miércoles, abril 30, 2008

Otra vez, no a la privatización del petróleo

Oponerse a la privatización del petróleo, sea abierta o encubierta, con rango constitucional o simplemente reglamentario, no es mero capricho ni es producto de la ignorancia, como tanto insisten algunos comunicadores. En este país por experiencia se sabe que la distancia entre lo dicho y lo hecho es prácticamente insalvable cuando de políticos y empresarios se trata. Mal que le pese a cualquiera que se tenga memoria de los múltiples atracos arropados de promisorios futuros que ha padecido este país. Memoria sí. Es por eso que se desconfía de lo que dice Felipe Calderón y todos los defensores de la reforma petrolera. ¿Cómo no desconfiar si el mismo Calderón dio muestra palmaria del uso de recursos públicos para intereses privados en Banobras?, ¿se nos puede culpar de recordar que como su titular se autoprestó tres millones 100 mil pesos a mediados de julio de 2003?

Sin ánimo de eximir a Calderón, entre otras cosas porque no hay manera, su proceder en aquel entonces fue, digamos, estructural. Así es el capital y así es la iniciativa privada. El beneficio propio es su sino. Al capital no le interesa otra cosa que no sea el capital. Al dinero le interesa el dinero. Por eso desde antaño el ladrón y el comerciante son la versión más antigua que se conoce del Dr. Jekyll y Mr. Hyde: comparten un mismo cuerpo y pasan de la legalidad al delito en un santiamén.

Hay que recordar que en este país no ha habido un solo proceso exitoso de privatización: el Estado ha acabado siempre por imponer condiciones de privilegio a la iniciativa privada, cuando no ha tenido que recurrir obsequiosamente a su rescate. Así fue con las carreteras, los bancos, Telmex, Aeroméxico… La experiencia muestra que la iniciativa privada es tan fraudulenta y corrupta como lo es el Estado en manos del PRI. Oponerse a la privatización del petróleo en México es, por un lado, negarse a aceptar las “supuestas” bondades de la iniciativa privada, cuyos servicios en México son de los más caros del mundo y de los menos eficientes, pero por otro, es negarse a aceptar que la administración estatal corporativa y corrupta impuesta por el PRI en el país sea la correcta.

Que el PRI y el PAN compartan la idea de privatizar el petróleo resulta explicable por el mismo abrevadero que poseen: la corrupción y la ineficacia. Que el FAP encabece la oposición a esta medida también es explicable, no sólo por obstinación o por terca memoria nacionalista. Sin embargo, lo que importa en verdad, además de negarse a aceptar la privatización, es preguntarse qué hacer con la administración de PEMEX. ¿Cómo liberarle del lastre corporativo en que la sumió el PRI y que tan útil resulta para el PAN? Allí el FAP no parece tener respuesta… La izquierda ha de elaborar esta respuesta.

domingo, abril 27, 2008

Hender

Es ese tu nítido perfil el que ahora hiende mi afán. Su filo, tras cortar el aire, va tras los poros de mi piel, mis venas, el flujo de mi sangre. Por donde pasa mata. Tiempo ha que haces lo mismo. Como si no bastara el haber matado algo de mí la primera vez, regresas obsesionada al lugar del crimen. Es ese tu nítido perfil, que a fuerza de retorno, no deja rastro ni forma aceptable de mí. Al final del día, tu fuerza criminal ya no lastima, pues no da tiempo: cuando pienso en esto ya estás partiendo este corazón del que sólo quedan remedos y cicatrices merced de ese impulso que hace a tu nítido perfil hendir mi afán.

martes, abril 22, 2008

Espejos para el PAN

Con azoro escucho al líder del PAN. ¿Dónde quedó aquel político cuya mesura otorgaba cierta confianza en su decir? Desde la campaña presidencial, su actitud y discurso han subido de tono. La eficacia del argumento, si es que alguna vez la tuvo, sucumbe ahora ante el manoteo y la pontificación. Su enojo ahora es, además de notable, muy visible. Su diatriba contra López Obrador y el FAP es torpe. ¿Quién le ha dicho a Germán Martínez que la clave del diálogo es que se produzca entre quienes tienen ideas similares? Eso se llama soliloquio y es lo que sorprendentemente exige: “El PAN dialoga con quien está dispuesto a aceptar que PEMEX necesita cambiar; el PAN está dispuesto a dialogar con quien acepta que tiene ceder?”. Para Germán Martínez el diálogo sólo es posible dentro del soliloquio del PAN; lo contrario es necedad. Quien tiene que ceder son los otros, no el PAN. Pocas veces se ha visto tan reducido el significado del “diálogo”, que entre otras cosas supone la discrepancia. El totalitarismo anida en estas ideas disfrazadas de solemnidad democrática; el desdén se hace patente cuando el mundo se tiñe de maniqueísmos, como el que maneja Germán Martínez: por México (privatizar el petróleo), en contra de México (negarse a su privatización). ¿Habrá alguien que le recuerde a este individuo lo que significa la política y el diálogo? ¿Habrá alguien cercano que le instruya en lo más elemental: que la virtud del diálogo se da entre quienes discrepan? En épocas menos sabias que las de ahora, un ingeniero ensalzaba la discrepancia como esencia de la universidad: es decir, la diferencia como fundamento de la universalidad. En épocas más cercanas, reputadas como sabias, especialistas del gobierno ensalzan los soliloquios como fuente indiscutible de su saber y acierto. Propongo que inundemos la sede del PAN con espejos. Sus líderes serán felices al verse reproducidos al infinito y seguramente, con la inteligencia que les caracteriza, afirmarán que son la imagen misma de la democracia: pues se verán a sí mismos achaparrados, alargados, deformados, fielmente reflejados, y dirán con inspiración cuasi divina para sus adentros: "mira, soy yo que soy todos; todos estamos de acuerdo conmigo: nosotros tenemos la razón. Este país es tan democrático como lo indica mi imagen reflejada en estos cientos de espejos".

jueves, abril 17, 2008

Petróleo, petróleo

1. Lo que sorprende es que el FAP hubiese podido actuar de modo coordinado si se considera la crisis interna del PRD.
2. La medida de tomar tribunas ha resultado efectiva, no sólo para evitar la aprobación fastrack de la reforma energética, circunscrita al petróleo, sino para evidenciar la inutilidad misma del poder legislativo.
3. Inutilidad porque lejos de la “pureza” del debate legislativo, que tanto exaltan medios de comunicación masiva y senadores y diputados priistas y panistas (reconocidísimos fieles del logos), se ha puesto en evidencia que en el poder legislativo lo que se vive es una lucha atroz entre poderes económicos y sociales, en el que no cabe razón alguna. Una lucha que hoy hace de la "representación" popular un escarnio.
4. Al contrario de lo que señala un “comunicador”, no es el interés económico lo que mueve e la gente del FAP. Ese interés, por el contrario, se halla claramente del lado de los ínclitos senadores y diputados priistas y panistas. Hoy tan defensores de lo que han violado sistemáticamente, unos desde hace 70 años, otros desde hace 20.
5. Cierto es que vivimos en un golpe de Estado. No por las razones que aducen los detractores del FAP, sino porque el capital ha secuestrado al Estado desde hace tiempo. Lo que de una manera muy conciente intenta evitar el FAP es que ese golpe de Estado se consuma. En ese sentido, les asiste la razón.
6. Por eso no deja de ser paradójica la postura de la mayoría de los medios de comunicación masiva: ofrecen argumentos y legitimidad a ese golpe de Estado. De migajas autoritarias se puede vivir muy bien, particularmente cuando lo hacen "modernamente".
7. Independientemente de la opinión que varios senadores y diputados del FAP me merecen, en esta coyuntura política no se puede condenarlos por su actuar, que se inserta en la defensa de una mínima independencia para el país.
8. No a la reforma energética, sí a la transformación del Estado mexicano para que deje de verse a sí mismo como “dependiente pero con dignidad”.

viernes, abril 04, 2008

Escombros

Me gustan los escombros, los espacios derruidos. Concitan la certeza y la duda al mismo tiempo, e impiden cualquier respuesta afable. Quiero decir: al observar escombros se sabe que son restos de algo, pero no de qué ni mucho menos por qué dejo de ser lo que solía ser. Más que metáfora de mi vida y la de mi generación, encuentro en ellos la pregunta que la realidad me escupe una y otra vez al rostro: sabemos que algo fueron pero no lo que fueron ni por qué acabaron siendo el escombro que hoy son. Hay algo de cierto en esta recriminación: nos busco y sólo encuentro los escombros de nosotros.