martes, mayo 28, 2013

Conversaciones extrañas



1.- Entro al baño, preguntando si lo puedo usar porque allí se encuentra el trabajador que lo limpia. De manera amable me invita usarlo. Estando allí, comienza la conversación.

2.- El hombre me pregunta por el clima. Le digo que estaba lloviznando. Responde que ya nada es seguro. El tono de su decir me llama la atención. Parecía otra invitación. Respondo con un "efectivamente" de tono curioso.

3.- Mientras me lavo las manos el hombre insiste. Nada es seguro. "Si algo bueno tienes, te lo roban". Afirma. Me cuenta que el día anterior estaba tomando una foto con una "camarita" y que se la intentaron robar. Los ladrones no tuvieron éxito porque "milagrosamente" pasó una patrulla y se dieron a la fuga.

4.- Nada es seguro, vuelve a decir. Le respondo que efectivamente, que nada es seguro. "Este país se colapsa", le digo, más pensando en voz alta que queriéndole invitar a platicar al respecto.

5.- No sé, a veces creo que estamos en guerra, me dice. ¿Cómo explicar si no el hecho de que el ejército esté en las calles, la gente esté armada en algunos estados, que haya miles y miles de desaparecidos y de desplazados?, se pregunta y remata: ¿usted qué cree?

6.- Solamente se equivoca usted en una cosa, le digo mirándolo a los ojos. Desde hace tiempo estamos en guerra. Y no me refiero a esa guerra de Calderón, ni a la ineptitud de la actual administración. Estamos en una guerra de mucho mayor antigüedad y mayor profundidad. Esa guerra que arrasa con la naturaleza, con las comunidades, y que empobrece a los seres humanos quitándoles todo: historia, bienes, plenitud. Una guerra que lleva siglos y que al paso del tiempo va definiendo al triunfador con mayor nitidez. Esa guerra que hace del sentido común de usted un lastre y que lo condena a dolerse de esa situación insoportable que percibe y que padece. Esta guerra se llama capitalismo. Carece de soldados, pero asesina más que cualquier ejército formal o informal. La guerra a la que usted se refiere es tan sólo uno de los frentes de esa otra guerra que le comento.

7.- El señor se queda viendo al piso, tomando con sus dos manos la escoba. Me dice: puede ser. Me despido: ánimo, le digo, no todo está perdido. Usted es la mejor muestra de ello. Y salgo del baño para sostener una conversación aún más difícil.