sábado, marzo 08, 2014

No por el día sino por lo que son

Para calmar la ansiedad decido caminar por la mañana en el parque de la colonia. No hay mucha gente. La mayoría de quienes hacen ejercicio son mujeres mayores que yo. Caminan o corren solas o en bola, con sus perros o con su propia sombra. Me gusta verlas llenar de vida un parque de por sí ahíto de ella: los árboles bailan al son del viento, los pájaros cantan, y el cielo se pinta de colores. Me gustan sus saludos, sus miradas, sus esfuerzos. Y no soy el único a quien le gustan. Un hombre mayor, que para mí es el símbolo mismo de tenacidad (su vejez y cuerpo contrahecho no le impiden, protegido con casco, coderas y rodilleras, caminar tan velozmente como una tortuga, y sonreír ante su propio esfuerzo y el paso de los demás), llega a estirarse justo donde yo hago algunos ejercicios. Este hombre mayor, algo sordo, me recuerda que hoy es el día de la mujer. Las mira con su rostro arrugado, y me dice, gritando, que son bellas, éste y cualquier otro día. Le sonrío. Me da ternura su vejez, su joroba, su cadera fuera de lugar. Al irme del parque, me quedo pensando en ellas. No cabe duda que la mujer traza nuestro arco de vida: de una de ellas nacemos, y otra, inevitablemente, nos arrancará de esta vida. Extiendo los brazos lo más que puedo en un fallido intento de abrazarlas a todas. Lanzo un beso al aire. No porque hoy sea su día, sino porque son mujeres.