miércoles, noviembre 25, 2015

Arrojemos todos la primera piedra

En un mundo carente de sentido ni la moral se salva. Obsérvese cómo la moral, convertida en mero discurso sin sustento, se ha vuelto un conjunto de consignas útiles para pontificar al mismo tiempo que condenar y descalificar a los otros. Esto, que hasta cierto punto era frecuente en el ámbito religioso (ya se sabe, creyentes de una religión pero no practicantes de la misma) hoy es común en la política, la economía, la academia, la cultura y un largo etcétera. Funcionarios, políticos, empresarios, religiosos, académicos, intelectuales, etcétera, sacan su espada para cercenar la cabeza de sus enemigos, adversarios, contrincantes, competidores, santiguándose primero, bañándose en un pudor y una pureza de la que carecen en su vida cotidiana después, para luego acusar en los otros lo que en ellos es santo y seña. No todos es cierto, pero sí una creciente mayoría lo hace. Lo interesante es que hoy la moral es atractiva porque remoza el vacío y vacuna contra la pesada tarea de pensar críticamente la realidad. Arrojemos todos la primera piedra para que entre descalabrados y ciegos nadie note la bajeza del procedimiento ni tampoco lo muy mal habido. Esta y no otra es la nueva consigna de los tiempos. Y los espectadores aplauden a rabiar entre más sangre haya, porque después de todo, si no hay sentido en la vida, por lo menos que haya espectáculo.