Junta de Gobierno de la Universidad Nacional Autónoma de México
Presente
Estimados integrantes de la Junta de Gobierno de la UNAM:
Ustedes saben que la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM es hoy un Titanic. Las advertencias que se hicieron hace 8 y 4 años, en los procesos correspondientes de designación de la dirección de esta facultad, no fueron escuchadas. El resultado está hoy a la vista de todos: es imposible ocultar su hundimiento. De sobra está decir que lo que se ha salvado hasta ahora se debe a la comprometida obstinación y esfuerzo individual de gran parte de sus maestros, estudiantes, trabajadores. Por desgracia, no puede afirmarse lo mismo de su autoridad en turno. Difícilmente podría encontrarse en administraciones anteriores de nuestra facultad una distancia y ruptura tan evidentes como la que ahora existe entre comunidad y autoridad.
Por lo anterior, la designación del próximo director de nuestra facultad es tan decisiva. En ella se juega el rescate o hundimiento definitivo de la que fue la madre de nuestra universidad. Por ello mismo no puede ignorarse que con esta designación también se juega el destino de nuestra máxima casa de estudios: se dispara a sí misma en el pie, con todas sus implicaciones, o bien se rescata y fortalece uno de sus impulsos vitales para que ella, la UNAM, camine segura y exitosa en medio del doloroso paisaje en que se encuentra sumido nuestro país. Hay que decirlo con franqueza: sin las humanidades simplemente no hay humanidad que valga ni país que pueda llamarse tal.
La situación de la Facultad de Filosofía y Letras requiere que el próximo director tenga tres cualidades fundamentales para acometer el reto de salvar y repensar el barco hundido: inteligencia, capacidad de convocatoria y consenso. Inteligencia para encontrar la mejor manera de detener su hundimiento. Capacidad de convocatoria para que sus profesores, estudiantes y trabajadores se involucren en la ardua tarea de salvamento que ella demanda. Consenso en cuanto a los mecanismos y contenidos de repensarla para que, trasformada, cumpla cabalmente el papel que le es propio: el de ser el lugar privilegiado de un tipo específico de reflexión sobre lo humano y su entorno en beneficio de eso que llamamos humanidad.
Inteligencia, no cabe duda, la hay en los tres candidatos que actualmente contienden por la dirección de esta facultad. La capacidad de convocatoria y consenso reales, solamente en uno de ellos. Estas cualidades, estimados integrantes de la Junta de Gobierno, solamente se conjugan, en la dimensión y extensión exigidas por la difícil situación de nuestra facultad, en el Dr. Carlos Oliva. El entusiasmo que ha despertado su candidatura en un amplio sector de la comunidad de nuestra facultad (académicos, estudiantes, trabajadores) solamente es equiparable en tamaño, pero en sentido absolutamente contrario, a la desazón y desconcierto que hoy ésta nos provoca.
Hay que ser claros. Dicho entusiasmo no es por la persona del Dr. Oliva, sino por lo que representa: la posibilidad real de una mejor facultad; de una mayor y más atinada presencia de las humanidades en nuestra universidad y en el país; un claro énfasis en formación que en ella debe brindarse; y la muy necesaria y festiva bienvenida a una forma de gobierno propia de nuestra universidad –la del consenso y la reflexión conjunta– con la consiguiente despedida de la que ha prevalecido en los últimos años, sorda, miope, omisa.
Estimados integrantes de la Junta de Gobierno: de manera muy respetuosa, como universitario, como profesor de la Facultad de Filosofía y Letras, les invito a que, con nosotros, la rescaten y faciliten su reinvención, con inteligencia, capacidad de convocatoria y consenso reales, es decir, con el Dr. Carlos Oliva como director de nuestra facultad.
Atentamente
Isaac García Venegas
Profesor de asignatura interino
SUAyED-Historia
FFyL