En lo personal estoy fascinado: ayer los adalides de la “libertad de expresión” se confrontaron con eso que ellos llaman “partidocracia”. Una “partidocracia” con la que, por cierto, estuvieron de acuerdo hasta el día de ayer, dado que ofrecía abundantes ganancias para estos quijotillos que, como todo mundo puede constatar, hacen un uso “extraordinario” de la libertad de expresión (La participación de Paty Chapoy fue luminosa: su “temor” por no poder calificar a un gobernador de “guapo” es el tope máximo de esa capacidad crítica que tanto defiende López Dóriga).
Sin embargo, no hay mala voluntad en estos adalides de las buenas y justas causas; su aparente confusión entre “libertad de expresión” y “ganancias” es en realidad el eje central de su decir, de su pensar, de su actuar: a mayor ganancia, mayor libertad de expresión. Precisamente por eso les parece natural el monopolio de los medios de comunicación masiva, porque el valor agregado de las empresas monopólicas ofrece, según ellos, un valor agregadísimo, cercano a la sabiduría, a su libertad de expresión.
El espectáculo de ayer fue extraordinario. Al menos a la supuesta “democracia” que vivimos hay que agradecerle algo fundamental: el espectáculo sin tapujos de la lógica capitalista.