como a los resultados electorales de 2006, que a su gestión como funcionario. Eso no lo ha cambiado ni el asunto de las quinceañeras ni los comedores populares ni su libro sobre los derechos de las familias. Por lo demás, su gestión le sirve de trampolín político pero puede también ser su debilidad. ¿Qué tanto? En los meses que vienen se verá eso.
Así pues, no creo que exista “el mejor candidato” a la jefatura de gobierno del Distrito Federal. Los destinos políticos de Batres y Barrales dependen de las decisiones cupulares en torno a la contienda presidencial de 2012. Lo que sí es relativamente seguro es que uno de los dos será candidato y muy probablemente jefe de gobierno en el próximo periodo, sea cual fuere su proyecto de gobierno si es que en algún momento logran definir alguno. Claro, todo ello si en los meses siguientes no salen videos y golpes bajos que pongan en peligro no sólo esas candidaturas sino la viabilidad misma del partido para seguir gobernando la ciudad.
En lo personal prefiero que los partidos presenten sus proyectos de gobierno. Gusto más de la valoración a partir del binomio proyecto-candidato que de la sola variable del candidato aunada a la antipatía que me despiertan partidos como el PRI y el PAN. Pero por lo visto es algo que no sucederá. Si acaso solamente veremos un conjunto de “puntos” y “compromisos” que servirán para ir dosificando los éxitos en relación a los días de gobierno.
Pero sobre todo ello, soy militante de un espectro que no está en esa dimensión de la política (“la política de los políticos” dice un filósofo). Lo mío está en otro lado. Por eso veo todo este asunto con desconfianza. Entre el arriba y el abajo, prefiero el abajo; entre la derecha y la izquierda, opto por la izquierda; cuando me hablan del centro sonrío porque únicamente encuentro inconfesados derechistas. Mis amigos lo son por amistad, no por “política”. Con Batres tengo una larga amistad, lo cual en modo alguno me obliga a verlo como “el mejor candidato para gobernar al DF”, según reza la parte central de las preguntas que me hacen.