domingo, junio 28, 2009

Católico...

No, no soy católico ni cristiano. Repito lo que digo a menudo: si Dios existe, convencido estoy de que la única prueba que nos puso son sus creyentes aglutinados en iglesias diversas. Eso sí es un castigo. No me imagino otro modo de expiar alguna culpa originaria que convivir con ellos.

Leer la Biblia no hace daño a nadie. Es una compilación de escritos como lo es cualquier otra compilación. La única diferencia es que ahora he releído algunos pasajes de la mano de Harold Bloom. Un experimento que vale la pena realizar y que en modo alguno va en detrimento de la inteligencia; al contrario.

jueves, junio 25, 2009

Vida

Eres don que mengua, como dice en algún lugar en la Biblia. Creo así mismo lo que otro sabio escribió en los linderos de la muerte: de este don lo único que podemos dejar como herencia es el regocijo que no vive de "atrapar vientos" (escribe otro más en aquel libro sagrado).

miércoles, junio 17, 2009

Mis razones 4

Leo los dimes y diretes sobre el voto en blanco. Llego a una conclusión obvia: se puede actuar de la misma manera pero por razones distintas. Un empresario utiliza el voto en blanco como reverso de un cheque en blanco: como si los “compromisos” ante notario fueran razón suficiente para que un político cumpla. “Fírmenle y yo voto”.

Un intelectual habla del voto en blanco para “deslegitimar” al sistema. Como si el sistema tuviera ahora gran legitimidad. Como si de lo que se tratara fuera quitársela porque de una u otra forma la posee. En verdad se trata de lo contrario: porque no la tiene es que se puede votar en blanco. “Entre más palabras imprecisas use en mejor posición me encuentro ante la opinión pública para abanderar este movimiento cívico”.

Yo creo otra cosa: ya estoy cansado de tener que padecer la crisis superlativa en que se halla este país. Y creo sinceramente que gran parte de esta crisis se la debemos a la burocracia política, cuyos desatinos son en verdad inclasificables (basta con ver las muy ingeniosas propuestas de AMLO para Iztapalapa). Así que en vez de padecerla pienso que debemos asumirla: que la crisis también corra por nuestra cuenta. El voto en blanco que yo concibo es éste y no el que surge del amago o del cándido mundo al revés.

lunes, junio 15, 2009

Vida hecha de despedidas

“Ya no sé de cuántas despedidas está hecha mi vida”, me dijo al despedirse. Ese fardo invisible que se le subía a la espalda me dio una idea aproximada. Mi memoria retiene su silueta; una cuyo cansancio parecía venir de lejos. Me dieron ganas de decirle que por cada despedida hay, siempre, un encuentro. Pero esa triste sombra que a sus pies yacía hizo que desistiera. Tal vez, pensé, esta despedida sea la única que ya no permite otra más. Nos dimos la espalda. Yo caminé con cierta prisa, pues aún tengo la posibilidad de los encuentros, y de las despedidas, por supuesto. Nunca más supe de aquella vida hecha de despedidas.

martes, junio 09, 2009

Mis razones 3

Miren: la sola idea que afecta encuestas ya obliga a que políticos tan patéticos como Dulce María Sauri ahora se sumen al voto en blanco. Miren: la idea misma de anular el voto convoca a burocracia política, intelectuales e instituciones a debatir. Hay que ver lo que puede suceder si en efecto el voto nulo es mayoritario. ¿No da ternura la actitud de quienes nos exigen-suplican votar?

sábado, junio 06, 2009

Mis razones 2

Respondo a ciertos correos electrónicos recibidos con respecto a mi entrada anterior.

Creo necesario distinguir entre escenarios ideales y reales. Comienzo por los segundos. Tradicionalmente la afluencia de votantes en elecciones intermedias es menor a aquellas en las que se elige al presidente de la república. No puedo dejar de pensar que este hecho revela con claridad el “alma” presidencialista de un amplio sector de mexicanos. No veo por qué el comportamiento de esta próxima elección vaya a modificarse.

En virtud de lo anterior es cierto lo que se afirma: el voto duro de cada partido es lo que se expresa en las elecciones intermedias. De lo que no estoy seguro es que el del PRI siga siendo mayoritario. Me da la impresión que todos los partidos han perdido puntos antaño considerados “seguros”.

Teniendo en cuenta ambos factores lo que parece probable es que el abstencionismo sea, como siempre en elecciones intermedias, mayoritario. Así que, hasta hoy, al parecer, es el voto duro el que define el proceso electoral intermedio. En otras palabras: prácticamente desde siempre ha sido este voto el que ha decidido la composición de la cámara de diputados. Que suceda así en julio no sería, entonces, novedad alguna.

Pienso, por otra parte, que esto del “voto activo nulo” o el “voto en blanco” será francamente minoritario con respecto al universo de los que realmente voten. Precisamente porque quienes ejercen el voto son las bases de los partidos. Lo extraordinario en verdad sería que la gente fuera a las urnas para anular su voto y que fuera mucho mayor que el de las bases de todos los partidos en conjunto. O si se prefiere que las bases también anularan su voto.

Este escenario idílico significaría fundamentalmente la pérdida de legitimidad del régimen mexicano. Lo cual no quiere decir que las elecciones pudiesen ser anuladas. Justamente porque no está previsto en la ley, esto no es posible ni probable. Pero precisamente por eso nos encontraríamos ante una situación inédita que reclamaría soluciones pertinentes y plantearía, en más de un sentido, un problema de dimensiones enormes a la burocracia política que demandaría solución inmediata y viable. En pocas palabras sería una conmoción que no podría, aunque se quisiera, ignorarse.

Pero más allá de eso, en este escenario idílico, los ciudadanos ganarían una confianza de la que hasta ahora carecen: comprobarían las posibilidades reales de la acción conjunta fuera de los marcos establecidos por los partidos políticos. Esta experiencia sería en sí misma revolucionaria. Sería la aparición clara, contundente y coordinada del ciudadano que hasta ahora vive atomizado y temeroso entre la violencia y la crisis. Sería un gesto saludable para quien siempre se pregunta qué hacer ante “el poder”.

Sin embargo, nada de esto será real. Algunos anularemos el voto y seremos señalados como los “ingenuos”, los “locos”, los “irresponsables”, seremos la burla y los protagonistas de cualquier cantidad de caricaturas que destaquen nuestra “ineptitud” y “complicidad” con la derecha o el PRI. Seremos objeto de “reclamos” y desdén, y seguramente se nos verá como niños necios y berrinchudos. Es más, se nos verá peor que a los que se abstengan de votar, y los “mexicanos concientes” comprometidos serán las bases de los partidos políticos. Ni modo, en mi caso, no será la primera ni la última vez. Aunque en la mayoría de los casos pueda decir “se los dije”.

De nuevo: que cada quien haga lo que le venga en gana.

jueves, junio 04, 2009

Mis razones

Los lectores de este blog saben que antes de que el “voto nulo activo” se convirtiera en moda de organizaciones civiles, comentaristas y algunos intelectuales, un servidor hizo referencia a ello hace poco más de tres meses (20 de febrero, entrada “Manifiesto inútil”). No pretendo atribuirme la paternidad de semejante idea. Los que hoy lo proponen y lo que escribí en ese entonces no es otra cosa que el “manifiesto” de lo que entonces llamé un “malestar” generalizado. No hay que ser muy sagaz para percibirlo.

Hoy la situación es distinta a aquel febrero. Públicamente se esparce la idea del “voto nulo activo” como un mecanismo de protesta contra la “clase política”. Ha llegado tan lejos que el mismo IFE piensa realizar un debate al respecto. Organizaciones políticas, sociales y ciudadanos habrán de ser convocados para argumentar sobre los riesgos y alcances de ese tipo de voto. Por supuesto, la invitación no llegará por estos lares. Tampoco la solicito porque lejos de mí está el convencer a quien sea de algo. Hace mucho tiempo perdí la convicción de la militancia, y junto con ello, el encanto necesario para andar convenciendo a la gente o a mis cercanos de las “propuestas” que tengo. A lo sumo utilizo este espacio para ejercer la escritura y fijar opiniones personales. Procedo a hacerlo con respecto a este tema.

Una muy propalada versión de la democracia supone el hecho de elegir a los representantes de los poderes ejecutivo y legislativo. Elegir implica, evidentemente, decidir entre las “ofertas” de los institutos políticos que aspiran a dirigir los destinos de nuestro país. Utilizo deliberadamente la palabra “oferta” porque eso es lo que hacen los partidos políticos y ese es el concepto que el IFE utiliza de manera recurrente al hablar de los procesos electorales. Entonces elegir es decidir entre las varias “ofertas” que nos hacen los partidos políticos a través de sus candidatos.

Hasta aquí todo es claro y sencillo. Empero, hay un par de problemas que resulta pertinente destacar. En primer lugar, las “ofertas” refieren necesariamente a una pluralidad que debe hacerlas diferentes. La decisión se ejerce sobre opciones: sin éstas la decisión carece de sentido. En segundo lugar, la decisión entre “ofertas” diferentes no implica necesariamente que uno ha de decidir entre ellas. Bien puede suceder que ninguna de las “ofertas” satisfaga a quien ha de decidir: la decisión puede mantenerse en vilo hasta que aparezca una “oferta” que en verdad satisfaga las expectativas de quien toma la decisión. Estamos impelidos a decidir, pero no a decidir necesariamente entre las “ofertas” que el mercado impone.

Así pues, el negarse a decidir entre las “ofertas” electorales tiene un doble fundamento: por un lado, las “ofertas” electorales de los partidos políticos no son en verdad diferentes las unas de las otras. Entre lo igual no hay nada que decidir. Por ello, y este es el segundo fundamento, abstenerse de decidir entre tanta igualdad resulta tan legítimo como quien encuentra en la diferencia de colores el atractivo necesario para optar por alguna de las “ofertas” del mercado electoral. En pocas palabras: me abstengo de decidir entre las “ofertas” electorales existentes, pero ejerzo mi decisión de rechazar tales “ofertas” por iguales. Esto es precisamente lo que quiero manifestar con la anulación del voto. No es que no me interese votar (si así fuera me abstendría de hacerlo), lo que no me interesa en absoluto es la similitud de propuestas de los partidos políticos, porque no satisfacen mis expectativas políticas.

Al parecer este tipo de decisiones está generando alarma tanto en los partidos políticos como en el IFE. Tienen razón en alarmarse los que en última instancia conforman una suerte de “burocracia política”. Una masiva anulación del voto podría en cuestión su “status quo”, y les quitaría el velo de santidad y necesidad con que se disfrazan. Les obligaría, de alguna manera, a tener que diferenciarse y cambiar las reglas del juego de las “ofertas” políticas. Esto en el mejor de los casos que, a juzgar por lo que se ve, se revela como imposible. Pero hay quien, como Porfirio Muñoz Ledo, a quien le tengo una simpatía enorme, advierte que proceder de ese modo sería colocar al país del lado del fascismo o al borde de la rebelión social. Lo primero me parece que ya impera en el país, y ha sido precisamente con el voto (particularmente con el “voto útil” al que él mismo convocó en el 2000) como se instaló en el gobierno de la república y en las conciencias de muchos mexicanos. Lo segundo me parece, incluso, necesario. Ya basta de este “procedimiento” de consensos, de “negociaciones” que no llevan a ningún otro lado que plantearnos la disyuntiva de decidir entre lo igual. ¿Por qué tanto miedo a la rebelión social? ¿No es así como se alcanzan algunas cosas en la vida? ¿Es que Zapata debió sentarse con Porfirio para decirle: “sentémonos a negociar entre la riqueza de tu aristocracia y la pobreza de mis campesinos”? ¿Cómo le hacemos? ¿Será que el pordiosero de la esquina se puede sentar apaciblemente en Sanborn’s para hablar con Carlos Slim sobre la necesaria redistribución de la riqueza mientras se ve obligado a pagar la cuenta del agua “simple” que se tomó?

Como todas las ofertas electorales que veo, con sus personajes tan “conocidos” como Laura Esquivel, como Fausto Zapata, como Ana Gabriela Guevara, como Guadalupe Loaeza, parecen buscar el pacto pacífico que le permita a la burocracia política prolongar su existencia a costa de esos pordioseros, me niego a elegir entre las actuales “ofertas” electorales. Prefiero que se escuche la voz silenciosa del voto nulo antes que la voz de la rebelión social, a ejercer el voto resignado que se decide por colores y “cuatitudes” antes que por contenidos. Por eso ejerceré mi "voto nulo activo". Que cada quien haga lo que le venga en gana.