domingo, septiembre 24, 2017

¿Y ahora?

Desde los sucesos de 1985 surgió con mayor fuerza el estudio de los desastres y las políticas públicas correspondientes. Desde entonces, se ha insistido con razón que los desastres no son naturales, sino sociales. En otras palabras, que los fenómenos naturales pueden derivar en desastres sociales. Esta idea central atribuye las responsabilidades de éstos al lugar que le corresponden, la sociedad, y no a la naturaleza, como insisten los comentaristas de los medios masivos de comunicación al llamarlos “desastres naturales”.

La diferencia entre atribuir responsabilidades a la sociedad o a la naturaleza en caso de desastre es abismal. Decantarse por calificar como natural lo que es social tiene severas implicaciones; entre otras, asumir lo sucedido como inevitable, omitir los señalamientos, imputaciones y castigos correspondientes, exaltar la capacidad de reacción, eso, de reacción, a la hora de la hora. Ayer un taxista me decía, comentando lo que actualmente está en curso en partes de la ciudad de México: “Patrón, es que los mexicanos somos unos chingones, cuando nos necesitamos allí estamos”. Hoy, 24 de septiembre, Enrique Krauze hace lo propio con los jóvenes que semanas atrás no veía políticamente activos. Fascinado afirma que están demostrando estar “listos para reaccionar cuando la naturaleza golpea”.

La naturaleza no golpea ni pone a prueba. Ella sigue sus procesos. Que ellos deriven en desastres sociales debiera hacernos recordar nuestra condición de dependencia estructural de ella. Hablar de “desastres naturales” o de que “ella golpea” es usar deliberadamente un discurso de corte militar que, ensoberbecido, coloca a “señor del universo” acosado por una “entidad malévola” que le da por golpearnos, acosarnos con desastres.

Del lado de las responsabilidades sociales tampoco se puede asumir un mea culpa general para eximir a quienes tienen una culpa innegable al proceder con falta de planeación, corrupción y sometimiento a las presiones de quienes en el afán de negocio se inclinan por la ganancia sin consideración de la vida y de eso con lo mantenemos una relación de dependencia.

Nuestro país tiene problemas que van desde una permanente centralización que satura zonas y territorios hasta una persistente desigualdad que no desaparecen en momentos de emergencia, sino que se refuerzan. En el caso de la ciudad de México esto ha sido evidente en zonas afectadas como Xochimilco y en zonas similares en los estados en este desastre social y en otros recientes. ¿Recuerdan a Peña Nieto diciéndole a los pobladores de una zona de Chiapas afectados por el sismo previo al del 19 que los iban a atender en la clínica inexistente del lugar?

Si bien el aplauso es necesario y debe ser fortísimo para todos los que de una u otra manera, con afán protagónico y sin él, de manera escandalosa o calladamente, han ayudado en las tareas de rescate desde el 19 de septiembre del presente, lo que está en juego es la vida. Esto implica no solamente salvar vidas, oponerse a las medidas frías de gobiernos y empresas urgidos por cerrar el reciente capítulo, como demoler edificios derruidos sin importar la vida de los atrapados y los cuerpos de los allí sepultados, sino en afirmar que esto no debió de suceder; que no estamos para “reaccionar” solamente; que hay responsabilidades muy específicas que deben ser señaladas, castigadas; y que este país debe repensarse desde su centralismo hasta su desigualdad, esas realidades hoy puestas de nuevo al descubierto de manera dolorosa y artera, frente a las cuales las estructuras de poder no tienen absolutamente nada que decirnos porque en buena medida son creadoras de este desastre social y otros muchos que hemos vivido y que vivimos cotidianamente.

¿Podremos decirnos nosotros algo a nosotros mismos más allá de “estar listos cuando la naturaleza golpea”? Eso está por verse.



martes, septiembre 12, 2017

Esquemas animados del Capítulo 5 de El Capital de Bolívar Echeverría.

Un día, Bolívar Echeverría me citó para hacerme una petición un tanto extraña. Lacónico como de costumbre, me preguntó si conocía los esquemas que hacía tiempo él había hecho sobre el capítulo 5 de El Capital de Marx.

–Ahora –me dijo tras mi respuesta afirmativa– quiero que se muevan.

  Aunque sabía que se refería a una animación por computadora, pensé en varias formas de movimiento físico que me sacaron una sonrisa burlona. Me imaginé, por ejemplo, acompañándolo para hacer piruetas gimnásticas con los esquemas mientras exponía sus argumentos. Por fortuna, su voz difuminó mis absurdos.

–Le he pedido a varios que lo hagan pero no se animan– remató.

  Le respondí que su petición no era una cosa sencilla, y aunque yo no era especialista en animación podía intentarlo con algunos programas que ayudaban a animar de manera elemental algunas cosas. Francamente tenía curiosidad por saber a qué se refería con la animación y qué es lo que él visualizaba con esos esquemas. Además, no dejaba de sorprenderme su incursión en estos temas. Hacía poco me había enterado que gracias a un alumno suyo él fue uno de los primeros en México que tuvo una computadora de escritorio. Eso explicaba, por ejemplo, que él mismo interviniera algunos carteles de sus libros o hiciera algunas propuestas de diseño. Sin esto sería inexplicable, por ejemplo, una parte de su reflexión sobre el ángel de la historia de Walter Benjamin, en la que pone a discusión el ángel de Klee. Así que, azuzado por estas ideas, literalmente me hundí en la tarea. Ese intento se llevó varios meses porque él era muy demandante en ciertas cosas: el color, la forma, el ritmo.

    Después de un intercambio casi interminable de correos electrónicos y de reuniones en las que me indicaba lo que estaba bien y lo que estaba mal, llegó el día en que exultante dijo: ¡así!, ¡no le muevas nada! Por supuesto, lancé un suspiro de tranquilidad y satisfacción porque había llegado yo a la conclusión de que esa animación no terminaría por concretarse nunca.

–Solamente te falta una cosa –dijo–, tu nombre como responsable de la animación–. Sin muchas ganas procedí a poner mi nombre debajo del suyo.

    Estos esquemas “animados” iban a formar parte del curso que Bolívar Echeverría pensaba impartir en el segundo semestre de 2010, cosa que no sucedió porque ella, la muerte, la muy carbona, no quiso que así fuera. Dulce venganza en contra de ella: ahora que se cumplen los 150 años de la publicación de El Capital, me parece necesario que estos esquemas circulen ampliamente. No tenemos la exposición de viva voz de Bolívar Echeverría para explicarlos, pero allí está su obra para que el lector avezado vaya y venga a estos esquemas para entenderlos. Los dejo aquí, pues, como "obra abierta".





domingo, agosto 13, 2017

Estreno del Documental “Close up. Memoria del cine Corregidora”

Faro Aragón Films y el Laboratorio Audiovisual del CIESAS invitan a la presentación del documental “Close up. Memoroa del cine Corregidora” de Isaac García Venegas y Eric Moncada.

Sinopsis

El Cine Corregidora formó parte de un conjunto de cines que se hicieron en las zonas periféricas de la ciudad de México hacia finales de la década de los sesenta del siglo pasado. Por aproximadamente dos décadas, marcó la experiencia de vida de los vecinos de la primera sección de San Juan de Aragón. No solamente les acercó la producción cinematográfica nacional a precios relativamente accesibles sino que se convirtió en referente fundamental de su convivencia, de su vida social, de su vida personal. Después de su decadencia, se recupera hoy como el Faro de Aragón, la primera Fábrica de Artes y Oficios con un énfasis específico en lo audiovisual. “Close up. Memoria del Cine Corregidora” cuenta la historia de este largo proceso. Con ello da cuenta de un tipo específico de experiencia cinematográfica que resulta relevante. También, a través de su historia, se cuenta un aspecto de la ciudad de México, y los modos, durante esa época, de apropiación del cine, no tanto en cuanto a calidad cinematográfica sino en cuanto a espacio de convivencia. De este modo, desde este documental se lanza una mirada interrogadora al propio Faro de Aragón que tiene tras de sí una historia que merece ser conocida para poderse definir frente a ella.

La cita es el viernes 18 de Agosto, a las 14 hrs., en el Faro de Aragón.

Los esperamos.


martes, agosto 08, 2017

Invitación a escuchar

Como parte de los esfuerzos por difundir lo que se hace en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) se realizó una serie de podcasts llamada ¡Al micrófono! ¡Nuestros investigaodres responden! La serie estuvo a cargo de Victoria Novelo, Carlos Antaramian y un servidor. Su producción recayó en el Laboratorio Audiovisual con la colaboración de Eric Moncada y Emiliano García. Pueden escuchar la serie completa en este link https://soundcloud.com/isaac-garc-a-venegas/sets/al-microfono-nuestros-investigadores-responden

viernes, abril 14, 2017

Los fanáticos nunca se fueron...

Xi-Jinping advierte el riesgo de una guerra termonuclear y llama a la cordura a dos fanáticos: Donald Trump y Kim Jong-un. Hay que aplaudirle al líder chino aunque su llamado no sea del todo inocente o desinteresado. No obstante, su llamado está destinado al fracaso: entre fanáticos no hay cordura posible. Por desgracia, si bien podemos señalar con el dedo a esos dos líderes mundiales, en realidad ellos son los voceros de una tendencia generalizada en el mundo. El fanatismo campea a sus anchas entre intelectuales, profesionistas, políticos, activistas, integrantes de movimientos sociales... Ya no se trata del apasionamiento y tenacidad desmedidas en la defensa de ideas o creencias políticas o religiosas, como define al fanatismo el Diccionario de la Real Academia, sino de cualquier índole: empresariales, sociales, culturales, ecológicas, etcétera. Aislados, ensimismados en su propio fanatismo, la cordura es para el fanático una petición abyecta porque para él supone negar su única verdad, en la que nadie más cabe. Es posible que un futuro no muy lejano, los que queden, y si es que algún cuerdo queda, se hable del corto siglo XXI, ese en el que la humanidad se rindió ante la suprema verdad –la única de hecho– del fin de sí misma; una humanidad que logró diseñarse un murito personal que solamente se vino abajo al ritmo de grandes explosiones.

viernes, marzo 03, 2017

Carta a la Junta de Gobierno de la UNAM con motivo de la designación de director en la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.

No estoy de acuerdo con los modos y las formas de designación de autoridades en la UNAM. Mucho menos estoy de acuerdo con el discreto cotilleo de pasillo o la lógica palaciega con que se procede en estos casos. Dado que por ahora no podemos cambiar esta forma institucional de designar directores, asumo entonces una posición abierta que me permito difundir en este medio. Aquí la carta que envié a la Junta de Gobierno de la UNAM, debidamente firmada.


Junta de Gobierno de la Universidad Nacional Autónoma de México
Presente

Estimados integrantes de la Junta de Gobierno de la UNAM:
Ustedes saben que la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM es hoy un Titanic. Las advertencias que se hicieron hace 8 y 4 años, en los procesos correspondientes de designación de la dirección de esta facultad, no fueron escuchadas. El resultado está hoy a la vista de todos: es imposible ocultar su hundimiento. De sobra está decir que lo que se ha salvado hasta ahora se debe a la comprometida obstinación y esfuerzo individual de gran parte de sus maestros, estudiantes, trabajadores. Por desgracia, no puede afirmarse lo mismo de su autoridad en turno. Difícilmente podría encontrarse en administraciones anteriores  de nuestra facultad una distancia y ruptura tan evidentes como la que ahora existe entre comunidad y autoridad.
Por lo anterior, la designación del próximo director de nuestra facultad es tan decisiva. En ella se juega el rescate o hundimiento definitivo de la que fue la madre de nuestra universidad. Por ello mismo no puede ignorarse que con esta designación también se juega el destino de nuestra máxima casa de estudios: se dispara a sí misma en el pie, con todas sus implicaciones, o bien se rescata y fortalece uno de sus impulsos vitales para que ella, la UNAM, camine segura y exitosa en medio del doloroso paisaje en que se encuentra sumido nuestro país. Hay que decirlo con franqueza: sin las humanidades simplemente no hay humanidad que valga ni país que pueda llamarse tal.
La situación de la Facultad de Filosofía y Letras requiere que el próximo director tenga tres cualidades fundamentales para acometer el reto de salvar y repensar el barco hundido: inteligencia, capacidad de convocatoria y consenso. Inteligencia para encontrar la mejor manera de detener su hundimiento. Capacidad de convocatoria para que sus profesores, estudiantes y trabajadores se involucren en la ardua tarea de salvamento que ella demanda. Consenso en cuanto a los mecanismos y contenidos de repensarla para que, trasformada, cumpla cabalmente el papel que le es propio: el de ser el lugar privilegiado de un tipo específico de reflexión sobre lo humano y su entorno en beneficio de eso que llamamos humanidad.
Inteligencia, no cabe duda, la hay en los tres candidatos que actualmente contienden por la dirección de esta facultad. La capacidad de convocatoria y consenso reales, solamente en uno de ellos. Estas cualidades, estimados integrantes de la Junta de Gobierno, solamente se conjugan, en la dimensión y extensión exigidas por la difícil situación de nuestra facultad, en el Dr. Carlos Oliva. El entusiasmo que ha despertado su candidatura en un amplio sector de la comunidad de nuestra facultad (académicos, estudiantes, trabajadores) solamente es equiparable en tamaño, pero en sentido absolutamente contrario, a la desazón y desconcierto que hoy ésta nos provoca.
Hay que ser claros. Dicho entusiasmo no es por la persona del Dr. Oliva, sino por lo que representa: la posibilidad real de una mejor facultad; de una mayor y más atinada presencia de las humanidades en nuestra universidad y en el país; un claro énfasis en formación que en ella debe brindarse; y la muy necesaria y festiva bienvenida a una forma de gobierno propia de nuestra universidad –la del consenso y la reflexión conjunta– con la consiguiente despedida de la que ha prevalecido en los últimos años, sorda, miope, omisa.
Estimados integrantes de la Junta de Gobierno: de manera muy respetuosa, como universitario, como profesor de la Facultad de Filosofía y Letras, les invito a que, con nosotros, la rescaten y faciliten su reinvención, con inteligencia, capacidad de convocatoria y consenso reales, es decir, con el Dr. Carlos Oliva como director de nuestra facultad.


Atentamente


Isaac García Venegas
Profesor de asignatura interino
SUAyED-Historia
FFyL

jueves, febrero 09, 2017

Érase una vez

Esta es la historia reciente de un país que entusiastamente se dejó cachondear por un sueño que en el imaginario creado por los medios de comunicación masiva solía llamarse "americano", pero que en realidad era una pesadilla de despojo global. En este cachondeo participaron, también, los resignados cuya negativa fue volviéndose aceptación culposa. Disfrazada de sueño, la pesadilla llegó con todo lo que antes, en ese país corrputo y encerrado en sus fronteras, no había: los cafés, las grandes tiendas, los maravillosos espectáculos, los idiomas y las ganas de ser de mundo. Pero sucedió que los promotores de ese sueño, al apropiarse de todo lo necesario, esto es, los recursos básicos, las materias primas, la industria, las ideas, las instituciones, decidieron ponerle fin dejando a los cachondeados en el frío desértico de la pesadilla. Esos soñadores, los entusiastas y resignados, despertaron ateridos en un desierto en el que su desnuda indefensión era lo único que podían llamar en rigor propiedad. Molestos, enfurecidos, gritaron, señalaron al responsable de esta mutación de sueño en pesadilla, es decir, reclamaron porque la ilusión no era verdad y porque la verdad era una bien pinche y fea realidad. No se lo perdonaron. A falta de algo intentaron aliviar su condición con una gran cobija en la que bordada había un águila que al parecer en algún momento devoró algo. No se sorprendieron que debajo de ella estuviesen los promotores más aguerridos y entusiastas de ese sueño fraudulento,  los resposables de la pesadilla nacional. No se sorprendieron porque, después de todo, es mejor la ilusión comprada que la brutal realidad; es preferible el canchondeo en la ilusión que estar aterido; es mejor la sensación de flotar que de asumir la liberación no solamente de la pesadilla sino de esos sueños con los que se disfrazan las pesadillas; todo es más sencillo que la posibilidad misma de soñar otros sueños que sean realidad.

jueves, enero 05, 2017

Guía elemental para distinguir movimientos sociales de las provocaciones e infiltraciones

Los movimientos sociales genuinos entusiasman, crean solidaridad, inspiran utopías, respiran libertad. De ninguna manera provocan miedo, incertidumbre, terror. Es muy sencillo distinguir en medio de las actuales movilizaciones sociales espontáneas las corrientes provocadoras que pretenden acabarlas rápidamente, pues les urge se terminen antes de que se puedan articular en algo más complejo que en verdad ponga al borde del colapso un gobierno muy débil.


Pero esta urgencia tiene otro aspecto sumamente revelador: ella parte de un necesario desdén hacia la población que protesta, cuestiona y duda; da cuenta de una extraordinaria cerrazón similar a la fe; e indica una reducción de la idea de gobierno democrático a uno autoritario y represivo. De hecho, el mensaje presidencial reveló este proceso. En éste Peña Nieto habla de sí en tercera persona, condesciende con los mortales “entendiendo su molestia”, habla esotéricamente de que las cosas “hubieran” (velada amenaza) sido peores de no tomar semejante decisión sobre la gasolina, y por si fuera poco se pone a sí mismo como “el sacrificado” porque afirma haber tomado la decisión que nadie “hubiese querido tomar”.


De aquí que las movilizaciones sociales espontáneas de estos días, si logran distinguirse de los provocadores, si articulan su demanda, si crean los lazos de solidaridad necesariamente más complejos y trascendentes que el mero enojo, podrán enfentar a un gobierno autoritario y un presidente que cree de sí ser un tótem del siglo XXI.