sábado, enero 23, 2016

Convalecer

Hay algo en el dolor que ata. El dolor físico, y ese otro dolor indefinido que podríamos decir se ubica en el alma. A esta hora, llevo acumulados dolores físicos muy particulares después de la operación a la que fui sometido. Y también dolores del alma. Pero lo que me sorprende es la cantidad de ondas de ternura y cariño que me llegan sea por medio de las palabras y actos, sea incluso por esas extrañas sensaciones compartidas a distancia sin mediar palabra alguna salvo para describir el suceso. Quizá sea esto lo que más me conmueve. Y estas lágrimas que de pronto y sin permiso brotan poco tienen que ver con el dolor y más con esa ternura. En esta muy voluntaria soledad, esa ternura se convierte en agradable cobija del corazón y del cuerpo que envuelve esos dolores físicos. Y así, cobijado, me sorprendo de la actitud de mi mano derecha para con mi izquierda. Recuerdo al Dalai Lama hablando sobre cómo una mano ayuda a la otra cuando está lastimada, no la castiga, no la penaliza. Así la una acarciando a la otra, hablándole con un lenguaje mudo Definitivamente muchas cosas me sorprenden, la mayoría de ellas triviales, pero así es como pasa uno la convalecencia: acostado, solo, pensando, y por fortuna sintiendo demasiado otras tantas cosas, no únicamente ese dolor físico que no cede.