domingo, octubre 19, 2008

Asomarse a la Bitácora

Siempre me han llamado la atención los navegantes. Será porque les pienso locos antes que héroes; despistados que por mera necesidad de ubicación existencial surcan los mares, imaginando y fantaseando sobre lo que hay más allá de esa misteriosa e inalcanzable línea disuelta entre los azules del paraíso y el caos, que suele ser el horizonte. Esos locos fueron los que, en buena medida, hicieron que las “tierras hasta entonces conocidas” fueran insuficientes, porque cual cárceles, sus fronteras aprisionaban de mala gana la insatisfacción que, andando el tiempo, toda certeza produce.

Para los que nunca tuvimos la oportunidad de lanzarnos a esos mares misteriosos, cuna de monstruos y caos, de mitos y paraísos, sea por falta de agallas o por las mentadas circunstancias propias del mundo contemporáneo, nos queda el gozo de los apuntes que aquellos locos dejaron tras de sí, en sus cuadernos de bitácora, cuyo contenido son las notas sobre rumbo, velocidad, maniobras y demás “accidentes” de navegación. Sí, accidentes de navegación. Porque –¿acaso es necesario decirlo?– navegar es accidentarse una y otra vez para hallar el rumbo propio. Y aquí valdría la pena desechar de entrada concepciones negativas de “accidente”: después de todo nuestro continente entró al mundo “occidental” por un accidentado tropezón de un navegante testarudo, o si se prefiere, muchos de nosotros somos producto del accidente de pronóstico reservado que llamamos amor…

En la medida en que ayuda a subsanar nuestra incapacidad de ser navegantes, yo guardo reverente admiración a la bitácora, esa suerte de armario que esconde el secreto fundamental de toda navegación: la aguja de marear. Gracias a ella se puede saber hacía dónde está el norte, pero su virtud es que no obliga ni dicta ruta predeterminada, al menos no para los navegantes que son locos. Porque ir al norte no es necesariamente la mejor opción, aunque sea preciso saber dónde se halla. Miren ustedes a nuestro país: se mueve con mayor soltura e inteligencia hacia el sur, pero hay imbecilidades contumaces que lo prefieren a la deriva en su obstinada ruta hacia el norte. Por fortuna, el día de hoy, aunque sabemos dónde está el “norte”, nos asomamos a un cuaderno de bitácora que nos habla del y desde el oriente de la ciudad de México, que nos habla de la trascendencia de aventurarse por los caminos poco trillados, por los senderos que se inventan a cada paso, y no los “freeways” del norte, de los perfectos puntos cardinales dictados desde la costumbre y la conveniencia, desde el capital y la mercancía, desde el individualismo hipócrita que se piensa sin vínculo alguno con los demás.

Es, debo decirlo, un cuaderno un tanto sorprendente. Primero por su factura: recuerda en todo momento el vértigo de la marea repentina. Su diseño es un viaje microscópico que se completa en cada página. Si bien en algunas de ellas se repite el color, lo cierto es que su uso crea la ilusión de no encontrar una sola página que se repita. Quiero decir: es toda una experiencia visual, y con ese solo hecho bastaría para tenerla en cuenta, independientemente de sus contenidos textuales. La sucesión de fotografías retocadas o no, la constante ruptura de las “cajas” del texto, le dan un movimiento tan festivo que, lejos de la saturación y el mareo, seducen cual canto de sirena: una vez “percibido”, dan ganas de perderse en su interior, aun cuando de que se corra el riesgo de ser devorado; un riesgo, por lo demás, muy real.

Y es que, en efecto, a través de sus páginas, el lector de la revista del FARO de Oriente se siente devorado, mejor dicho, engullido por el remolino de “experiencias vitales” que inundan sus contenidos. Bitácora se abre con sucintas reflexiones de gente que ha vivido y crecido con el FARO. Lo interesante, al menos para mí, es esa constante que explícita o implícitamente atraviesa todo ese decir: lo valioso de aquella nave de locos es que crea un sentido de comunidad. Una comunidad que libera en tanto que ayuda a “no tener tanta mierda en la cabeza”, afirma Marcos Arón Bárcenas Velázquez; que hace posible la experiencia de la dignidad, lo que ayuda a superar los traumas de clase y la sensación de inferioridad, sostiene Raúl Hernández Pedraza; que ofrece sentido, aliviando el sinsentido, el caos, el tedio, y la pertinaz soledad con que el capitalismo obsequia a todas sus víctimas, particularmente a las marginales, reiteran a su modo tanto María Sánchez Gamiño como Ramona Vargas Sandoval.

Debo decir que me llama mucho la atención que casi ninguno de los que reflexionan en este número hablen sobre el país, la nación o la patria. Conceptos todos ellos tan a la moda que casi no se puede comer sin tenerlos en la punta de la lengua como condimento. Me pregunté una y otra vez la razón de esta ausencia, y tras meditabunda lectura llegué a la conclusión que todos esos conceptos resultan demasiado lejanos cuando no vacuos para quienes hallan en la comunidad el sentido más viable de existencia. Y yo creo que tienen razón: si alguna salvación existe, si alguna alternativa veo al capitalismo salvaje, es precisamente esa reconstrucción de los espacios propios de las comunidades. Lo demás es, por lo general, pura perorata que en el mejor de los casos da de comer debido a que son muy bien pagadas las miles de páginas que se llenan en aras del consumo mercantil. Aquí, en las páginas de este número de la revista Bitácora, no hay nada que aluda a esas ideas banales que con tanto entusiasmo sostienen algunos que se autoadscriben en “la izquierda”, como “globalización con rostro humano”, “globalización desde abajo”, etcétera, etcétera. Aquí, en estas páginas lo que prevalece es la idea de comunidad.

Aprovecho para aventurar una reflexión muy personal que probablemente no agrade al gobierno de esta ciudad. Sinceramente creo que es esta experiencia de la comunidad lo único en verdad exportable del FARO de Oriente. Esa es, en mi opinión, la dirección a la que apunta su aguja de marear. El modelo del FARO, con todo lo interesante que es, me parece imposible de exportar: cada comunidad ha de encontrar “su modo” para crear espacios, recordándolo sí, teniéndolo como referencia sí, pero sin imitarlo ciega e irreflexivamente. Proceder de este modo es asegurarse si no un fracaso, por lo menos sí un éxito muy pero muy discreto, como es evidente en el resto de faros que actualmente operan en la ciudad de México.

Porque la comunidad es el lugar preponderante en donde cada uno de nosotros se vuelve humano. Hay que leer lo que la gente del FARO dice y escribe en esta revista para comprenderlo. Sus reseñas de conciertos en el centro histórico de la ciudad de México, la explicación de los espacios que conforman las instalaciones del FARO, sus reflexiones sobre grupos musicales con propuesta y sobre el cine, versan todo el tiempo sobre esa circunstancia. Por ejemplo, lo que una de las maestras talleristas escribe:


“Nunca pensé, dice Marcela Navarro, después de trabajar en la iniciativa privada que me iba a encontrar un lugar de trabajo tan libre. Siempre que llegas a un lugar nuevo, te imaginas cómo serán tus jefes, o tus compañeros de trabajo, te visualizas detrás de un escritorio o dentro de un salón frío; esto en particular es lo que hace diferente al FARO, que logra que la gente encuentre lo que busca y hasta lo que no pensaría encontrar. Me volví parte de un sueño”.

En otras palabras, resulta que la experiencia de la comunidad es tan distinta y distante a los espacios y dinámicas de la iniciativa privada y del servicio público, que parece efectivamente un sueño, en el que prácticamente todo es posible, lo mismo modificar historias tradicionales como Pedro y el Lobo para convertirla en historia de conciliación entre “el hombre y su entorno, que es finalmente lo que necesitamos como sociedad”, escribe el artista plástico Luis Gabriel Vázquez Hernández, que “desordenar el orden que nos aprisiona”, como nos recuerda Ian al escribir sobre la historia de la radio en Francia.

Algo valioso ha de tener este sueño a juzgar por su capacidad de convocatoria. Quien conoce aquella nave que surca por los mares del oriente de la ciudad de México no puede dejar de sorprenderse por su enorme capacidad de convocatoria. Sus instalaciones casi siempre se hallan saturadas por gente de la zona y de lares muy lejanos. Sus eventos, sean del tipo que sean, parecen casi siempre hormigueros. A menudo el FARO nos obsequia algo ya poco frecuente en las instituciones académicas: los auditorios y espacios llenos, con gente entusiasta, siempre dispuesta a participar y con una pregunta rondándole la mirada. Lo mismo sucede en este número de Bitácora. En sus páginas pueden hallarse las reflexiones de Noemí Cadena, productora de televisión, cuya mirada sobre la televisión no comparto del todo; del fotógrafo Anotnio Turok, cuyas palabras sobre el sincretismo perceptible en el oriente de la ciudad son en verdad sugerentes; del artista cubano Mario Gallardo Muñoz, para el que la boina estilo Che sigue siendo bandera e insignia; del lingüista David Cristal, cuya preocupación por las diferentes lenguas que se hablan en la ciudad es la preocupación de muchos pero no del discurso hegemónico gubernamental; de la bailarina Cyntia Cerón, que habla desde ese mundo de la danza tan desprotegido por las políticas culturales gubernamentales; y del psicólogo social Juan Soto Ramírez, que desde la sutil diferencia entre metáfora y analogía, indica los derroteros, a veces compartidos, de la lucha libre y la lucha social.

Lo que me importa destacar es que a diferencia de lo que sucede en otras revistas, particularmente en las de carácter académico y en aquellas que se denominan a sí mismas “culturales”, en las que “lo popular” y “lo marginal” aparecen como invitado esporádico, pero sobre todo como “objeto” de estudio, en Bitácora “lo popular” y lo “comunitario” toman la palabra para decir sus miradas. Se trata, en el mejor sentido de la palabra, de un asalto. Cual prometeos del oriente, roban el fuego de la palabra del reputado inalcanzable cielo, para moldearlo a su antojo en una tierra carente de promesas pero muy llena de realidades extraordinarias. Lo mejor es que Bitácora muestra su consistencia al abrirse al diálogo persistente con aquellos que provienen de los circuitos culturales privilegiados en este país como la UNAM, Conaculta, San Carlos, La Esmeralda, la UAM, etcétera. Y soy de la opinión de que no lo hace como práctica esporádica o de revestimiento, sino como un “tú a tú” buscando construir algo diferente.

El resultado de este diálogo es de lo más curioso, puesto que hace pensar, o por lo menos a mí me lo hace pensar, en la aparición de nuevas miradas y nuevas mitologías, cuyo alcance ya no está en control de los que escriben, editan y publican esta revista. Por ejemplo, cuando acaricie a una mujer ¿cómo podré liberarme de ese poema escrito por Aleida SierraVelázquez, que dice:

Recorriste mi cuerpo con labios
prohibidos, viejos, usados.

Tu lengua paladeó mis senos,
mordiste mi piel como si fuera una fruta.

Anclaste en el sexo sin decir palabra,
me dejaste hablar sola,
amarte sin razón.

Me comiste los secretos
hasta llegar a mi
dolor.

En este sentido, el FARO contribuye de manera destacada a la creación y evidentemente la transformación social y cultural de esta ciudad, y muy probablemente, de otras latitudes. Por eso no tengo la menor duda que a partir de este número habrá más gente “externa” que querrá ser partícipe de este sueño convertido en revista. Me congratulo de ver que el FARO ha encontrado un sendero más que navegar.

Comencé esta intervención hablando de los navegantes, las bitácoras y las agujas de marear. Pues bien, para mí el FARO es desde su fundación una nave de locos. Lo sigue siendo pese a que actualmente los cantos de sirena de la fama les sigan el paso. Espero en verdad que ni los flashes ni los reconocimientos ni las notas de periódico ni los viajes les hagan perder piso. Por fortuna, hasta ahora siguen siendo una nave de locos. Y es precisamente por eso que el FARO me gusta. Para él, su tripulación, sus integrantes, tengo siempre una admirada reverencia. ¿Qué otra cosa puedo tener para ellos yo, que me muevo más por los senderos terrestres?, ¿qué otra cosa puedo ofrecerles cuando me siento visto desde un ojo muy parecido al sol que traza un colorido camino urbano en el que ser pata de perro ya no es ofensa, sino dimensión, talante; cuando esa mirada prefiere ver lo que ningún prócer quiso ver, según se desprende de una composición artística que ilustra la portada de este número? Ni más ni menos que mi admiración y mi agradecimiento por darme la oportunidad de acompañar los inicios de esta nueva aventura faresca. ¡Larga vida a los locos!


(Leído el 4 de septiembre de 2008)

miércoles, octubre 08, 2008

Apuntes para una semblanza de Bolívar Echeverría

Hay hombres cuya vida manifiesta las encrucijadas de su tiempo. El Dr. Bolívar Echeverría Andrade es uno de ellos. En él palpita de modo sorprendentemente armónico la triple vertiente de su formación vital y académica: la de sus primeros años de vida, en Ecuador; la de su juventud, transcurrida en Alemania; y la de su madurez, que ha vivido en México de manera permanente.

De la primera, obtuvo la experiencia cotidiana e inmediata de los avatares y consecuencias del colonialismo moderno y contemporáneo. De aquí, en buena medida, su inquietud y curiosidad por la historia colonial de Ecuador, y por extensión, de América Latina. Así mismo, de esta experiencia inmediata surge su afán por desentrañar los motivos y las razones por las que prevalece el colonialismo y el sometimiento de gran parte del mundo, y por comprender cómo pese a todo, aun en condiciones terribles de sometimiento, existen estrategias de vida que permiten resistir de diversa manera el colonialismo.

De la segunda, su aproximación y filiación al pensamiento crítico, particularmente a través de Karl Marx y de la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt. Pero esta aproximación inicial, que lleva en su razón de ser la impronta de la experiencia ecuatoriana, no es solamente de carácter teórico ni el producto exclusivo de estudios universitarios. Se da también de la mano de otro tipo de experiencia fundamental: la de su participación activa en las movilizaciones estudiantiles de los años 60 y las discusiones en torno a la descolonización que por aquellos años imperan en Europa y África.

También de aquel ambiente deriva su insaciable curiosidad universal. Su formación, a la vez erudita, crítica y universal, le negó las cómodas certezas del dogma y el fetichismo del signo que fuese, tan en boga por aquellos y estos años. En este sentido, se ha enriquecido con las mejores tendencias del pensamiento moderno e ilustrado.

Toda esta experiencia europea del Dr. Bolívar Echeverría concluyó con el título de Magíster artium en Filosofía por la Freie Universität Berlin en el crucial año de 1968.

De la tercera, adquiere la sensibilidad que le permite comprender el conflicto y la tensión permanente de las formas de organización social. El sorprendente crisol cultural que con sus múltiples ritmos, continuidades y discontinuidades se vive en México, le ofrece el escenario fundamental que posibilita la madurez de un pensamiento crítico sobre la realidad colonial del Tercer Mundo, particularmente de América Latina, y la exploración de las posibilidades de un mundo en el que la libertad sea real y no sólo formal; un mundo en el que la explotación capitalista no sea signo y sino; un mundo, en fin, que pueda vivir como hasta ahora no lo ha hecho, pese a sus potencialidades implícitas en este sentido.

El desarrollo académico maduro del Dr. Bolívar Echeverría se ha realizado fundamentalmente en el seno de la Universidad Nacional Autónoma de México. Esta institución le otorgó los títulos de Licenciado en Filosofía (1974) con la tesis Apuntes para un comentario de las tesis sobre Feuerbach; Maestro en Economía (1991) con la tesis Apunte crítico sobre los Esquemas de reproducción esbozados por K. Marx en El Capital; y Doctor en Filosofía (1995) con la tesis Lo barroco y la historia de la cultura.

Así mismo, en nuestra institución se ha desempeñado como docente por más de tres décadas, siendo desde 1988 Profesor Titular C de Tiempo Completo en la Facultad de Filosofía y Letras. Que su desempeño ha sido relevante, lo ha reconocido la misma UNAM al otorgarle el Premio Universidad Nacional en Docencia en el área de Ciencias Sociales en 1997.

En sus cursos el Dr. Bolívar Echeverría ha expuesto con el rigor que le caracteriza una sólida propuesta teórica para abordar la comprensión de lo que acontece en el mundo y en América Latina. Desde sus memorables seminarios sobre El Capital, impartidos en la Facultad de Economía, que posteriormente se convirtieron en Cátedras del Área de Economía Política de la misma facultad, hasta sus cursos y seminarios en la Facultad de Filosofía y Letras, el Dr. Bolívar Echeverría no ha cejado en su empeño por compartir una perspectiva teórica que, basada en Marx, la Teoría Crítica, y diversos pensadores “heterodoxos”, se yergue como insistentemente personal y que en más de un sentido renueva el pensamiento crítico latinoamericano y europeo.

Importa señalar que sus cursos y seminarios son el complemento de esa otra actividad que realiza de modo riguroso y brillante: la investigación. De modo general, puede afirmarse que son tres sus líneas preponderantes de investigación: la crítica del capitalismo, y como parte de ello, la renovación del pensamiento y discurso crítico; la reflexión sobre la modernidad; y el estudio de la filosofía de la cultura occidental, con su muy particular desarrollo en América Latina.

Siempre atento de las interpretaciones clásicas y contemporáneas que sobre la obra de Karl Marx existen en el viejo y nuevo mundo, el Dr. Bolívar Echeverría ha propuesto una original lectura de aquella realizando un esquema de interpretación personal que se centra, fundamentalmente, en la problematización del valor de uso y la valorización del valor. Así como Marx pensaba que el nervio central del capitalismo reside en la mercancía, de la misma forma el Dr. Bolívar Echeverría ha mostrado con acierto que uno de los nervios centrales y más ricos de la obra de aquél se encuentra en el hallazgo que hizo de la contradicción permanente entre la dinámica de la “forma social natural” de la vida social y la dinámica de la reproducción de su riqueza como “valorización del valor”.

Los resultados de esta línea de investigación se hallan en sus libros El discurso crítico de Marx (1986); Circulación capitalista y reproducción de la riqueza social. Apunte crítico sobre los esquemas de K. Marx (1994); y Valor de uso y utopía (1998). También es perceptible en el libro por él compilado La mirada del ángel. Sobre el concepto de la historia de Walter Benjamín (2005).

La relevancia de su propuesta ha sido reconocida por el filósofo alemán residente en México Stefan Gandler, quien dedicó sendo estudio a las miradas teóricas de Adolfo Sánchez Vázquez y de Bolívar Echeverría. Este estudio derivó en un libro publicado originalmente en alemán, con el título de Peripherer marxismus. Kritische theorie in Mexiko, y que ha sido traducido al español con el título: Marxismo crítico en México: Adolfo Sánchez Vázquez y Bolívar Echeverría, con un prólogo de Michael Löwy, por la prestigiosa editorial Fondo de Cultura Económica.

Si bien la propuesta interpretativa del Dr. Echeverría sobre la obra de Karl Marx ha significado por sí misma una renovación del discurso crítico desde América Latina, ésta se halla presente en todos sus trabajos, pero es particularmente notable su despliegue en los estudios que ha realizado sobre la modernidad. Sin poder agotar la riqueza de sus reflexiones en unos cuantos renglones, puede afirmarse que su hallazgo de un cuádruple ethos de la modernidad ha resultado de importancia decisiva en el todavía inconcluso debate modernidad-posmodernidad, y ha sido debatida lo mismo en nuestro continente que en Europa.

Mientras algunos teóricos afirman que la modernidad ha sido ya superada, y otros, por el contrario, que aún no llega a su cumplimiento cabal, el Dr. Bolívar Echeverría ha insistido en una interpretación cualitativamente diferente que no sólo se aleja del eurocentrismo prevalente en las dos primeras, sino que cuestiona la visión homogeneizante y totalizadora que existe sobre la modernidad al proponer una sutil e importante distinción entre ésta y capitalismo.

Esta distinción se basa en pensar la modernidad desde su clave económica. En este sentido, la propuesta del Dr. Echeverría consiste en entender el proceso de la modernidad como la consolidación indetenible del cambio tecnológico, lo que ha permitido al ser humano superar la escasez originaria en la que vivió desde su aparición en la tierra.

Pero ha planteado, así mismo, que esta modernidad, en su forma capitalista –que en estricto sentido tan sólo es una de sus formas histórico-concretas posibles–, es la que ha prevalecido en los últimos siglos, posibilitándose de esta manera la confusión entre modernidad y capitalismo, a tal grado que se los ve y piensa como si fuesen sinónimos. Nada más erróneo porque, tal y como se infiere de los trabajos del Dr. Echeverría, se pretende hacer pasar por sinónimos dos hechos distintos: la superación de la escasez originaria (que es lo propio a la modernidad) y la existencia de una escasez artificial (que es lo propio del capitalismo).

Reconociendo la hegemonía de esta modernidad capitalista, el Dr. Bolívar Echeverría ha hallado y estudiado con detenimiento cuatro formas de vivir dentro de esta modernidad capitalista, cuatro estrategias espontáneas y cotidianas de vivir la contradicción fundamental que constituye al capitalismo, a saber la que existe entre el valor de uso y la valorización del valor.

Estas estrategias son: la que propone el ethos realista, que asume efectivamente la imposibilidad de un mundo alternativo potenciando la valorización del valor y el desarrollo de las fuerzas productivas; la que propone el ethos romántico, que aun cuando hace lo mismo que el ethos realista lo hace como si en verdad estuviera actuando en favor del valor de uso; la que propone el ethos clásico, que vive esta contradicción como una necesidad trascendente que rebasa el margen de acción que corresponde a lo humano; y la que propone el ethos barroco, que pretende reconstruir lo concreto de la “forma natural” sacrificada planteando sus restos como de “segundo grado” de la valorización del valor. Cabe señalar que el Dr. Echeverría encuentra una supervivencia poderosa de este último ethos en América Latina pero sobre todo en México.

Esta línea de investigación ha sido desarrollada de modo sugerente en sus libros Las ilusiones de la modernidad (1995), La modernidad de lo barroco (1998), y Conversaciones sobre lo barroco (1993).

Los dos últimos libros citados también apuntalan su tercera línea de investigación sobre la filosofía de la cultura. En ella, el Dr. Bolívar Echeverría ha realizado un gran esfuerzo teórico que logra armonizar las distintas orientaciones y corrientes que se dedican a estudiar la dimensión cultural del ser humano. Su “clave explicativa” de la dimensión cultural se desarrolla en el libro Definición de la cultura (2001) y se pone a prueba en libros por él compilados, como el de Modernidad, mestizaje cultural y ethos barroco (1994), y el más reciente, Vuelta de siglo (2007), que le valió el Premio Libertador Simón Bolívar al pensamiento Crítico en 2007.

Entre otras cosas, su investigación sobre la filosofía de la cultura le ha llevado al hallazgo, recuperación, trascripción, edición y estudio de un texto del siglo XVII reputado como perdido pero sumamente valioso para los estudios coloniales latinoamericanos como lo es Destrucción del ídolo ¿Qué dirán? del P. Pedro de Mercado. Así mismo, dentro de esta línea de investigación se desarrolla su actual trabajo sobre el nacionalsocialismo y el ethos romántico.

Así, la propuesta teórica que ha realizado el Dr. Bolívar Echeverría Andrade sobre la filosofía de la cultura, aunada a la crítica del capitalismo, por un lado, y al hallazgo del cuádruple ethos moderno, por el otro, configuran una excepcional contribución al pensamiento en las Ciencias Sociales y las Humanidades. La articulación de sus tres líneas de investigación ofrece un “mirador” extraordinario que permite comprender la complejidad de la vida económica, social, cultural y la cultura política de América Latina desde América Latina. Por ello, sus planteamientos han sido recuperados lo mismo por literatos que historiadores, antropólogos que sociólogos, economistas que politólogos, líderes sociales e intelectuales de diversas regiones latinoamericanas, estadunidenses y europeas.

De esta manera, con los resultados de sus tres líneas de investigación –aristas complementarias de un solo “mirador” teórico–, el Dr. Bolívar Echeverría cumple de modo armónico el compromiso derivado de sus tres experiencias vitales y académicas. Pero por si ello fuese poco, el núcleo del mensaje resultante de sus contribuciones teóricas en general es por lo demás alentador.

Este mensaje puede formularse de la siguiente manera: en la medida en que dentro de la configuración histórico-concreta de la modernidad capitalista existen formas (los ethos romántico y clásico, pero sobre todo, el barroco) que se niegan a la homogeneización y totalización unificadora a la que aspira el ethos realista, la resistencia no sólo es posible sino evidente; es un hecho histórico tan real como lo es la misma hegemonía de la modernidad capitalista.

Esta resistencia es claramente perceptible, con toda su riqueza y complejidad, en el mundo cultural y la cultura política latinoamericana. En este sentido, según se desprende de los planteamientos del Dr. Bolívar Echeverría, América Latina, y destacadamente México, es el escenario más significativo y dramático de esta resistencia, según lo testimonia la poderosa y constante permanencia del ethos barroco.

Y si esto es así, es decir, si aun dentro de la modernidad capitalista imperante hay resistencias, no resulta del todo improbable la emergencia de una modernidad en verdad alternativa, cuyo fundamento y objetivo sea cualitativamente distinto al que propone e impone con violencia el capitalismo; una modernidad que deje de subsumir el valor de uso a la valorización del valor. Pensar y tematizar esta modernidad alternativa es para el Dr. Echeverría ya un modo de contribuir a su advenimiento. Podría objetarse que esto último es simplemente una utopía. Nada más erróneo porque, como lo demuestran los resultados de sus investigaciones, esta “aspiración” tiene un indiscutible fundamento histórico-concreto. En otras palabras, no se trata de una aspiración basada en un no lugar sino derivada de una posibilidad latente dentro de la propia modernidad.

Sin duda, este mensaje es de vital importancia ante la catástrofe sobre la que se levantan las loas a la globalización. La violencia generalizada del capitalismo que lo mismo trastoca el ambiente que desata guerras cada vez más crueles, aspirando siempre a una homogeneidad cultural, requiere formulaciones teóricas y prácticas que le pongan freno de una manera creativa e inesperada, flexible y no dogmática. Es aquí en donde se percibe con toda claridad la gran contribución del Dr. Bolívar Echeverría Andrade.

Como parte complementaria pero no menos importante de sus investigaciones, el Dr. Bolívar Echeverría ha dedicado sus esfuerzos a seleccionar y traducir una serie de estudios y textos que contribuyen destacadamente a la renovación del pensamiento crítico. Estas traducciones no pueden entenderse solamente como una actividad de difusión, sino como parte consustancial de la formación misma del pensamiento teórico del traductor. Las siguientes traducciones se han vuelto, también, fundamentales para las Ciencias Sociales y las Humanidades en general, y por ello han sido acogidas por editoriales de prestigio como ERA, Siglo XXI, Itaca, y La Casa de las Américas, entre otras: El capitalismo del desperdicio. El milagro económico norteamericano, de Adolf Kozlik (1968); Los intelectuales y la política (en colaboración con Carlos Castro) de Jean Paul Sarte (1968); Me-Ti, el libro de las mutaciones de Bertolt Brecht (1969); El socialismo que llegó del frío, de Jean Paul Sartre (1978); La mercancía, de Karl Marx (1979); La casa encantada (en colaboración con Ingrid Weikert), de Robert Musil (1981); La soberanía como procedimiento de Jürgen Habermans (1989); Sobre el concepto de historia de Walter Benjamín (2004); El autor como productor del mismo autor (2004); La tecnología del capital. Subsunción formal y subsunción real del trabajo al proceso de valorización. (Extractos del manuscrito 1861-1863 de Karl Marx (2005); y Estado autoritario de Max Horkheimer (2006).

Toda esta labor le ha valido el reconocimiento nacional e internacional, manifiesto en tres premios de gran envergadura, e invitaciones a impartir cursos o realizar estancias de investigación en prestigiosas instituciones académicas internacionales. En cuanto a lo primero, además de los premios anteriormente citados (el Premio Universidad Nacional en Docencia en Ciencias Sociales en 1997 y el Premio Libertador al Pensamiento Crítico en 2007), recibió el Premio Pio Jaramillo Alvarado (FLACSO-Ecuador) en 2004. En cuanto a lo segundo, instituciones como la Fundación Quito (1987), el Centro de Investigaciones y Estudios Sociales del Ecuador (CIESE, Quito, 1992), el Religionswissenschaftliches Institut (Freie Universität Berlin, 1993), el Centro de Estudios Economicos e Sociais (Universidad de Coimbra, 1996), la Universidad Andina “Simón Bolívar” (1995, 1999), la University of New York, “Fernand Braudel Center” (1998), el Lateinamerika Institut (Freie Universität Berlin, 2000), la University of Pittsburgh (2001), La Salle University of New Orleans (2001), el Kunsthochschule Braunschweig (2002), Harvard University (2004) y West Ontario University (2006).

Los reconocimientos, las publicaciones, las traducciones y la docencia, no agotan las energías vitales del Dr. Bolívar Echeverría Andrade. Su preocupación por la formación de académicos universitarios de alto nivel le ha llevado a coordinar sendos proyectos de investigación colectiva financiados por la Dirección General del Asuntos del Personal Académico de la UNAM. Por su relevancia vale destacar el de “Mestizaje cultural y la cultura barroca en América Latina” (1991-1994) y “La teoría de la cultura política y la vida política moderna en América Latina” (1994-1997). Como un reconocimiento más a la trascendencia de su labor, el rector de la UNAM Juan Ramón de la Fuente le nombró coordinador del Seminario Universitario “La modernidad: versiones y dimensiones”, que lleva trabajando desde 2005 a la fecha.

En estos proyectos de investigación y el seminario que actualmente coordina, se han formado y participado académicos de prestigio reconocidos por su labor en las más diversas áreas de nuestra institución como la Dra. Ana Barahona Echeverría, la Dra. María Alba Pastor Llaneza, la Mtra. Marta Lamas, la Mtra. Raquel Serur, el Dr. Carlos Aguirre Rojas, el Dr. Roger Bartra, el Dr. Ignacio Díaz de la Serna, el Dr. Antonio García de León, el Dr. Crecenciano Grave, el Dr. Jorge Juanes, el Dr. Ramón Peralta, el Dr. Ambrosio Velasco Gómez, y varios universitarios más.

A sus proyectos de investigación y a sus seminarios, a los coloquios que ha organizado como derivación de aquellos, han asistido como invitados pensadores relevantes contemporáneos como Carlos Monsiváis, Xavier Rubert de Ventós, y Eduardo Subirats, entre otros.

También, como parte de estos proyectos de investigación, ha dirigido varias tesis (de licenciatura, maestría, doctorado) y sus sustentantes han ido integrándose paulatinamente a la vida académica de la UNAM y de otras instituciones del país. Varios de ellos han publicado artículos y libros, así como han participado en el equipo editorial de publicaciones reconocidas como la revista Universidad de México.

Esta preocupación por la formación de académicos le lleva a participar de manera activa en los eventos organizados por los estudiantes de la UNAM y otras instituciones de carácter público y privado. Su palabra está siempre dispuesta a ser dicha en auditorios a los que asisten especialistas como en espacios de difusión para el público en general. Por eso, lo mismo se lo puede hallar dando una conferencia en alguna instalación del Instituto Politécnico Nacional que en la Fábrica de Artes y Oficios (FARO) de Oriente. Lo mismo sucede con sus artículos: se los puede hallar en revistas especializadas y de prestigio, en publicaciones periódicas de difusión de la UNAM, que realizan alumnos y estudiantes en general, de los medios de comunicación masiva, y en Internet.

Y es que para el Dr. Bolívar Echeverría, tanto la palabra hablada como la escrita resultan instrumentos eficaces de comunicación y discusión de sus propuestas teóricas. Por ejemplo, en la revista Universidad de México no sólo publica textos, sino que contó con una columna muy relevante, Ziranda, que sigue siendo consultada con avidez por especialistas y legos por su profundidad y estilo.

Su inquietud por la palabra no sólo le ha llevado a escribir libros, artículos y textos varios, a dictar conferencias o a impartir cursos, sino además a comprometerse con proyectos editoriales sumamente importantes para las Ciencias Sociales y las Humanidades, tanto en América Latina como en Europa. El Dr. Bolívar Echeverría Andrade ha formado parte del consejo editorial de las siguientes revistas: Pucuna (Quito, 1961-1964), Latinoamérica (Berlín, 1962-1967), Cuadernos Políticos (México, 1974-1989), Palos (México, 1980-1981), Economía Política (México, 1976-1985) y Ensayos (México, 1980-1988) y Theoría (México, desde 1991).

El conjunto de toda esta labor ha adquirido uno de los reconocimientos más importantes de nuestro país, pues posee el nivel III del Sistema Nacional de Investigadores.

Por todo ello, como lo han manifestado la Dra. Juliana González Valenzuela, Profesora Emérita de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; el Dr. Roger Bartra, Investigador Emérito del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM; el Dr. Alfredo López Austin, Investigador Emérito del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM; el Dr. Adolfo Sánchez Vázquez, Profesor Emérito de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; y más de cien firmas de profesores y alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras y de otras facultades e institutos de nuestra universidad, el Dr. Bolívar Echeverría Andrade merece la máxima distinción que la Universidad Nacional Autónoma de México puede ofrecer a un profesor.

La merece porque el Dr. Bolívar Echeverría es un profesor en toda la extensión de la palabra. En él no cabe la distinción entre investigador y docente: se niega a que la docencia pueda realizarse sin investigación y a que la investigación carezca de la prueba del público académico. Procede, además, como lo exige aquella vena socrática con la que se fundó la filosofía: sin imponer dogmas y sugiriendo siempre reflexiones, para que preguntas y respuestas funden la razón de nuestra presencia en el mundo.