Ave errante me dices sin saber lo certero que es tu decir. Ave errante soy: vuelo sin rumbo por donde los vientos me lleven. Y es que volar, creo, es tomar la distancia suficiente para ver el panorama, y cuando sea necesario, lanzarse en picada para lograr acercamientos o cazar el alimento preciso. Los vientos, por supuesto, no son vientos cualquiera. En mi caso son los que prometen el tormento necesario para vivir. Nada me genera más horror que la idea de un corazón entumecido, un nervio adormilado, una duda postergada. Por eso camino, erro por el mundo.
Erro; es decir: vagabundeo y cometo yerros, deambulo y no suelo darle a aquello a lo que apunto. Mis miradas erran tanto como mis pasos y mis palabras. Lo cierto es que ni el error ni el desatino han sido tan brutales como aquel frío de hierro que preludia el entierro. Será porque me aferro al vuelo. Ave errante, me dices, y pienso: no podría ser de otro modo.