lunes, noviembre 29, 2010

Consejito 2

Si usted sigue sin encontrar el sol y siente que el frío habita en sus huesos, tenga la certeza de que vive en México. No deje usted de leer ni de ver ni de escuchar las noticias. Cuando sienta que el peso de la desilusión y el agravio es insoportable, tómelo con calma. Hágase un té o un café y comienza a preguntarse varias cosas. Por ejemplo, ¿lo que llamamos México es como nos dicen que es? O mejor ¿quién dice que este país es como es? Proceda entonces a hacer un recuento de lo que le han dicho sobre este país y quién se lo ha dicho desde que usted, si tuvo la fortuna, ingresó a la escuela primaria y aprendió a leer. Haga un esfuerzo y recuerde sus libros gratuitos de primaria, sus clases, las fiestas cívicas, las historias que lo han acompañado a lo largo de sus estudios. Acuérdese de las series de televisión y las películas. Si por pura casualidad usted se pensó ilustrado, haga un recuento de todas esas revistas que los “intelectuales”, siempre sesudos, siempre “críticos”, han hecho. ¿Se acuerda de la devoción con que leía ciertas revistas de “renombre? Acuérdese quiénes escribían allí y de dónde procedían. Si por casualidad lo supo, recordará que, por ejemplo, aquellos que proclamaban que el intelectual debía vivir de su trabajo, se autoadjudicaron las becas para creadores que un gobierno muy honesto como el de un tal Salinas creó para acallar la mala conciencia sobre un fraude electoral. Puede que en este recuento sienta vértigo, se canse, se agote, se desespere. Pero usted siga tomando café o té. Ahora pregúntese qué es lo que usted sabe de este país. No se sienta mal si llega a la conclusión que sabe lo que otros le dijeron, por ejemplo, los de aquella revista o el gobierno en turno o los magnates de los medios masivos de comunicación. Por ejemplo, que la nación dio origen al Estado y que como México no hay dos. O por ejemplo que la nuestra es una nación de esforzados, como lo demostró el indio Juan Diego o Benito Juárez o el hijo desobediente apellidado Calderón, con antecedentes tan notables como un tal Zedillo que boleaba zapatos cuando niño. O por ejemplo que México es un semillero de creatividad y arte. Y cosas así o del estilo: México siempre ha deseado la democracia. En un esfuerzo supremo quizá recuerde usted que el debate sobre este país, como hasta hoy, se ha centrado sobre lo que el Estado debe ser y lo que las mafias políticas han hecho de él. Haciendo una gran síntesis probablemente usted llegue a la conclusión de que lo que le han querido decir siempre puede formularse de la siguiente manera: hay una forma idónea del Estado que si se depura de lastres y perversiones puede funcionar correcta y adecuadamente. Se dará cuenta que, palabras más o palabras menos, es lo que este señor Calderón dijo hace unos cuantos días. O incluso, para su sorpresa, se dará cuenta que es lo que sostienen los políticos de oposición, aun los más “radicales”. No piense mal de usted si se pregunta cómo puede ser esto posible. Tampoco si duda de que exista tal versión del Estado. Porque, a fin de cuentas, quizá usted perciba, nebulosamente, que el Estado, en su versión más depurada, está allí para proteger la propiedad privada del ciudadano. Es más, que el ciudadano sólo es tal en tanto que posee bienes. Y que su calidad de ciudadano está en relación directa y proporcional al cúmulo de bienes que cada quien posee. A lo mejor, también de manera nebulosa, usted se da cuenta que un tal Slim es más ciudadano que usted en tanto que en momentos “decisivos” sus opiniones cuentan más que las de usted. Por ejemplo, quizá usted ha gastado sus zapatos marchando, exigiendo, y ha recibido la andanada de críticas y descalificaciones de quien está allí para cumplir sus exigencias pero que no lo hace. Y tal vez usted ahora proceda por analogía: ¿cuándo ha marchado el tal Slim por alguna exigencia que, evidentemente, siempre está en relación directa del beneficio de quien exige? Nunca, se responderá. Entonces muy probablemente usted comience a dudar de los beneficios del Estado con o sin lastres, con o sin perversiones. Para este momento usted ya no tendrá ni café ni té. Ahora sírvase alguna bebida. De preferencia que tenga alcohol. Vuélvase a preguntar ¿qué sé de este país? A lo mejor se dice que nada o si ha soportado todo esto se puede decir a sí mismo que sabe lo que le han dicho desde un cierto punto de vista que, sorpresivamente, está vinculado al Estado y su concepción de la propiedad privada. Ahora vea todas las cosas que usted tiene, posee, y explore en su interior si es eso lo que le hace sentir bien y si su inconformidad se debe a que no puede poseer más bienes, a la insatisfacción de no poder poseer más y más bienes. Si se responde que sí, entonces usted se siente mal, no ve el sol, no porque tenga alguna idea de país sino porque siente que el dinero no le alcanza y que la estructura estatal no le garantiza la propiedad de lo que posee. Posiblemente ahorita usted se sienta un ser mezquino. Dígase con confianza que usted es un proletario con ganas de ser burgués. No pasa nada con esta confesión. No pasa nada por el momento, porque si todavía está sobrio se dará cuenta cuál es la primera guerra que hay que enfrentar y en dónde hay que vencer y cuál es la segunda...

sábado, noviembre 27, 2010

La carta (Texto escrito para su presentación el 25 del presente en el CIESAS)

Peregrina sin posada
Isaac García Venegas
Laboratorio Audiovisual
CIESAS
En 2005 se dio a conocer La batalla de las cruces. Protesta social y acciones colectivas en torno a la violencia sexual en Ciudad Juárez, documental realizado por Rafael Bonilla, basado en las investigaciones que desde agosto de 2001 realiza Patricia Ravelo, investigadora del CIESAS-DF, sobre el feminicidio en aquella ciudad y las respuestas ciudadanas que se han gestado para detener este flagelo que afecta, severa y trágicamente, a mujeres de cierta edad y condición social así como a sus familias. Ahora, cinco años después, ofrecen al público en general La carta, un documental que si bien puede verse como la continuidad de La batalla de las cruces, es distinto porque, por un lado, a diferencia de lo que se hace en aquel, se presenta un caso particular, diríase emblemático, que sintetiza la problemática del feminicidio, y por otro, porque aborda aspectos que quizá de manera menos evidente pero igualmente corrosiva se padecen en todo el país.

La carta cuenta la historia de un doloroso despertar que lejos de ahuyentar lo que podría pensarse y quererse como una pesadilla, en realidad la confirma como condición de vida. Paula Flores, la protagonista de este documental, ha padecido severos reveses desde que migró con su esposo y siete hijos a Lomas de Poleo, en Ciudad Juárez, Chihuahua, en la década de los noventa del siglo pasado. En 1998 enfrentó el secuestro, la violación y el asesinato de la cuarta de sus hijas, María Sagrario González Flores, de 17 años, trabajadora de la maquiladora CAPCON. El nuevo siglo le trajo más agravios y dolores: la usurpación por parte de magnates gaseros de la región de los predios en los que ella y otras tantas familias hicieron su vida y que pacientemente dotaron de los servicios indispensables para vivir decorosamente. Por oponerse a este acto de despojo, en 2003 fue encarcelada y liberada tras pagar una fianza de más de 400 pesos. Y tres años después de eso, sufrió el extraño suicidio de su esposo, Jesús González Flores.

La sola enumeración de estos reveses eriza la piel. Verlos lo hace aún más. No obstante, vale la pena destacar la manufactura de este documental, que los aborda sin incurrir en un tratamiento amarillista ni ofrecerlo como el resultado de un informe de investigación en el que una voz en off abunda sobre lo tratado, como en cierto modo sucedió en La batalla de las cruces. Al dejar que la protagonista cuente su propia historia de vida, me parece que el tratamiento es adecuado, lo mismo que el manejo de cámara (salvo algunas escenas en las que resulta inexplicable la aparición en cuadro de un camarógrafo con su operador de boom) y la fotografía. El ritmo que posee facilita verlo sin salir corriendo de la sala de exhibición. No es vertiginoso pero la brutalidad de los temas tratados cala tan profundamente que si no fuera por las escenas de la vida cotidiana, tanto de lo que queda de la familia de Paula Flores (seis integrantes) como de Ciudad Juárez en general, incluida su vida nocturna, y del paisaje, como el desierto y los atardeceres, el espectador fácilmente podría irse a pique o poner distancia con quien narra sus tragedias.

La propia Paula Flores ayuda en mucho a que el espectador no se sature del dolor que ella cuenta. Aunque no lo oculta (las lágrimas y la voz entrecortada se presentan de manera recurrente), paradójicamente ante cuadro ofrece una extraña sensación de sosiego. Resulta sorprendente que pese a todo lo que cuenta no tenga un rostro endurecido, una actitud resignada, de derrota, de abandono o profundamente religiosa. La canción que la gente de Casa Talavera le hizo y que se escucha en diversos momentos del documental es sin duda certera: ella es una mujer de amor, valiente, guerrera. Es esa imagen la que prevalece ante el espectador.

¿De dónde le viene todo eso si la vida se ha ensañado con ella? Le viene precisamente de ese despertar doloroso merced de las tragedias que la agobian. Su pesadilla no la constituye solamente la sucesión de éstas sino la realidad institucional que se ve obligada a enfrentar a partir de ellas. Su sosiego es el de una ciudadana que descubre semejante realidad y que entonces asume la responsabilidad de moldear su entorno. Para Paula Flores el Estado, la oligarquía y la delincuencia se confabulan en contra de la población pobre, siendo ella uno de los blancos más visibles. Las instituciones gubernamentales, estatales, no sólo no le responden como debieran sino que la atacan cuando no la ignoran. Y ella a su vez responde, primero, de manera intuitiva, con actos simbólicos, como pintar cruces negras en los postes, para posteriormente fundar una organización ciudadana (Voces sin eco) dedicada a buscar mujeres desaparecidas y a apoyar a las familias que padecen lo mismo que ella. Así mismo se obliga a incursionar en el lenguaje jurídico y judicial para encontrar justicia, esa peregrina sin posada en el Estado mexicano. Su persistencia llevó a la cárcel a uno de los responsables de la muerte de su hija, pero como ella dice, el caso aún no se resuelve porque el resto está libre. El despertar doloroso ante una realidad brutal le llevó a fundar, junto con otras madres, un jardín de niños en su entorno completamente desfavorecido para educar a los niños sin violencia, con la esperanza de contener la reproducción del círculo vicioso que culmina en el feminicidio. En suma, Paula Flores, por de la tragedia, se conviritió en ciudadana plena en un país a cuyo gobierno poco le interesa que esto sea así.

En mi opinión, y esta es solamente mi opinión, lo que este caso muestra es que nos encontramos no tanto ante un Estado fallido, como suele decirse, sino ante la razón de ser del Estado burgués: garantizar el funcionamiento de una economía de mercado que vela por la acumulación de capital a costa de quienes solamente poseen su fuerza de trabajo. Si en este país existe una guerra se trata de la que el capital emprende en contra de la fuerza de trabajo, a la que, en virtud de los avances tecnológicos y su desaforada productividad, concibe ya desechable. Gracias al Estado esta guerra se pretende legal, aunque como lo demuestra la vida de Paula Flores en la última década, es a todas luces ilegítima e injusta.

Pero Paula Flores lucha contra su pesadilla también de otras maneras. Sobre todo a través de la escritura. Ella le escribe a sus muertos. Le importa recordar y decir, preguntar y añorar, quiere esclarecer y esclarecerse. No se trata de un diario ni de una relación de agravios, sino de lo que en soledad se puede decir con sinceridad a quienes han dejado de existir por la brutal dinámica de un sistema y de una sociedad abandonada a su suerte. Podría decirse que este documental, de alguna manera, es una carta visual de remitente conocido con múltiples destinatarios. En este sentido, creo se procedió con acierto. La carta nos interpela.  Valdría la pena no haceerse los sordos o los analfabetas funcionales.

Quiero decir, para finalizar, que percibo cierto desequilibrio en el documental. Si el hilo conductor fundamental es la muerte de María Sagario González Flores y cómo esto transformó la vida de Paula Flores, sus dos derivaciones, el conflicto de los terreos en Lomas de Poleo y el suicidio de Jesús González Flores no son tratados con la misma claridad. El último tema queda registrado pero sin mayor explicación. En algunos artículos que se han escrito sobre este ya laureado documental se afirma que el suicidio se debió a que ya no pudo soportar el dolor de la pérdida de su hija. En realidad, el contexto y la forma del sucidio cuestionan esta explicación. Probablemente por motivos éticos o de respeto a la propia protagonista, los realizadores optaron por solamente insinuar que tras el suicidio hay algo más complejo y delicado. Si esta fue la razón, resulta comprensible, lo cual, no obstante, en términos formales da una sensación de desequilibrio en el documental.

Sea como fuere, me parece que, como ya lo demostró su reciente premiación, este documental será bien acogido en diversos circuitos académicos y comerciales. No me resta sino felicitar a Rafael Bonilla, Patricia Ravelo y el productor..... por haber hecho este documental.

domingo, noviembre 21, 2010

Orígenes

Intento regresar a los orígenes pero no puedo. Justo cuando el camino se me hace conocido y creo reconocer su cercanía, llego a un punto que en algo se parece a lo que recuerdo como orígenes pero que no lo es. La sensación de estar en un lugar recordado pero desconocido me provoca escalofríos. Pero aún así me siento en aquella piedra en la que me recuerdo por primera vez. Busco la calma de entonces. Y su música. Súbitas ráfagas de frío obligan el abrigo. De todos lados salen aquellas palabras que me dije en los orígenes. Son como un murmullo en principio confuso, pero rápidamente se vuelven nítidas. Me siento como aquel ángel que desde la victoria lo escuchaba todo. Pero no son palabras recordadas. Lo sé porque cada una de ellas trae su daga. Escoger cualquiera es mutilarse. Me queda claro que no encontraré la calma añorada. Poco a poco comprendo que estoy en un campo de batalla: cada palabra dejará una herida. ¿Qué busco en los orígenes? Quizá el momento de crearlo todo de nuevo, me digo. Ya no reconozco nada del entorno. Las ráfagas cesaron. Se hizo el silencio. Tomo la pluma y comienzo de nuevo.

viernes, noviembre 19, 2010

Entre la vida y la muerte

En el pretil de mi ventana hay una abeja. No se mueve. La sola idea de que esté muerta me entristece. ¿Qué hacer con una abeja muerta? Tomo una hoja de papel para levantarla. Ella, casi sin fuerzas, logra moverse. Me entusiasma que todavía haya un soplo de vida en ella. Miro cómo sus patitas, débiles, apenas y pueden asirse a la hoja. No puede alzar el vuelo, no puede picarme, no puede caminar. Despacio, como si se tratara de un tesoro, la llevo a una maceta que por aquí tengo. Delicadamente la deposito en la hoja de una planta y traigo un poco de agua que pongo junto al tallo. Me preparo un café y espero el desenlace de esta historia que se trata del eterno debate entre la vida y la muerte.

Comunión con la nada

Devastadora esta sensación de estar hablando con la nada. Si alguna revelación atroz hay es la que nos hace evidente, con virulencia, la dimensión del desperdicio y la inutilidad. Habrá, entonces, que hacer comunión con la nada para, de momento, sobrevivirla.

domingo, noviembre 14, 2010

Magia

Con tu delicado dedo traza otro horizonte para que las estrellas sean tus ojos. Con tu mano crea ese mundo sin tiempo en el que sueles sumergirme. Con tus labios inventa suavemente las palabras que dan origen a todas las cosas que existen en ese mundo que inventas. Deja que tu cabello dicte el ritmo de mi respirar. No cejes. Ando por los poros de tu existir.

viernes, noviembre 12, 2010

Consejito...

Si usted despierta y se sorprende porque no encuentra los rayos de sol de los que siempre le hablaron cuando niño, no se asuste, usted amaneció en México: un país que cual elote se desgrana acelaradamente. Tómelo con calma. Busque en algún lugar de usted el valor necesario para levantarse, prender la radio, leer los periódicos. Si las malas noticias hacen mella en usted, no se tire a la depresión. Salga a la calle, observe a la gente, y dígase, con confianza, un día más. Quizá la tristeza se le suba al alma y el frío le cale hasta las huesos; quizá cada paso le duela y cada sonrisa le cueste sangre. Pero créame, nadie le juzgará, a menos que sea un hipócrita o un ciego...

lunes, noviembre 01, 2010

Adieu

Eso de las coincidencias suele perturbarme. ¿Quién lo diría? Previo a atenderme, el ejecutivo del banco la atiende a ella. La observo. Sólo la he visto en fotos. Y las fotos, como siempre, indican que la vida sigue su camino. Regreso a pie. Las calles, la gente, ese pobre chavo asaltado y golpeado, el otro drogado, la contaminación, el sol –como aquel único ojo de JEP–, el metro, la niña de la calle, el ruido, todo eso son hoy los senderos de mi andar. Y en el mundo virtual me encuentro las otras fotos que me hacen pensar en ese modo extraño de ser que concede beneficios de la duda donde no los puede ni debe haber. Saberse, en eso, fastidiosamente amable. Comprender el derroche de energía, de tiempo, de sentimiento, para saberse cansado. Tomar el libro y encontrar lo necesario para decir adieu. Toparse, sorpresivamente, con la calma que no perturba la salsa que desmesurada sube por el aire mientras alguien baila y silba. Dejar que la pluma escriba:

Poros heridos
El sol niega el bálsamo
Nostalgia plena

Arrancar la hoja para hacerlo avión de papel. Ir al puente que cruza la avenida. Detenerse justo en medio. Lanzar el avión y verlo descender lentamente hasta posarse en las vías del metro. Esperar a que el metro pase para arrollar esas palabras, esa hoja, ese avión. Decirse adieu para emprender el regreso. Ver a ese otro chavo que vacila. Preguntarme si el asalto viene. La desconfianza entre ambos se siente como viento polar. Y decir "buenas días" como inicio radical después del suicido de aquellas palabras...