lunes, abril 30, 2012

Serpiente que repta en mí

Escribe Nietzsche que la serpiente del árbol de la sabiduría es dios mismo descansando. “El diablo —escribe— es meramente el ocio de Dios cada séptimo día”. Así es como me entero que esa serpiente que en mi interior serpentea, muerde, se agita, es mi yo mismo después de haber rozado la belleza, la perfección, el amor.

Envuelto en esa linda nube propia de la confianza abro puertas y ventanas, sacudo la mirada, y muestro el interior sin preocuparme por quién pueda entrar. Pero nada en el paraíso es lo que parece. Así, abierto de par en par, lo que llega es el rumor del mundo real en donde no prevalece ni siquiera la locura. Un mundo real que es simplemente bárbaro y destructivo.

Tardo en cerrar todo de nuevo. Adentro algo de esa realidad se queda. Y allí aparece esa serpiente que soy yo, haciendo estragos. Antes solía correr en busca de ayuda para lidiar con esto. Ahora tan sólo observo en silencio esa mi serpiente que también soy. El diablo en mí que suelo ser.

Como aquella tentación originaria, todo esto terminará alguna vez en expulsión. No estoy seguro de lo que prevalecerá. Lo único que en este momento sé es que en esta ocasión estoy muy cansado y triste.

miércoles, abril 25, 2012

Fieles en misa


Esta gana de hacerse bolas es lo que mina la escasa confianza que puedo tener en “la izquierda” electoral. El pragmatismo de esta izquierda le lleva a desdeñar el sentido que ciertos ciudadanos le damos a la anulación del voto. Para nosotros no se trata de votar por el menos peor para que pierdan los verdaderamente malos. En cambio, lo que se hace anulando el voto es manifestar una objeción, la única objeción que el proceso electoral permite (el ciudadano responsable vota), sobre los plataformas, los perfiles, y las implicaciones no dichas de candidatos y partidos políticos. Es un acto de conciencia y de ciudadanía. Es también manifestar de manera concreta las dudas que se tienen sobre la supuesta diferencia entre los “proyectos de nación” que cada uno de los candidatos dice representar. Hasta hoy no ha existido autoritarismo alguno que no desdeñe la duda y la objeción. Es lo que hace actualmente el partido en el poder, y lo que otrora hizo el otro partido que estuvo al frente del poder ejecutivo por décadas. En la democracia la duda y la objeción han de respetarse como toma de postura tan válida y valiosa como la que toman los que sin dudar ejercen su voto en favor de tal o cual partido y candidato.

Pero a diferencia de quienes piensan desde el pragmatismo electoral, uno reconoce que, efectivamente, visto desde cierta perspectiva, uno de los candidatos es el menos peor que el resto. Y también puede hallar motivos de simpatía ocasionales para ese mismo candidato que, por cierto, postula un grupo de partidos que no son ni el PRI ni el PVEM ni el PAN ni el PANAL. De hecho, hoy, en entrevista con Carmen Aristegui, ese candidato lo hizo muy bien. Para algunos que tenemos considerada la posibilidad de anular el voto, el desdén hacia ese candidato es impensable: se le escucha y se pondera lo que afirma. Y precisamente por ello lo que uno quisiera es encontrar en el decir de este candidato, en su actuar, en su equipo, en sus asesores, las razones para votar por un motivo más enaltecedor que el pragmatismo y menos ofensivo que escoger al menos peor. Sicilia tiene razón cuando afirma que elegir de ese modo es algo que, dadas las circunstancias actuales, no nos merecemos en este país. Pero lo que se encuentra es desdén constante, desdén por parte de candidatos, por parte de instituciones, por parte de partidos, por parte de amigos, compañeros y conocidos.

Quizá si ese candidato con los partidos aliados que los postulan tuvieran el talento de reconocer la perspectiva de quienes pensamos anular el voto, se podría construir un elemento mínimo de confianza que influya en ejercer un voto a su favor. Pero lo que aparece por aquí y por allá también, es pura consigna que ve a los “indecisos”, a los que anularán su voto, a los que ejercerán el voto en blanco, a los que no votarán, como irresponsables, como ciudadanos inconscientes que no se dan cuenta  de la “coyuntura histórica” en la que el país se encuentra. Cuando escucho esto no puedo sino esbozar una sonrisa porque me parece estar oyendo a fieles en misa.

sábado, abril 21, 2012

¿Qué es lo que en verdad está en juego? A propósito de la colección de libros promovida por Proceso y Grijalbo


Me precio de poder ver películas o leer libros desagradables sin respingo alguno. Ciertamente requiere de una actitud particular, de un “lavado de cerebro” personal, pero no necesito enfrascarme en eso por mucho tiempo; no gasto mucha energía ni tiempo en ello. Cuando vi que Proceso y Grijalbo sacarían una colección sobre el narcotráfico, me hice ese lavado y tomé la decisión de adquirir cada uno de los libros de esa colección que promete ayudar a “entender” la guerra contra el narcotráfico que vive nuestro país.
Confieso mis simpatías por la revista Proceso. Aunque me disgustan sus por momentos tonos cercanos al amarillismo, me gusta su “timing” político. Primero el libro de Scherer sobre Calderón; luego en portada los trapitos sucios de la Wallace; y esta colección sobre el narcotráfico que, si mis cálculos no fallan, terminará sus entregas por el mes de julio, el mes electoral.
La calidad de los libros es desigual, me refiero a su contenido y estilo. Sin embargo, al menos los tres que llevo, se me han revelado como indispensables para recomendar su lectura antes de las elecciones. En Confesión de un Sicario. El testimonio de Drago, lugarteniente de un Cártel mexicano, se afirma:
“Aunque no es ningún descubrimiento, la verdad es que en este negocio trabaja un chingo de gente del gobierno. Por eso lo que deben reconocer los presidentes es que ellos mismos no son sino seres gobernados por la industria del narcotráfico, que no sino sino gatos del mercado. Lo que deverían reconocer los presidentes de México es que nadie va a parar lo que el gobierno mismo trafica”. (p. 59)
Este libro como el otro, Los señores del narco (dividido en dos vólumenes para esta colección), es un rosario de denuncias sobre el respaldo que los gobiernos en turno, federal, estatales y locales, dan al narcotráfico. O mejor dicho, cómo el narcotráfico y el gobierno son una y la misma cosa. En el libro de Anabel Hernández, que es quizá el más delicado, se explica cómo se expandieron el narcotráfico y los Cárteles en México. Pero sobre todo muestra que los “señores del narco” no son los narcotraficantes más buscados, sino precisamente los políticos y empresarios que ponen presidentes y que a través de múltiples mediaciones definen la política y economía de este país. De aquí que la aparente contradicción entre las afirmaciones de Drago y las que hace la periodista Hernández no sea en verdad tal: si los presidentes en turno son “gatos del mercado” es porque hay quien lo crea y lo controla, y no son ellos. Sí, en efecto, se trata de una suerte de “chicago boys” a la mexicana que crean un mercado en el que el monopolio y las ganancias se hacen a costa de adicción, sangre y fuego. Todo en beneficio de la acumulación de dinero.
Es sorprendente (por inimaginable) la cantidad de dinero de la que se habla en ambos libros para el pago de protección. Pero esos pagos que se hacen a policías, militares, judiciales, son las migajas de las cantidades de capital que se generan desde el “poder” para el “poder” gracias al narco. De hecho, ni siquiera los millones de dólares con que cuentan los narcotraficantes más buscados es lo más suculento: eso sigue siendo una migaja de otro gran negocio. La riqueza que genera el narcotráfico, la acumulación de capital a que da lugar, en verdad sólo es una pieza del gran negocio que se juega en el mundo: quedarse con las riquezas de todos los países, excluir a la mayoría de la gente de ese cúmulo de riquezas, y vivir de la explotación de los millones de pobres que viven en el mundo. Sólo de necios puede ser el hecho de no ver la similitud entre las “barbaridades” del narcotráfico y las “barbaridades” legales del capitalismo.
En el libro de Anabel Hernández, Los señores del narco, se afirma que entre 1970 y 1982 el gobierno controló el narcotráfico, y que a partir de 1982 comenzó el proceso en el que los gobiernos en turno decidieron dejar a un lado el control para participar directamente en él. De hecho, en la transcripción de un testimonio de quien al parecer estuvo dentro de este cambio, se dice que Sergio García Ramírez, a la sazón Procurador General de la República del gobierno de Miguel de la Madrid, tuvo un papel preponderante en este cambio:
“El pago de impuestos por parte de los narcotraficantes comenzó a transformarse en dinero directo para los políticos y funcionarios mexicanos. Se crearon fortunas y se financiaron proyectos políticos, pero comenzó a perderse el mando sobre los narcotraficantes. García Ramírez metió a su gente de confianza no para controlar a los narcotraficantes sino para sustituirlos. Los coordinadores regionales de la PJF dejaron de ser policías y se convirtieron en narcotraficantes, y usaban a los narcotraficantes de profesión para sus propósitos”. (volumen 1, p. 117).
La credibilidad de este testimonio no está en la “sospecha” permanente que el ciudadano común y corriente tiene con respecto a los gobiernos, ni tampoco en la cantidad de rumores que circulan en novelas y telenovelas, cuentos y chismes, sino en otro lado, que es muy difícil de negar: el patrón de comportamiento propio del capitalismo en su versión neoliberal. Que haya sido precisamente en el gobierno del recién finado de la Madrid cuando el patrón de comportamiento de los gobiernos mexicanos cambió con respecto al narcotráfico del “cobro de un impuesto” a la participación directa en él para hacerse de riquezas inverosímiles, es el mismo comportamiento que siguieron con el país: vender cuanto se pudiera para hacerse ellos de riquezas inverosímiles. Ese comportamiento que ve a un país como un coto privado desde el cual y con el cual se puede hacer jugosos negocios es el mismo que ve en el narcotráfico “una industria”, según palabras de Drago. De hecho, este sicario parece quejarse al afirmar que los políticos son insaciables en sus exigencias de dinero, lo mismo que los empresarios, que suelen perderse entre el lujo de la violencia y la violencia que desata el lujo.
La lectura de esos libros obligan la pregunta de qué es lo que en verdad está en juego en este proceso electoral. ¿Cuáles “señores” están jugando el juego electoral? ¿Acaso hay en verdad un “pequeño paraíso”, un breve “resquicio”, un “islote” inmune a su acción bárbara propia del capitalismo? Se estaría tentado a contestar que sí, pero cuando se revisan las listas de nombres que se citan en estos libros y que aparecen vinculados a esta lógica neoliberal del narcotráfico, esa tentación se evapora. Hay que leer esos libros para descubrir que la situación es peor de lo que las propias campañas electorales dejan suponer.

domingo, abril 08, 2012

Al son que te toquen

Siempre me incomodó aquella frase de que hay que bailar al son que nos toquen. Pienso que hay que bailar lo que uno quiere (y pueda, por supuesto). De lo contrario, se renuncia a la libertad misma. Si lo que nos hace propiamente humanos es la libertad, ya se comprende a qué es a lo que estamos renunciando.

Bolívar Echeverría señaló cómo en actitud barroca la vida puede afirmarse terminándola. Renunciar a la vida para afirmar la vida misma. El suicido del jubilado griego de 77 años anda por este camino. Negándose a sobrevivir buscando “alimento” en la basura, decide suicidarse. El acto es terrible. Muestra cómo al capitalismo le importa un bledo la vida misma. Lo único que ofrece es un sobrevivir que en verdad es un resignarse a respirar, alimentarse de desechos, y cargar con la culpa de no poder vivir. Todo en beneficio de la acumulación de capital. Aquí el suicido es un acto de libertad que afirma la vida: más que un acto político es la reivindicación humana por excelencia.

Este suicidio debiera hacernos entender en dónde estamos.