En lo personal estoy fascinado: ayer los adalides de la “libertad de expresión” se confrontaron con eso que ellos llaman “partidocracia”. Una “partidocracia” con la que, por cierto, estuvieron de acuerdo hasta el día de ayer, dado que ofrecía abundantes ganancias para estos quijotillos que, como todo mundo puede constatar, hacen un uso “extraordinario” de la libertad de expresión (La participación de Paty Chapoy fue luminosa: su “temor” por no poder calificar a un gobernador de “guapo” es el tope máximo de esa capacidad crítica que tanto defiende López Dóriga).
Sin embargo, no hay mala voluntad en estos adalides de las buenas y justas causas; su aparente confusión entre “libertad de expresión” y “ganancias” es en realidad el eje central de su decir, de su pensar, de su actuar: a mayor ganancia, mayor libertad de expresión. Precisamente por eso les parece natural el monopolio de los medios de comunicación masiva, porque el valor agregado de las empresas monopólicas ofrece, según ellos, un valor agregadísimo, cercano a la sabiduría, a su libertad de expresión.
El espectáculo de ayer fue extraordinario. Al menos a la supuesta “democracia” que vivimos hay que agradecerle algo fundamental: el espectáculo sin tapujos de la lógica capitalista.
Dice Tabucchi: los libros de viaje "poseen la virtud de ofrecer un doquier teórico y plausible a nuestro donde imprescindible y rotundo". Hay muchos tipos de viajes: los internos, los externos, los marginales. Este blog quiere llenarse de estos viajes, e invita a que otros sean también, con sus viajes, un doquier para mi donde.
miércoles, septiembre 12, 2007
martes, septiembre 11, 2007
Informe (respuesta tardía)
Partamos de un hecho concreto: lo que ha sucedido en México después de la revolución es una teatralización de un mandato constitucional. El presidente asiste al Congreso con el fin de presenciar la inauguración del periodo ordinario de sesiones del poder legislativo y, además, entregar un informe sobre el “estado que guarda la nación”. Como no hay teatralización sin libreto, se aprovecha la ocasión para ofrecer un mensaje de carácter político que lejos de “informar”, posiciona y casi siempre defiende al ejecutivo de ataques y dudas que su gestión provoca.
Ningún mensaje político de esta índole puede ser analizando pretendiendo hallar veracidad. En realidad, lo único que nos es posible hacer es “leerlo” tal cual es: una pieza, a veces magistral, de propaganda. Y la propaganda, como tal, enarbola “su verdad” sin que ello exija los criterios que supone un “informe”: la valoración de avances, retrocesos, aciertos, incertidumbres y francos equívocos. Por eso, los mensajes políticos ofrecidos con motivo del “informe” son siempre tan claridosos evidentemente en cuanto a la fantasía gubernamental, o para ser más preciso, referidos a la interpretación gubernamental de la realidad que gusta ver.
En cuanto al informe, resulta muy difícil evaluarlo para la mayoría de los ciudadanos. En primer lugar, porque nos resulta prácticamente inaccesible. En segundo, porque su lenguaje esotérico requiere un cierto grado de especialización que no es asequible para la mayoría de los mortales. En tercero, porque sus datos están inmersos en una “interpretación” propia del ejecutivo que para desmontarla requiere un largo y paciente trabajo que la ciudadanía en general no está dispuesta a hacer. Y en cuarto lugar, porque la comprobación misma de los datos duros enfrenta una serie de dificultades en tanto que son proporcionados por instituciones oficiales.
Sin embargo, el mensaje político no resulta inútil. En tanto que interpretación de la realidad parte de una serie de supuestos que sin duda resultan significativamente reveladores y que, leídos adecuadamente, iluminan precisamente aquello que el mensaje político intenta ocultar con maquillaje supuestamente fáctico.
El mensaje de FCH llama poderosamente la atención por su tono salvífico. En efecto, se trata de un decir que de manera persistente alude a un salvador que no ofrece los cielos sino que anuncia ya su cercanía. Lo interesante es que este camino de pirules y certezas está siendo desbrozado, primero, por un valeroso ejército que lucha contra el “mal” con tal de que el “pueblo” de México lo camine con la tranquilidad propia de una vida civilizada que, como lo han demostrado los cinco siglos pasados, para nada incluye pobreza ni violencia. Y después, que este camino es el escogido por un mesías real, mezcla de educación formal, inspiración católica, y compromiso moral del susodicho con dos entidades tan inasibles como el viento: Dios y la Nación.
Así pues, el mensaje político de FCH es en realidad el nuevo sermón que disfrazado de civil alude a las realidades intangibles de un reino no sólo prometido, sino muy pero muy cercano. Es el reino del muy muy cercano. Sin Shrek por supuesto.
Ningún mensaje político de esta índole puede ser analizando pretendiendo hallar veracidad. En realidad, lo único que nos es posible hacer es “leerlo” tal cual es: una pieza, a veces magistral, de propaganda. Y la propaganda, como tal, enarbola “su verdad” sin que ello exija los criterios que supone un “informe”: la valoración de avances, retrocesos, aciertos, incertidumbres y francos equívocos. Por eso, los mensajes políticos ofrecidos con motivo del “informe” son siempre tan claridosos evidentemente en cuanto a la fantasía gubernamental, o para ser más preciso, referidos a la interpretación gubernamental de la realidad que gusta ver.
En cuanto al informe, resulta muy difícil evaluarlo para la mayoría de los ciudadanos. En primer lugar, porque nos resulta prácticamente inaccesible. En segundo, porque su lenguaje esotérico requiere un cierto grado de especialización que no es asequible para la mayoría de los mortales. En tercero, porque sus datos están inmersos en una “interpretación” propia del ejecutivo que para desmontarla requiere un largo y paciente trabajo que la ciudadanía en general no está dispuesta a hacer. Y en cuarto lugar, porque la comprobación misma de los datos duros enfrenta una serie de dificultades en tanto que son proporcionados por instituciones oficiales.
Sin embargo, el mensaje político no resulta inútil. En tanto que interpretación de la realidad parte de una serie de supuestos que sin duda resultan significativamente reveladores y que, leídos adecuadamente, iluminan precisamente aquello que el mensaje político intenta ocultar con maquillaje supuestamente fáctico.
El mensaje de FCH llama poderosamente la atención por su tono salvífico. En efecto, se trata de un decir que de manera persistente alude a un salvador que no ofrece los cielos sino que anuncia ya su cercanía. Lo interesante es que este camino de pirules y certezas está siendo desbrozado, primero, por un valeroso ejército que lucha contra el “mal” con tal de que el “pueblo” de México lo camine con la tranquilidad propia de una vida civilizada que, como lo han demostrado los cinco siglos pasados, para nada incluye pobreza ni violencia. Y después, que este camino es el escogido por un mesías real, mezcla de educación formal, inspiración católica, y compromiso moral del susodicho con dos entidades tan inasibles como el viento: Dios y la Nación.
Así pues, el mensaje político de FCH es en realidad el nuevo sermón que disfrazado de civil alude a las realidades intangibles de un reino no sólo prometido, sino muy pero muy cercano. Es el reino del muy muy cercano. Sin Shrek por supuesto.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)