miércoles, noviembre 25, 2015

Arrojemos todos la primera piedra

En un mundo carente de sentido ni la moral se salva. Obsérvese cómo la moral, convertida en mero discurso sin sustento, se ha vuelto un conjunto de consignas útiles para pontificar al mismo tiempo que condenar y descalificar a los otros. Esto, que hasta cierto punto era frecuente en el ámbito religioso (ya se sabe, creyentes de una religión pero no practicantes de la misma) hoy es común en la política, la economía, la academia, la cultura y un largo etcétera. Funcionarios, políticos, empresarios, religiosos, académicos, intelectuales, etcétera, sacan su espada para cercenar la cabeza de sus enemigos, adversarios, contrincantes, competidores, santiguándose primero, bañándose en un pudor y una pureza de la que carecen en su vida cotidiana después, para luego acusar en los otros lo que en ellos es santo y seña. No todos es cierto, pero sí una creciente mayoría lo hace. Lo interesante es que hoy la moral es atractiva porque remoza el vacío y vacuna contra la pesada tarea de pensar críticamente la realidad. Arrojemos todos la primera piedra para que entre descalabrados y ciegos nadie note la bajeza del procedimiento ni tampoco lo muy mal habido. Esta y no otra es la nueva consigna de los tiempos. Y los espectadores aplauden a rabiar entre más sangre haya, porque después de todo, si no hay sentido en la vida, por lo menos que haya espectáculo.

miércoles, noviembre 11, 2015

Coloquio Internacional del Seminario de la Modernidad

Extiendo la invitación a este Coloquio Internacional organizado por el seminario de la Modernidad.

domingo, noviembre 01, 2015

Una calaverita.

La Parca muy alebrestada estaba,
porque el día de muertos se aproximaba.
Muy emocionada ella bailaba,
porque pronto visitaría su república tan amada.

En la espera a que llegara el día,
la Parca vio que la Llorona por allí venía.
“Llorona de mis días, qué te pasa, que te veo más afligida”.

¡Ay Parca adorada, de esa tu república tan querida, vengo yo este día!
De esa república, Parca mía,
¡no queda ni una chirimía!

¡Ay Parca mía!,
en esa república tan querida,
¡la gente no muere un día,
sino que es desaparecida!

Mis lamentos ya no alcanzan para tanto Parca mía,
porque creo que ni tú a los miles que son hallarías.
No vayas a tu república tan querida, Paraca mía,
que sin oficio ni beneficio ni allí te querrías.

Llorona de mi vida,
tremenda noticia llega de tu boca querida.
Pero Llorona mía,
sin una ofrendita vivir no podría.
Es la hora de cambiar Llorona mía.
Seré delincuente priista
en esa nueva y terrorífica monarquía.