Respondo de manera muy concreta a las preguntas que se me hacen. Si he guardado silencio en torno al proceso electoral es porque me parece obvia cierta postura. Para quien guarda en su corazón ominosas dudas sobre mi actuar y proceder, he aquí mi posición.
En la vida de un país a veces es necesario defender a las instituciones de sus funcionarios. Nos encontramos precisamente en esta situación. Resulta fundamental defender al Instituto Federal Electoral de sus consejeros. No hay que olvidarlo: ellos son los únicos responsables de las dudas que se ciernen sobre el reciente proceso electoral. Su falta de pericia, su evidente parcialidad, sus decisiones no previstas en la ley, sus omisiones, dan lugar a dudas legítimas sobre el resultado de la elección.
En un acto de honestidad que por supuesto no conoceremos, el Consejo General del IFE debiera presentar su renuncia para salvaguardar a una institución que no fue concesión gratuita del poder, sino exigencia ciudadana. El IFE está fundado en movilizaciones ciudadanas, no pocas veces reprimidas, que siempre estuvieron de un solo lado, ciertamente no del PRI ni mucho menos de ese PAN que hoy se encuentra en el poder. Por lo tanto, nadie, ni siquiera el Consejo General del IFE, debe debilitar una institución creada para dar certeza en los procesos democráticos de nuestro país.
Yo lo tengo claro: no se trata de defender a tal o cual candidato. Es muy evidente que una parte del país (la que votó), está dividida entre dos opciones. Cualquier análisis o proceder que soslaye esta realidad será erróneo y peligroso. Pero si no se esclarecen las legítimas dudas sembradas por la actitud del Consejo General del IFE, el próximo presidente de la república carecerá de la legitimidad necesaria para gobernar un país dividido y con un amplio sector convencido de la existencia de un fraude. Precisamente por eso a todos conviene que el resultado sea indubitable.
Lo inédito de la situación que vivimos exige actitudes y decisiones así mismo inéditas. El conteo de voto por voto es la única salida que puede ofrecer legitimidad al próximo presidente de la república. Por el bien del país, por la salud de la democracia que queremos vivir, por la posibilidad que en ello hay de reconciliar a una población dividida, que se cuente voto por voto de manera pública y abierta.