Señor Vicente Fox:
Quiero extenderle una muy sincera felicitación por su preclaro proceder ante un periodista impertinente. Se lo agradezco de corazón, porque usted, cual mejor galgo, siempre va más allá de las metas que su propio actuar impone.
Durante seis años pensé que su talento demagógico, verdadero arte “chesperitiano”, era lo más acabado que usted podía ofrecer. Sin embargo, usted, como siempre, me ha pillado en mi conformismo; siempre hay que esperar más. Y es que yo pensé, mi estimado émulo masculino de la chilindrina, que usted era adicto a las cabales formas del diálogo “chespiritiano” porque hallaba en ellas una cualidad insuperable para no comprometerse seriamente con lo que le resultara inconveniente. Pero usted, ahora, me demuestra con creces que la estulticia es una de sus virtudes centrales (porque en efecto, sólo con usted un defecto puede elevarse en rigor a rango de virtud).
No crea usted, mi estimado de apellido de cadena televisiva, que me da por ofenderlo; no, lejos de mí esa intención. Al contrario, lo veo a usted como una inigualable oportunidad de estudiar un nuevo espécimen social, improductivo a todas luces, como son los gerentes; ignaro, como son los de su estatus; y fascinantemente estulto. Santo y seña, por lo visto, del nuevo animal político mexicano, en el que al parecer impera la primera parte de la fórmula sobre la segunda y, lo que es más sorprendente, gana votos.
En fin mi estimado ex, mi nunca bien ponderado y sublime “chesperitiano”, le reitero mi agradecimiento. ¿Qué infortunio de la vida nos privaría de sus extraordinarias ocurrencias?
Isaac García Venegas