En la no siempre grata tarea de depurar los archivos de la computadora personal me encontré con este breve texto con el que presenté a Bolívar Echeverría como conferencista magistral en un Coloquio Internacional que el Seminario Universitario "Modernidad: versiones y dimensiones" organizó en octubre de 2009. Como coordinador del seminario, él fue en todo momento el inspirador de este tipo de encuentros que se realizaron tanto en la facultad de Filosofía y Letras y la facultad de Ciencias.
Presentación
Bolívar Echeverría
Podría decir que nuestro ponente no necesita presentación. Y así es: su obra, sus ideas, sus modos de analizar la modernidad a partir de su cuádruple ethos, su relectura de Marx, etcétera, son cada vez más conocidos, trabajados y discutidos en Latinoamérica, Estados Unidos y Europa. Como consecuencia de ello se le ha distinguido como Profesor Emérito de nuestra institución en este año y con los premios Libertador al Pensamiento Crítico (Venezuela, 2007) y Pio Jaramillo Alvarado (Flacso-Quito, Ecuador, 2004). Además, sus trabajos como traductor de textos relevantes para el pensamiento crítico como los de Sarte, Benjamin y Adorno entre otros, así como su trabajo de carácter editorial en revistas como Cuadernos Políticos, le han valido un amplio reconocimiento. En suma, Bolívar Echeverría es ya un filósofo conocido; por ello no necesita ya presentación.
Pero hay que presentarlo, no sólo porque la formalidad de este evento lo exige, sino porque es una oportunidad valiosa para señalar algo que premios y lectura de sus textos suelen dejar de lado. Me refiero a esa bondad que viene con la edad y que adquiere visos de sabiduría, particularmente si es el resultado de largas y profundas reflexiones.
Y es que, por azares de la vida, desde hace años he podido atestiguar el afán formativo de Bolívar Echeverría que no se circunscribe exclusivamente a los salones de clase o los auditorios de prosapia. Lo he visto obsequiar reflexiones puntuales y profundas en cafés y cantinas; ir a donde la inquietud estudiantil le solicita; caminar por los espacios culturales de grandes vuelos con la misma tranquilidad y curiosidad con que lo hace por aquellos otros que se consideran “alternativos” y de poca monta. Le he escuchando hacer esfuerzos de síntesis inigualables, y sostener en todo momento la crítica puntual y necesaria a la barbarie que el capitalismo es. Me consta que no ceja en su convicción de crear un mundo mejor sin sentimentalismos ni chapucería política de ningún tipo, y lo que es mejor, la comparte con todo tipo de gente. El mundo le habla, y él encuentra el modo de hablarle a ese mundo que le sorprende y le toma por asalto una y otra vez.
Pero la sabiduría de Bolívar Echeverría está, además, en aquello reputado como inicio de la filosofía: se permite la duda. Lo cual, digo yo, lo salva de volverse un pétreo monumento en vida. Lo suyo es la duda y la pregunta antes que el regaño, la diatriba inútil o el consejo asesor. Que este modo de proceder “socrático” da resultados concretos que valen la pena lo demuestra este coloquio. Bolívar Echeverría no es solamente su artífice, sino que es, ante todo, quien sigue preguntándose si el diálogo entre filosofía y ciencia, además de deseable, es posible, habida cuenta los discursos acartonados y anquilosados de uno y otro lado, que no obstante llamarse hermanas, proceden con desconfianza mutua. Como siempre, él lanza la pregunta, ofrece una reflexión, y deja a los que aquí participan como ponentes y oyentes la ardua tarea de responder lo que, al parecer, el mundo moderno ha respondido en un sentido negativo. Lo hace como filósofo en la facultad de Ciencias. Ni más ni menos.
Nos corresponde ahora, escuchar su reflexión.