miércoles, noviembre 19, 2008

Novedades de la sinrazón

La decisión de Encinas de renunciar a la secretaría general del PRD ha despertado reacciones interesantes. Ayer, Baluanzarán, el secretario de formación política del PRD, dijo con voz grave, seria, de acólito que ya se sueña obispo, que muy probablemente AMLO no dio permiso a Encinas para asumir el cargo. En su opinión, lo mejor hubiese sido que la aceptase. Lo mismo piensa, curiosamente, Dolores Padierna, que durante el conflicto electoral interno del partido, acusó a Belaunzarán de golpeador y vendido. Hoy ambos coinciden.

Es una maravilla esto de la política.

Tan lo es que integrantes de la corriente Izquierda Social no ven lo mismo: para Roberto López lo mejor hubiese sido que Encinas aceptara el cargo, mientras que Batres consideró correcto que no lo hiciera. Al final, el secretario de desarrollo social del gobierno capitalino cometió una pifia que lo exhibe a plenitud. Según La Jornada, afirmó que “El partido no lo hace el presidente ni el secretario, sino los simpatizantes, y el fallo del tribunal electoral sólo se refiere a esos cargos. Por fortuna, los magistrados no pueden influir más, pero desafortunadamente metieron la mano.” (Subrayado personal). ¿Qué tal? ¡Vivan los simpatizantes!, ¡adiós los militantes!

Que lo diga un destacado dirigente del PRD pone de manifiesto una triste realidad de ese partido: allí los que salen sobrando son sus militantes. Da lo mismo quién lo dirija como presidente o como secretario general. La decisión no les compete a sus integrantes sino a los externos: al TRIFE en un caso, a los simpatizantes en el otro.

No se ve cómo pueda el nuevo movimiento de Encinas rescatar al PRD, en primer lugar, porque según su decir, el problema es que una bola de malosos se enquistaron en la burocracia del partido (ergo: el partido ha de tener su burocracia, pero no contaminada por malosos), y en segundo, porque en el fondo, aunque sin ruptura, ni sus mismos dirigentes creen en ese partido que, por definición, debería estar formado por sus militantes antes que por sus inestables simpatizantes. Esto de ver en la propia fuerza pura carne de cañón es justamente la visión que puede ofrecer una burocracia.

Te digo, es una maravilla esto de la política.

martes, noviembre 18, 2008

Sin respuesta

No tengo respuesta. O mejor dicho, la tengo pero no suele agradar. Cuando me preguntan ese tipo de cosas lo que en realidad solicitan son puntos programáticos de acción, partiendo del supuesto de que dichas acciones deben ser de “envergadura”, “masivas” y “notorias”. Para eso no tengo respuesta. Yo hago lo que me parece necesario hacer. Que este hacer no incide en las cimas de la política ni en reflectores es otra cosa. Para quienes como tú eso exigen, yo no puedo ser interlocutor. Soy, como me dice mi tío, un renegado de la política, o en otras palabras, una promesa frustrada, como me lo repito yo ante el espejo. Un amigo dice no entender por qué no soy diputado; otra conocida suele espetarme que no comprende cómo es que me gusta derrochar inteligencia en lugares que no trascienden. ¿Qué te puedo decir? Los afanes de trascendencia no forman parte de mi equipaje.

He decidido compartirte una reflexión sobre lo que me preguntas. No pretendo agradarte ni convencerte, pero cruel se me hace dejarte el silencio como respuesta. Además escribo esto al vuelo del águila. Tiene seguramente contradicciones y lagunas, pero esto es lo único que puedo hacer, decir para que diciendo otros digan. Ya veremos qué sale. Tómalo como lo que es: un simple borrador que con el tiempo se llena de tachones, reestructuraciones parciales o completas…

Hace tiempo, Adolfo Gilly decía que había que empezar de nuevo. Yo creo que sí. Hay que comenzar de nuevo. Tengo la impresión de que la izquierda, si no quiere perecer en el simulacro de sí misma, ha de empezar de nuevo. El problema, obviamente, es por dónde empezar. Yo tengo la impresión que un buen punto de partida es rescatar el concepto mismo de izquierda; sacudirle todos los lastres, todos los fangos, todas las tergiversaciones que padece. Hay que hacerlo no sólo para combatir a la derecha, sino para evitar que los simulacros de izquierda la entierren en beneficio del capital.

Me desconcierta tantas adjetivaciones que se le cuelgan a la izquierda, y no sólo por sus adversarios, sino por los que dicen representarla: izquierda social, izquierda humanista, izquierda moderna, izquierda responsable, izquierda negociadora, izquierda conciliadora, izquierda radical, etcétera. Creo que todo esto es lo que en primera instancia hay que esclarecer.

Para ser tal, la izquierda es moderna. No puede no serlo; nació con la modernidad, es su producto, su hija. Pero hay que tener cuidado: es moderna en tanto que entiende los alcances de la revolución de las fuerzas productivas; no porque sea complaciente con el status quo propuesto por el capital. Es moderna porque sabe que las condiciones del sistema capitalista no son el fin de la historia. Es moderna porque exige más, mucho más, de lo que el capital está dispuesto a dar aunque tenga las posibilidades de dar más. Es moderna porque comprende que “exigir más” es, a fin de cuentas, superar al capital mismo, particularmente en todo lo que de aberrante, injusto y destructivo tiene.

La izquierda es, por definición, social. Entiende los riesgos y lo avieso que significa reducir lo social al status de mercancía. Está alerta y se esfuerza por no sucumbir ante los cantos de cisne teóricos que, por un lado, oponen individuo y sociedad, y por el otro, que parten del supuesto de “la mano oculta del mercado”. Lo suyo es una mejor sociedad; no la administración de sucedáneos eficaces para soportar la explotación. Para la izquierda, en un sistema de explotación, no hay armonía posible. Sabe que la explotación genera dos tipos de grupos sociales: lo que se benefician de ello y los que, con su trabajo, sostienen el beneficio de aquellos. La contradicción es insoslayable, no tiene punto de mediación que no sea una mera ficción. La izquierda lo sabe. La izquierda sabe que pese a todo lo dicho hasta hoy, sigue existiendo, acendrada, la división en clases sociales. Si es social es porque la izquierda piensa en un sistema en donde la explotación desaparezca, y por tanto, la sociedad se modifique a tal extremo que sea mejor para todos sus integrantes. En ello no hay negociación posible.

Ella es humanista. La izquierda piensa, tematiza, y lleva a su concreción los proyectos del humanismo. La izquierda no subsume el valor de uso al valor de cambio, y por tanto, hace de la dimensión humana, de la producción y el goce humanos, una plenitud que libera al hombre de la alienación al que lo somete el capital. Es humanista porque su lucha se dirige contra la escisión que en el capitalismo aparece como natural y evidente. La izquierda lucha por un humano completo, no escindido. No lo añora, porque en verdad nunca ha existido este hombre. La izquierda, con su crítica al capitalismo, lo ha inventado teóricamente; resta crearlo objetivamente.

Por eso, la izquierda es responsable. Es responsable para con el humano mismo. Para ella su deber es su razón de ser. Su coherencia reside precisamente en eso: en que está del lado de lo humano, de lo social, no del capital ni de la explotación. Lo suyo es la liberación y la igualdad, no la explotación ni desigualdad ni lo corporativo. Lo suyo es la radicalidad en cuanto a lo humano, no la mediocridad en cuanto al capital. Porque hasta en eso la izquierda se distingue de los que, convencidos de la necesidad de eliminar todas las contradicciones al menos en el imaginario, prefieren la moderación de la explotación, la moderación de la desigualdad, la moderación de la mercantilización de lo humano, la moderación del capitalismo, pero no su desaparición. Quienes proceden así, son mediocres hasta como capitalistas, hasta como sombras de la derecha. La vocación de la izquierda no es conciliar la contradicción, sino superarla. De eso se trata. Nada de esto es negociable. Es como la vida: se impone sobre la muerte, pero no hay negociación posible entre una y otra; no se puede estar “medio” vivo ni “medio” muerto.

Lo demás es pura condescendencia con el capital y con la derecha. Ser de izquierda supone todo esto y más. Es un modo de ser, es una forma de ver el mundo, es una militancia. Es ser un soldado de una guerra que existe pero que se niega. Es saber que se tiene adversarios inteligentes, coherentes, cabrones. Es amarrarse al mástil de la nave ante sus cantos, pero escucharlos, analizarlos, vencerlos. Es no tener pena por saber que en esta lucha han de existir los derrotados. Pero sobre todo, es saber que cada uno de nosotros, en el momento cotidiano, sufre y padece derrotas una y otra vez. Es mirarse y saberse no sólo tentado, sino incluso en más de una ocasión, incorporado por el capital. Es, por tanto, purificarse a uno mismo en un proceder estratégico que permita, a su vez, ir derrotando cotidianamente esa parte de nosotros mismos.

Ya.

viernes, noviembre 14, 2008

Mafia, mafia, siempre mafia

Con respecto a la decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, afirma López Orador: “voy a decir por ahora una sola cosa: ese tribunal electoral está controlado por la mafia de la política. Eso es lo único que voy a decir”. La declaración, con todo lo cierta que pueda ser, suena a berrinche, a enojo, a molestia. Lo que AMLO tendría que explicar es por qué una decisión justa tendría, necesariamente, que favorecer a Encinas. Porque el problema es que precisamente por el tono de su declaración, pareciera que justicia es equivalente a la venia del susodicho. Lo cual es lo que supone se halla en el fondo de aquella mafia que tanto combate: que toman decisiones acorde con su voluntad e interés particular.

Pero si esto es así, y si la raíz de una mafia está en tomar decisiones sin otra consideración que el interés particular, entonces habría que convenir que tanto en el “no” como la “oposición” también hay mafias. Y que AMLO es el capo de una de ellas. Pareciese que la oposición, real y verdadera, únicamente se halla de su lado, y que aquellas que dicen serlo pero que marcan distancia de sus planteamientos, tan sólo son comparsas de la “mafia de la política”.

Con esto no quiero decir que Nueva Izquierda, encabezada por los chuchos, sean oposición alguna. El pragmatismo e instinto acomodaticio de esta corriente perredista son proverbiales. Echaron mano a todo para quedarse con el partido. Actuaron efectivamente como una mafia, cuyo proceder, hay que decirlo, tampoco está ausente en las filas lopezobradoristas. Son en buena medida una pésima calca de la derecha. En el fondo, lo que sucede al interior del PRD puede ser visto como una disputa de mafias en torno a un tema redituable (por incorporable y económicamente compensatorio): la oposición.

Queda por ver si efectivamente AMLO fundará su nuevo partido. La reaparición de Bejarano con su movimiento nacional por la esperanza es un indicio claro, aunque es un pésimo augurio de las bases con las que contará el nuevo partido. Ciertamente en todas las corrientes, como en todos los partidos políticos, hay gente que importa, luchadora, honesta, convencida. Sin embargo, esas personas, no son regla ni toman decisiones dentro de las mafias de cualquier índole. Al contrario, languidecen en la terrible decisión de tener optar, siempre, por lo menos “pior”.

jueves, noviembre 06, 2008

Avionazo

Lo que me asombra, en verdad, es la reacción de la gente con que me he topado. Por todos lados especulaciones. Por todos lados la fuerte tentación de vincular lo sucedido con un atentado del narcotráfico. Me parece sintomático que sea la gente la que enarbola estas especulaciones. Es ella, la gente, y no el gobierno, la que elabora una interpretación del suceso que, a fin de cuentas, facilita la profundización de un régimen autoritario y policiaco. Quiero decir: nada impide que esta especulación se vuelva "realidad" y enarbolándola el gobierno ahonde un proceso de vigilancia y represión sin reparo alguno contra todo "sospechoso". ¿No habremos perdido ya?

Sea como fuere, el hecho de atribuir el avionetazo a un atentado del narco es, al mismo tiempo, otorgarle a la lucha contra el narco que emprendió el gobierno federal una relevancia que previo al accidente muchos se negaban a aceptar. Todo parecía indicar que esta supuesta lucha en verdad significaba simplemente un reacomodo de alianzas y fuerzas dentro del gobierno y los cárteles de la droga. Sin embargo, ahora, ante la especulación del avionetazo, esa lucha adquiere ya tintes titánicos, y le otorga una legitimidad de la que carecía en la generalidad de la opinión pública.

De aquí que tanto Mouriño como Santiago Vasconcelos se hayan convertido, en virtud de la especulación del avionetazo, en héroes nacionales de una lucha que en no pocas ocasiones el gobierno federal ha definido como una "guerra". Ahora México tiene sus héroes de guerra, y la especulación resulta significativa porque es la gente la que parece ansiar tales héroes.

Por otro lado, hasta ahora, el narcotráfico mexicano parece vivir todavía en una lógica pedestre. Sus atentados están encaminados a producir miedo, como sucedió en Morelia. Y cuando lo hacen, no parecen tener mucha técnica ni haber desarrollado estrategias muy elaboradas para realizarlos. Desde la perspectiva del atentado, el asunto del avionetazo requirió una elaboración muy complicada: tener acceso a la agenda de los funcionarios, tener itinerarios de vuelo, tener acceso a la avioneta para sabotearla (puesto que como lo dijo Granados Chapa, de haberse presentado un estallido en el aire los cuerpos y el fuselaje mismo del avión se habrían dispersado), etcétera. En cualquier caso, un atentado de esta índole, en caso de haber existido, me parece que trasciende al narco mismo. Habría entonces que buscar en otro lado. Lo cual en el fondo sería mucho más delicado.

Queda, por supuesto, el último camino. El del accidente. Lo cual no suena tan descabellado. Después de todo, en esta administración, si mal no recuerdo, se han dado tres accidentes parecidos. Es probable que tenga que ver con el tipo de adquisiciones que hace este gobierno. Cosa de ver, porque en realidad nada se sabe.

domingo, octubre 19, 2008

Asomarse a la Bitácora

Siempre me han llamado la atención los navegantes. Será porque les pienso locos antes que héroes; despistados que por mera necesidad de ubicación existencial surcan los mares, imaginando y fantaseando sobre lo que hay más allá de esa misteriosa e inalcanzable línea disuelta entre los azules del paraíso y el caos, que suele ser el horizonte. Esos locos fueron los que, en buena medida, hicieron que las “tierras hasta entonces conocidas” fueran insuficientes, porque cual cárceles, sus fronteras aprisionaban de mala gana la insatisfacción que, andando el tiempo, toda certeza produce.

Para los que nunca tuvimos la oportunidad de lanzarnos a esos mares misteriosos, cuna de monstruos y caos, de mitos y paraísos, sea por falta de agallas o por las mentadas circunstancias propias del mundo contemporáneo, nos queda el gozo de los apuntes que aquellos locos dejaron tras de sí, en sus cuadernos de bitácora, cuyo contenido son las notas sobre rumbo, velocidad, maniobras y demás “accidentes” de navegación. Sí, accidentes de navegación. Porque –¿acaso es necesario decirlo?– navegar es accidentarse una y otra vez para hallar el rumbo propio. Y aquí valdría la pena desechar de entrada concepciones negativas de “accidente”: después de todo nuestro continente entró al mundo “occidental” por un accidentado tropezón de un navegante testarudo, o si se prefiere, muchos de nosotros somos producto del accidente de pronóstico reservado que llamamos amor…

En la medida en que ayuda a subsanar nuestra incapacidad de ser navegantes, yo guardo reverente admiración a la bitácora, esa suerte de armario que esconde el secreto fundamental de toda navegación: la aguja de marear. Gracias a ella se puede saber hacía dónde está el norte, pero su virtud es que no obliga ni dicta ruta predeterminada, al menos no para los navegantes que son locos. Porque ir al norte no es necesariamente la mejor opción, aunque sea preciso saber dónde se halla. Miren ustedes a nuestro país: se mueve con mayor soltura e inteligencia hacia el sur, pero hay imbecilidades contumaces que lo prefieren a la deriva en su obstinada ruta hacia el norte. Por fortuna, el día de hoy, aunque sabemos dónde está el “norte”, nos asomamos a un cuaderno de bitácora que nos habla del y desde el oriente de la ciudad de México, que nos habla de la trascendencia de aventurarse por los caminos poco trillados, por los senderos que se inventan a cada paso, y no los “freeways” del norte, de los perfectos puntos cardinales dictados desde la costumbre y la conveniencia, desde el capital y la mercancía, desde el individualismo hipócrita que se piensa sin vínculo alguno con los demás.

Es, debo decirlo, un cuaderno un tanto sorprendente. Primero por su factura: recuerda en todo momento el vértigo de la marea repentina. Su diseño es un viaje microscópico que se completa en cada página. Si bien en algunas de ellas se repite el color, lo cierto es que su uso crea la ilusión de no encontrar una sola página que se repita. Quiero decir: es toda una experiencia visual, y con ese solo hecho bastaría para tenerla en cuenta, independientemente de sus contenidos textuales. La sucesión de fotografías retocadas o no, la constante ruptura de las “cajas” del texto, le dan un movimiento tan festivo que, lejos de la saturación y el mareo, seducen cual canto de sirena: una vez “percibido”, dan ganas de perderse en su interior, aun cuando de que se corra el riesgo de ser devorado; un riesgo, por lo demás, muy real.

Y es que, en efecto, a través de sus páginas, el lector de la revista del FARO de Oriente se siente devorado, mejor dicho, engullido por el remolino de “experiencias vitales” que inundan sus contenidos. Bitácora se abre con sucintas reflexiones de gente que ha vivido y crecido con el FARO. Lo interesante, al menos para mí, es esa constante que explícita o implícitamente atraviesa todo ese decir: lo valioso de aquella nave de locos es que crea un sentido de comunidad. Una comunidad que libera en tanto que ayuda a “no tener tanta mierda en la cabeza”, afirma Marcos Arón Bárcenas Velázquez; que hace posible la experiencia de la dignidad, lo que ayuda a superar los traumas de clase y la sensación de inferioridad, sostiene Raúl Hernández Pedraza; que ofrece sentido, aliviando el sinsentido, el caos, el tedio, y la pertinaz soledad con que el capitalismo obsequia a todas sus víctimas, particularmente a las marginales, reiteran a su modo tanto María Sánchez Gamiño como Ramona Vargas Sandoval.

Debo decir que me llama mucho la atención que casi ninguno de los que reflexionan en este número hablen sobre el país, la nación o la patria. Conceptos todos ellos tan a la moda que casi no se puede comer sin tenerlos en la punta de la lengua como condimento. Me pregunté una y otra vez la razón de esta ausencia, y tras meditabunda lectura llegué a la conclusión que todos esos conceptos resultan demasiado lejanos cuando no vacuos para quienes hallan en la comunidad el sentido más viable de existencia. Y yo creo que tienen razón: si alguna salvación existe, si alguna alternativa veo al capitalismo salvaje, es precisamente esa reconstrucción de los espacios propios de las comunidades. Lo demás es, por lo general, pura perorata que en el mejor de los casos da de comer debido a que son muy bien pagadas las miles de páginas que se llenan en aras del consumo mercantil. Aquí, en las páginas de este número de la revista Bitácora, no hay nada que aluda a esas ideas banales que con tanto entusiasmo sostienen algunos que se autoadscriben en “la izquierda”, como “globalización con rostro humano”, “globalización desde abajo”, etcétera, etcétera. Aquí, en estas páginas lo que prevalece es la idea de comunidad.

Aprovecho para aventurar una reflexión muy personal que probablemente no agrade al gobierno de esta ciudad. Sinceramente creo que es esta experiencia de la comunidad lo único en verdad exportable del FARO de Oriente. Esa es, en mi opinión, la dirección a la que apunta su aguja de marear. El modelo del FARO, con todo lo interesante que es, me parece imposible de exportar: cada comunidad ha de encontrar “su modo” para crear espacios, recordándolo sí, teniéndolo como referencia sí, pero sin imitarlo ciega e irreflexivamente. Proceder de este modo es asegurarse si no un fracaso, por lo menos sí un éxito muy pero muy discreto, como es evidente en el resto de faros que actualmente operan en la ciudad de México.

Porque la comunidad es el lugar preponderante en donde cada uno de nosotros se vuelve humano. Hay que leer lo que la gente del FARO dice y escribe en esta revista para comprenderlo. Sus reseñas de conciertos en el centro histórico de la ciudad de México, la explicación de los espacios que conforman las instalaciones del FARO, sus reflexiones sobre grupos musicales con propuesta y sobre el cine, versan todo el tiempo sobre esa circunstancia. Por ejemplo, lo que una de las maestras talleristas escribe:


“Nunca pensé, dice Marcela Navarro, después de trabajar en la iniciativa privada que me iba a encontrar un lugar de trabajo tan libre. Siempre que llegas a un lugar nuevo, te imaginas cómo serán tus jefes, o tus compañeros de trabajo, te visualizas detrás de un escritorio o dentro de un salón frío; esto en particular es lo que hace diferente al FARO, que logra que la gente encuentre lo que busca y hasta lo que no pensaría encontrar. Me volví parte de un sueño”.

En otras palabras, resulta que la experiencia de la comunidad es tan distinta y distante a los espacios y dinámicas de la iniciativa privada y del servicio público, que parece efectivamente un sueño, en el que prácticamente todo es posible, lo mismo modificar historias tradicionales como Pedro y el Lobo para convertirla en historia de conciliación entre “el hombre y su entorno, que es finalmente lo que necesitamos como sociedad”, escribe el artista plástico Luis Gabriel Vázquez Hernández, que “desordenar el orden que nos aprisiona”, como nos recuerda Ian al escribir sobre la historia de la radio en Francia.

Algo valioso ha de tener este sueño a juzgar por su capacidad de convocatoria. Quien conoce aquella nave que surca por los mares del oriente de la ciudad de México no puede dejar de sorprenderse por su enorme capacidad de convocatoria. Sus instalaciones casi siempre se hallan saturadas por gente de la zona y de lares muy lejanos. Sus eventos, sean del tipo que sean, parecen casi siempre hormigueros. A menudo el FARO nos obsequia algo ya poco frecuente en las instituciones académicas: los auditorios y espacios llenos, con gente entusiasta, siempre dispuesta a participar y con una pregunta rondándole la mirada. Lo mismo sucede en este número de Bitácora. En sus páginas pueden hallarse las reflexiones de Noemí Cadena, productora de televisión, cuya mirada sobre la televisión no comparto del todo; del fotógrafo Anotnio Turok, cuyas palabras sobre el sincretismo perceptible en el oriente de la ciudad son en verdad sugerentes; del artista cubano Mario Gallardo Muñoz, para el que la boina estilo Che sigue siendo bandera e insignia; del lingüista David Cristal, cuya preocupación por las diferentes lenguas que se hablan en la ciudad es la preocupación de muchos pero no del discurso hegemónico gubernamental; de la bailarina Cyntia Cerón, que habla desde ese mundo de la danza tan desprotegido por las políticas culturales gubernamentales; y del psicólogo social Juan Soto Ramírez, que desde la sutil diferencia entre metáfora y analogía, indica los derroteros, a veces compartidos, de la lucha libre y la lucha social.

Lo que me importa destacar es que a diferencia de lo que sucede en otras revistas, particularmente en las de carácter académico y en aquellas que se denominan a sí mismas “culturales”, en las que “lo popular” y “lo marginal” aparecen como invitado esporádico, pero sobre todo como “objeto” de estudio, en Bitácora “lo popular” y lo “comunitario” toman la palabra para decir sus miradas. Se trata, en el mejor sentido de la palabra, de un asalto. Cual prometeos del oriente, roban el fuego de la palabra del reputado inalcanzable cielo, para moldearlo a su antojo en una tierra carente de promesas pero muy llena de realidades extraordinarias. Lo mejor es que Bitácora muestra su consistencia al abrirse al diálogo persistente con aquellos que provienen de los circuitos culturales privilegiados en este país como la UNAM, Conaculta, San Carlos, La Esmeralda, la UAM, etcétera. Y soy de la opinión de que no lo hace como práctica esporádica o de revestimiento, sino como un “tú a tú” buscando construir algo diferente.

El resultado de este diálogo es de lo más curioso, puesto que hace pensar, o por lo menos a mí me lo hace pensar, en la aparición de nuevas miradas y nuevas mitologías, cuyo alcance ya no está en control de los que escriben, editan y publican esta revista. Por ejemplo, cuando acaricie a una mujer ¿cómo podré liberarme de ese poema escrito por Aleida SierraVelázquez, que dice:

Recorriste mi cuerpo con labios
prohibidos, viejos, usados.

Tu lengua paladeó mis senos,
mordiste mi piel como si fuera una fruta.

Anclaste en el sexo sin decir palabra,
me dejaste hablar sola,
amarte sin razón.

Me comiste los secretos
hasta llegar a mi
dolor.

En este sentido, el FARO contribuye de manera destacada a la creación y evidentemente la transformación social y cultural de esta ciudad, y muy probablemente, de otras latitudes. Por eso no tengo la menor duda que a partir de este número habrá más gente “externa” que querrá ser partícipe de este sueño convertido en revista. Me congratulo de ver que el FARO ha encontrado un sendero más que navegar.

Comencé esta intervención hablando de los navegantes, las bitácoras y las agujas de marear. Pues bien, para mí el FARO es desde su fundación una nave de locos. Lo sigue siendo pese a que actualmente los cantos de sirena de la fama les sigan el paso. Espero en verdad que ni los flashes ni los reconocimientos ni las notas de periódico ni los viajes les hagan perder piso. Por fortuna, hasta ahora siguen siendo una nave de locos. Y es precisamente por eso que el FARO me gusta. Para él, su tripulación, sus integrantes, tengo siempre una admirada reverencia. ¿Qué otra cosa puedo tener para ellos yo, que me muevo más por los senderos terrestres?, ¿qué otra cosa puedo ofrecerles cuando me siento visto desde un ojo muy parecido al sol que traza un colorido camino urbano en el que ser pata de perro ya no es ofensa, sino dimensión, talante; cuando esa mirada prefiere ver lo que ningún prócer quiso ver, según se desprende de una composición artística que ilustra la portada de este número? Ni más ni menos que mi admiración y mi agradecimiento por darme la oportunidad de acompañar los inicios de esta nueva aventura faresca. ¡Larga vida a los locos!


(Leído el 4 de septiembre de 2008)

miércoles, octubre 08, 2008

Apuntes para una semblanza de Bolívar Echeverría

Hay hombres cuya vida manifiesta las encrucijadas de su tiempo. El Dr. Bolívar Echeverría Andrade es uno de ellos. En él palpita de modo sorprendentemente armónico la triple vertiente de su formación vital y académica: la de sus primeros años de vida, en Ecuador; la de su juventud, transcurrida en Alemania; y la de su madurez, que ha vivido en México de manera permanente.

De la primera, obtuvo la experiencia cotidiana e inmediata de los avatares y consecuencias del colonialismo moderno y contemporáneo. De aquí, en buena medida, su inquietud y curiosidad por la historia colonial de Ecuador, y por extensión, de América Latina. Así mismo, de esta experiencia inmediata surge su afán por desentrañar los motivos y las razones por las que prevalece el colonialismo y el sometimiento de gran parte del mundo, y por comprender cómo pese a todo, aun en condiciones terribles de sometimiento, existen estrategias de vida que permiten resistir de diversa manera el colonialismo.

De la segunda, su aproximación y filiación al pensamiento crítico, particularmente a través de Karl Marx y de la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt. Pero esta aproximación inicial, que lleva en su razón de ser la impronta de la experiencia ecuatoriana, no es solamente de carácter teórico ni el producto exclusivo de estudios universitarios. Se da también de la mano de otro tipo de experiencia fundamental: la de su participación activa en las movilizaciones estudiantiles de los años 60 y las discusiones en torno a la descolonización que por aquellos años imperan en Europa y África.

También de aquel ambiente deriva su insaciable curiosidad universal. Su formación, a la vez erudita, crítica y universal, le negó las cómodas certezas del dogma y el fetichismo del signo que fuese, tan en boga por aquellos y estos años. En este sentido, se ha enriquecido con las mejores tendencias del pensamiento moderno e ilustrado.

Toda esta experiencia europea del Dr. Bolívar Echeverría concluyó con el título de Magíster artium en Filosofía por la Freie Universität Berlin en el crucial año de 1968.

De la tercera, adquiere la sensibilidad que le permite comprender el conflicto y la tensión permanente de las formas de organización social. El sorprendente crisol cultural que con sus múltiples ritmos, continuidades y discontinuidades se vive en México, le ofrece el escenario fundamental que posibilita la madurez de un pensamiento crítico sobre la realidad colonial del Tercer Mundo, particularmente de América Latina, y la exploración de las posibilidades de un mundo en el que la libertad sea real y no sólo formal; un mundo en el que la explotación capitalista no sea signo y sino; un mundo, en fin, que pueda vivir como hasta ahora no lo ha hecho, pese a sus potencialidades implícitas en este sentido.

El desarrollo académico maduro del Dr. Bolívar Echeverría se ha realizado fundamentalmente en el seno de la Universidad Nacional Autónoma de México. Esta institución le otorgó los títulos de Licenciado en Filosofía (1974) con la tesis Apuntes para un comentario de las tesis sobre Feuerbach; Maestro en Economía (1991) con la tesis Apunte crítico sobre los Esquemas de reproducción esbozados por K. Marx en El Capital; y Doctor en Filosofía (1995) con la tesis Lo barroco y la historia de la cultura.

Así mismo, en nuestra institución se ha desempeñado como docente por más de tres décadas, siendo desde 1988 Profesor Titular C de Tiempo Completo en la Facultad de Filosofía y Letras. Que su desempeño ha sido relevante, lo ha reconocido la misma UNAM al otorgarle el Premio Universidad Nacional en Docencia en el área de Ciencias Sociales en 1997.

En sus cursos el Dr. Bolívar Echeverría ha expuesto con el rigor que le caracteriza una sólida propuesta teórica para abordar la comprensión de lo que acontece en el mundo y en América Latina. Desde sus memorables seminarios sobre El Capital, impartidos en la Facultad de Economía, que posteriormente se convirtieron en Cátedras del Área de Economía Política de la misma facultad, hasta sus cursos y seminarios en la Facultad de Filosofía y Letras, el Dr. Bolívar Echeverría no ha cejado en su empeño por compartir una perspectiva teórica que, basada en Marx, la Teoría Crítica, y diversos pensadores “heterodoxos”, se yergue como insistentemente personal y que en más de un sentido renueva el pensamiento crítico latinoamericano y europeo.

Importa señalar que sus cursos y seminarios son el complemento de esa otra actividad que realiza de modo riguroso y brillante: la investigación. De modo general, puede afirmarse que son tres sus líneas preponderantes de investigación: la crítica del capitalismo, y como parte de ello, la renovación del pensamiento y discurso crítico; la reflexión sobre la modernidad; y el estudio de la filosofía de la cultura occidental, con su muy particular desarrollo en América Latina.

Siempre atento de las interpretaciones clásicas y contemporáneas que sobre la obra de Karl Marx existen en el viejo y nuevo mundo, el Dr. Bolívar Echeverría ha propuesto una original lectura de aquella realizando un esquema de interpretación personal que se centra, fundamentalmente, en la problematización del valor de uso y la valorización del valor. Así como Marx pensaba que el nervio central del capitalismo reside en la mercancía, de la misma forma el Dr. Bolívar Echeverría ha mostrado con acierto que uno de los nervios centrales y más ricos de la obra de aquél se encuentra en el hallazgo que hizo de la contradicción permanente entre la dinámica de la “forma social natural” de la vida social y la dinámica de la reproducción de su riqueza como “valorización del valor”.

Los resultados de esta línea de investigación se hallan en sus libros El discurso crítico de Marx (1986); Circulación capitalista y reproducción de la riqueza social. Apunte crítico sobre los esquemas de K. Marx (1994); y Valor de uso y utopía (1998). También es perceptible en el libro por él compilado La mirada del ángel. Sobre el concepto de la historia de Walter Benjamín (2005).

La relevancia de su propuesta ha sido reconocida por el filósofo alemán residente en México Stefan Gandler, quien dedicó sendo estudio a las miradas teóricas de Adolfo Sánchez Vázquez y de Bolívar Echeverría. Este estudio derivó en un libro publicado originalmente en alemán, con el título de Peripherer marxismus. Kritische theorie in Mexiko, y que ha sido traducido al español con el título: Marxismo crítico en México: Adolfo Sánchez Vázquez y Bolívar Echeverría, con un prólogo de Michael Löwy, por la prestigiosa editorial Fondo de Cultura Económica.

Si bien la propuesta interpretativa del Dr. Echeverría sobre la obra de Karl Marx ha significado por sí misma una renovación del discurso crítico desde América Latina, ésta se halla presente en todos sus trabajos, pero es particularmente notable su despliegue en los estudios que ha realizado sobre la modernidad. Sin poder agotar la riqueza de sus reflexiones en unos cuantos renglones, puede afirmarse que su hallazgo de un cuádruple ethos de la modernidad ha resultado de importancia decisiva en el todavía inconcluso debate modernidad-posmodernidad, y ha sido debatida lo mismo en nuestro continente que en Europa.

Mientras algunos teóricos afirman que la modernidad ha sido ya superada, y otros, por el contrario, que aún no llega a su cumplimiento cabal, el Dr. Bolívar Echeverría ha insistido en una interpretación cualitativamente diferente que no sólo se aleja del eurocentrismo prevalente en las dos primeras, sino que cuestiona la visión homogeneizante y totalizadora que existe sobre la modernidad al proponer una sutil e importante distinción entre ésta y capitalismo.

Esta distinción se basa en pensar la modernidad desde su clave económica. En este sentido, la propuesta del Dr. Echeverría consiste en entender el proceso de la modernidad como la consolidación indetenible del cambio tecnológico, lo que ha permitido al ser humano superar la escasez originaria en la que vivió desde su aparición en la tierra.

Pero ha planteado, así mismo, que esta modernidad, en su forma capitalista –que en estricto sentido tan sólo es una de sus formas histórico-concretas posibles–, es la que ha prevalecido en los últimos siglos, posibilitándose de esta manera la confusión entre modernidad y capitalismo, a tal grado que se los ve y piensa como si fuesen sinónimos. Nada más erróneo porque, tal y como se infiere de los trabajos del Dr. Echeverría, se pretende hacer pasar por sinónimos dos hechos distintos: la superación de la escasez originaria (que es lo propio a la modernidad) y la existencia de una escasez artificial (que es lo propio del capitalismo).

Reconociendo la hegemonía de esta modernidad capitalista, el Dr. Bolívar Echeverría ha hallado y estudiado con detenimiento cuatro formas de vivir dentro de esta modernidad capitalista, cuatro estrategias espontáneas y cotidianas de vivir la contradicción fundamental que constituye al capitalismo, a saber la que existe entre el valor de uso y la valorización del valor.

Estas estrategias son: la que propone el ethos realista, que asume efectivamente la imposibilidad de un mundo alternativo potenciando la valorización del valor y el desarrollo de las fuerzas productivas; la que propone el ethos romántico, que aun cuando hace lo mismo que el ethos realista lo hace como si en verdad estuviera actuando en favor del valor de uso; la que propone el ethos clásico, que vive esta contradicción como una necesidad trascendente que rebasa el margen de acción que corresponde a lo humano; y la que propone el ethos barroco, que pretende reconstruir lo concreto de la “forma natural” sacrificada planteando sus restos como de “segundo grado” de la valorización del valor. Cabe señalar que el Dr. Echeverría encuentra una supervivencia poderosa de este último ethos en América Latina pero sobre todo en México.

Esta línea de investigación ha sido desarrollada de modo sugerente en sus libros Las ilusiones de la modernidad (1995), La modernidad de lo barroco (1998), y Conversaciones sobre lo barroco (1993).

Los dos últimos libros citados también apuntalan su tercera línea de investigación sobre la filosofía de la cultura. En ella, el Dr. Bolívar Echeverría ha realizado un gran esfuerzo teórico que logra armonizar las distintas orientaciones y corrientes que se dedican a estudiar la dimensión cultural del ser humano. Su “clave explicativa” de la dimensión cultural se desarrolla en el libro Definición de la cultura (2001) y se pone a prueba en libros por él compilados, como el de Modernidad, mestizaje cultural y ethos barroco (1994), y el más reciente, Vuelta de siglo (2007), que le valió el Premio Libertador Simón Bolívar al pensamiento Crítico en 2007.

Entre otras cosas, su investigación sobre la filosofía de la cultura le ha llevado al hallazgo, recuperación, trascripción, edición y estudio de un texto del siglo XVII reputado como perdido pero sumamente valioso para los estudios coloniales latinoamericanos como lo es Destrucción del ídolo ¿Qué dirán? del P. Pedro de Mercado. Así mismo, dentro de esta línea de investigación se desarrolla su actual trabajo sobre el nacionalsocialismo y el ethos romántico.

Así, la propuesta teórica que ha realizado el Dr. Bolívar Echeverría Andrade sobre la filosofía de la cultura, aunada a la crítica del capitalismo, por un lado, y al hallazgo del cuádruple ethos moderno, por el otro, configuran una excepcional contribución al pensamiento en las Ciencias Sociales y las Humanidades. La articulación de sus tres líneas de investigación ofrece un “mirador” extraordinario que permite comprender la complejidad de la vida económica, social, cultural y la cultura política de América Latina desde América Latina. Por ello, sus planteamientos han sido recuperados lo mismo por literatos que historiadores, antropólogos que sociólogos, economistas que politólogos, líderes sociales e intelectuales de diversas regiones latinoamericanas, estadunidenses y europeas.

De esta manera, con los resultados de sus tres líneas de investigación –aristas complementarias de un solo “mirador” teórico–, el Dr. Bolívar Echeverría cumple de modo armónico el compromiso derivado de sus tres experiencias vitales y académicas. Pero por si ello fuese poco, el núcleo del mensaje resultante de sus contribuciones teóricas en general es por lo demás alentador.

Este mensaje puede formularse de la siguiente manera: en la medida en que dentro de la configuración histórico-concreta de la modernidad capitalista existen formas (los ethos romántico y clásico, pero sobre todo, el barroco) que se niegan a la homogeneización y totalización unificadora a la que aspira el ethos realista, la resistencia no sólo es posible sino evidente; es un hecho histórico tan real como lo es la misma hegemonía de la modernidad capitalista.

Esta resistencia es claramente perceptible, con toda su riqueza y complejidad, en el mundo cultural y la cultura política latinoamericana. En este sentido, según se desprende de los planteamientos del Dr. Bolívar Echeverría, América Latina, y destacadamente México, es el escenario más significativo y dramático de esta resistencia, según lo testimonia la poderosa y constante permanencia del ethos barroco.

Y si esto es así, es decir, si aun dentro de la modernidad capitalista imperante hay resistencias, no resulta del todo improbable la emergencia de una modernidad en verdad alternativa, cuyo fundamento y objetivo sea cualitativamente distinto al que propone e impone con violencia el capitalismo; una modernidad que deje de subsumir el valor de uso a la valorización del valor. Pensar y tematizar esta modernidad alternativa es para el Dr. Echeverría ya un modo de contribuir a su advenimiento. Podría objetarse que esto último es simplemente una utopía. Nada más erróneo porque, como lo demuestran los resultados de sus investigaciones, esta “aspiración” tiene un indiscutible fundamento histórico-concreto. En otras palabras, no se trata de una aspiración basada en un no lugar sino derivada de una posibilidad latente dentro de la propia modernidad.

Sin duda, este mensaje es de vital importancia ante la catástrofe sobre la que se levantan las loas a la globalización. La violencia generalizada del capitalismo que lo mismo trastoca el ambiente que desata guerras cada vez más crueles, aspirando siempre a una homogeneidad cultural, requiere formulaciones teóricas y prácticas que le pongan freno de una manera creativa e inesperada, flexible y no dogmática. Es aquí en donde se percibe con toda claridad la gran contribución del Dr. Bolívar Echeverría Andrade.

Como parte complementaria pero no menos importante de sus investigaciones, el Dr. Bolívar Echeverría ha dedicado sus esfuerzos a seleccionar y traducir una serie de estudios y textos que contribuyen destacadamente a la renovación del pensamiento crítico. Estas traducciones no pueden entenderse solamente como una actividad de difusión, sino como parte consustancial de la formación misma del pensamiento teórico del traductor. Las siguientes traducciones se han vuelto, también, fundamentales para las Ciencias Sociales y las Humanidades en general, y por ello han sido acogidas por editoriales de prestigio como ERA, Siglo XXI, Itaca, y La Casa de las Américas, entre otras: El capitalismo del desperdicio. El milagro económico norteamericano, de Adolf Kozlik (1968); Los intelectuales y la política (en colaboración con Carlos Castro) de Jean Paul Sarte (1968); Me-Ti, el libro de las mutaciones de Bertolt Brecht (1969); El socialismo que llegó del frío, de Jean Paul Sartre (1978); La mercancía, de Karl Marx (1979); La casa encantada (en colaboración con Ingrid Weikert), de Robert Musil (1981); La soberanía como procedimiento de Jürgen Habermans (1989); Sobre el concepto de historia de Walter Benjamín (2004); El autor como productor del mismo autor (2004); La tecnología del capital. Subsunción formal y subsunción real del trabajo al proceso de valorización. (Extractos del manuscrito 1861-1863 de Karl Marx (2005); y Estado autoritario de Max Horkheimer (2006).

Toda esta labor le ha valido el reconocimiento nacional e internacional, manifiesto en tres premios de gran envergadura, e invitaciones a impartir cursos o realizar estancias de investigación en prestigiosas instituciones académicas internacionales. En cuanto a lo primero, además de los premios anteriormente citados (el Premio Universidad Nacional en Docencia en Ciencias Sociales en 1997 y el Premio Libertador al Pensamiento Crítico en 2007), recibió el Premio Pio Jaramillo Alvarado (FLACSO-Ecuador) en 2004. En cuanto a lo segundo, instituciones como la Fundación Quito (1987), el Centro de Investigaciones y Estudios Sociales del Ecuador (CIESE, Quito, 1992), el Religionswissenschaftliches Institut (Freie Universität Berlin, 1993), el Centro de Estudios Economicos e Sociais (Universidad de Coimbra, 1996), la Universidad Andina “Simón Bolívar” (1995, 1999), la University of New York, “Fernand Braudel Center” (1998), el Lateinamerika Institut (Freie Universität Berlin, 2000), la University of Pittsburgh (2001), La Salle University of New Orleans (2001), el Kunsthochschule Braunschweig (2002), Harvard University (2004) y West Ontario University (2006).

Los reconocimientos, las publicaciones, las traducciones y la docencia, no agotan las energías vitales del Dr. Bolívar Echeverría Andrade. Su preocupación por la formación de académicos universitarios de alto nivel le ha llevado a coordinar sendos proyectos de investigación colectiva financiados por la Dirección General del Asuntos del Personal Académico de la UNAM. Por su relevancia vale destacar el de “Mestizaje cultural y la cultura barroca en América Latina” (1991-1994) y “La teoría de la cultura política y la vida política moderna en América Latina” (1994-1997). Como un reconocimiento más a la trascendencia de su labor, el rector de la UNAM Juan Ramón de la Fuente le nombró coordinador del Seminario Universitario “La modernidad: versiones y dimensiones”, que lleva trabajando desde 2005 a la fecha.

En estos proyectos de investigación y el seminario que actualmente coordina, se han formado y participado académicos de prestigio reconocidos por su labor en las más diversas áreas de nuestra institución como la Dra. Ana Barahona Echeverría, la Dra. María Alba Pastor Llaneza, la Mtra. Marta Lamas, la Mtra. Raquel Serur, el Dr. Carlos Aguirre Rojas, el Dr. Roger Bartra, el Dr. Ignacio Díaz de la Serna, el Dr. Antonio García de León, el Dr. Crecenciano Grave, el Dr. Jorge Juanes, el Dr. Ramón Peralta, el Dr. Ambrosio Velasco Gómez, y varios universitarios más.

A sus proyectos de investigación y a sus seminarios, a los coloquios que ha organizado como derivación de aquellos, han asistido como invitados pensadores relevantes contemporáneos como Carlos Monsiváis, Xavier Rubert de Ventós, y Eduardo Subirats, entre otros.

También, como parte de estos proyectos de investigación, ha dirigido varias tesis (de licenciatura, maestría, doctorado) y sus sustentantes han ido integrándose paulatinamente a la vida académica de la UNAM y de otras instituciones del país. Varios de ellos han publicado artículos y libros, así como han participado en el equipo editorial de publicaciones reconocidas como la revista Universidad de México.

Esta preocupación por la formación de académicos le lleva a participar de manera activa en los eventos organizados por los estudiantes de la UNAM y otras instituciones de carácter público y privado. Su palabra está siempre dispuesta a ser dicha en auditorios a los que asisten especialistas como en espacios de difusión para el público en general. Por eso, lo mismo se lo puede hallar dando una conferencia en alguna instalación del Instituto Politécnico Nacional que en la Fábrica de Artes y Oficios (FARO) de Oriente. Lo mismo sucede con sus artículos: se los puede hallar en revistas especializadas y de prestigio, en publicaciones periódicas de difusión de la UNAM, que realizan alumnos y estudiantes en general, de los medios de comunicación masiva, y en Internet.

Y es que para el Dr. Bolívar Echeverría, tanto la palabra hablada como la escrita resultan instrumentos eficaces de comunicación y discusión de sus propuestas teóricas. Por ejemplo, en la revista Universidad de México no sólo publica textos, sino que contó con una columna muy relevante, Ziranda, que sigue siendo consultada con avidez por especialistas y legos por su profundidad y estilo.

Su inquietud por la palabra no sólo le ha llevado a escribir libros, artículos y textos varios, a dictar conferencias o a impartir cursos, sino además a comprometerse con proyectos editoriales sumamente importantes para las Ciencias Sociales y las Humanidades, tanto en América Latina como en Europa. El Dr. Bolívar Echeverría Andrade ha formado parte del consejo editorial de las siguientes revistas: Pucuna (Quito, 1961-1964), Latinoamérica (Berlín, 1962-1967), Cuadernos Políticos (México, 1974-1989), Palos (México, 1980-1981), Economía Política (México, 1976-1985) y Ensayos (México, 1980-1988) y Theoría (México, desde 1991).

El conjunto de toda esta labor ha adquirido uno de los reconocimientos más importantes de nuestro país, pues posee el nivel III del Sistema Nacional de Investigadores.

Por todo ello, como lo han manifestado la Dra. Juliana González Valenzuela, Profesora Emérita de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; el Dr. Roger Bartra, Investigador Emérito del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM; el Dr. Alfredo López Austin, Investigador Emérito del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM; el Dr. Adolfo Sánchez Vázquez, Profesor Emérito de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; y más de cien firmas de profesores y alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras y de otras facultades e institutos de nuestra universidad, el Dr. Bolívar Echeverría Andrade merece la máxima distinción que la Universidad Nacional Autónoma de México puede ofrecer a un profesor.

La merece porque el Dr. Bolívar Echeverría es un profesor en toda la extensión de la palabra. En él no cabe la distinción entre investigador y docente: se niega a que la docencia pueda realizarse sin investigación y a que la investigación carezca de la prueba del público académico. Procede, además, como lo exige aquella vena socrática con la que se fundó la filosofía: sin imponer dogmas y sugiriendo siempre reflexiones, para que preguntas y respuestas funden la razón de nuestra presencia en el mundo.

domingo, agosto 31, 2008

Contra la inseguridad

Yo también clamo en contra de la inseguridad.

La inseguridad que genera un país capaz de reaccionar ante las presiones de los ricos pero ignora por completo los reclamos e inconformidades de los pobres.

La inseguridad que produce a millones de personas el desempleo y la crisis.

La inseguridad que hay en la felicidad de unos cuantos ricos que medran con el desempleo y la crisis.

La inseguridad de una inflación galopante sistemáticamente negada por un gobierno miope.

La inseguridad que genera la clase política de este país, tan inteligente como su talento para el vote pronto en los espejos del interés particular.

La inseguridad de quien hace de sus capacidades romas medida del país.

La inseguridad que los viejos y nuevos fascismos provocan con la bandera de la seguridad y la vigilancia.

La inseguridad que en forma de violencia física expresa la ineptitud de funcionarios y asesores.

La inseguridad que el discurso del miedo y el temor genera, promovido desde las altas esferas del gobierno y la mayoría de los medios de comunicación masiva.

La inseguridad que proviene del choque brutal entre la fantasía de unos cuantos y la realidad que muchos viven en el país.

Contra esa inseguridad me manifiesto, sin velas, sin cámaras, sin recursos.

viernes, agosto 15, 2008

Déjà vu

Padezco una suerte de déjà vu. Hace casi ocho años, la Dirección de Programas para la Juventud del gobierno de la ciudad de México organizó el seminario “La juventud en la ciudad de México. Diagnósticos, políticas, situaciones, retos y desafíos”, en el que participamos algunos de los que hoy estamos aquí.(1) Ahora, el Instituto de la Juventud del Distrito Federal, nos invita a este Congreso “Ciudad Joven” 2008, con el fin de hacer un diagnóstico y detectar los desafíos que enfrenta la juventud en la ciudad de México. Dan ganas de decir: “esto ya lo viví”.

No obstante, el déjà vu termina si se atiende las circunstancias de entonces y las actuales. Hace ocho años vivíamos, literalmente, en la euforia. Estaba llegando a su fin el periodo inicial del primer gobierno democrático de la ciudad de México, con su política de inusitado apoyo a los jóvenes. Hoy, por el contrario, padecemos la resaca y la zozobra de dos hechos preocupantes en cuanto a la juventud se refiere: la persecución y ataque a los emos en esta y otras ciudades del país y del mundo, y el caso News Devine, éste sí exclusivo de nuestra ciudad. Por si esto fuera poco, en aquel entonces el estado de ánimo generalizado era grosso modo optimista; se pensaba que existía la posibilidad de ganar la elección presidencial del año 2000. Hoy en cambio prevalece la idea de un agravio generalizado por las elecciones presidenciales del 2006: fraude o no, dejó un mal sabor de boca.

En fin, pese a que estamos aquí otra vez para hacer diagnósticos y vislumbrar los desafíos a los que se enfrenta la juventud de la ciudad de México, en realidad lo hacemos desde un contexto social y político muy distinto, lo cual necesariamente influye en lo que cada uno de nosotros ha de decir en esta mesa. Para mí el déjà vu inicial me hace recordar mi propia vejez (hace tiempo abandoné los atractivos linderos de la juventud), confrontándome con un yo menos optimista que hace ocho años; distanciado de las políticas gubernamentales locales; y eso sí, afortunadamente sin la necesidad de obviar mis desacuerdos en aras de la defensa de un proyecto más imaginario que real o de contener a los terribles, y “siempre externos”, adversarios de la democracia o de “la derecha”.

En lo personal me parece muy difícil hacer una valoración sobre lo sucedido en el ámbito de la juventud durante este lapso de casi ocho años. Por supuesto se puede discutir los contenidos de los programas institucionales que se desarrollan actualmente; incluso puede hacerse un concienzudo análisis cuantitativo de sus alcances, que es lo que suelen hacer todos los gobiernos, sean del signo que sean. Sin embargo, soy de la opinión que aún es poco el tiempo transcurrido para hacer una valoración cualitativa del impacto que las diversas políticas gubernamentales locales han tenido en la juventud de la ciudad de México. Quiero decir: quien en el 2000 tenía 15 años hoy tiene 23; en otras palabras, no ha pasado siquiera una generación completa que haya vivido bajo los beneficios y reparos de las políticas juveniles llevadas a cabo por los gobiernos perredistas de la ciudad de México.

Esta valoración resulta tanto más difícil cuanto que las políticas institucionales diseñadas y operadas por los gobiernos electos de la ciudad de México adolecen de discontinuidad cuando no de improvisación. Con Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Robles el impulso y apoyo a programas para la juventud fue notable (y notado). Durante aquellas gestiones, prolongación una de la otra, se creó la Dirección de Programas para la Juventud (1998), se promulgó la Ley de las y los jóvenes del DF (2000), y se alentó la presencia juvenil en los espacios públicos (los “ocupas”, por ejemplo, dejaron de ser vistos como vagos y los graffiteros como criminales). Se hizo mucho, sobre todo en comparación con las administraciones anteriores, para que en términos generales los jóvenes salieran de los estrechos límites del estigma y la culpabilidad, y del maltrato físico y moral correspondiente, con que se los trataba en décadas previas. Además se fundó el hoy internacionalmente conocido y laureado Faro de Oriente, que junto con otros espacios como el Circo Volador (1997) y el Foro Alicia (1995), demuestra que hay en verdad formas alternativas para hacer cultura para los jóvenes, no siempre en armonía –¡qué bueno!– con las instituciones gubernamentales locales.

Pero quizá lo más valioso de aquel periodo fue que la mirada institucional sobre los jóvenes se modificó a tal grado que los concibió como sujetos y no necesariamente como víctimas ni como criminales. En aquel entonces algunos sosteníamos que no había que preguntarse solamente lo que el gobierno podía hacer por los jóvenes sino lo que ellos podían hacer por el gobierno, por ellos mismos, por su entorno. Y nos llevamos muchas sorpresas. Fue entonces cuando la leyenda “los jóvenes no son el mañana sino el presente” se convirtió en bandera.

Después el asunto cambió. El gobierno de Andrés Manuel López Obrador avanzó por otros rumbos. Lo más destacable en lo referente a la juventud fue la creación de las preparatorias y la universidad de la ciudad de México (2001). Este hecho fue en verdad importante. Desde hacía mucho tiempo no se había visto que un gobierno asumiera de modo tan radical el proyecto educativo de su población, apegado a los principios de la educación pública, laica y gratuita. Está por verse si el modelo educativo de esas instituciones en verdad ofrece resultados alentadores, formando ciudadanos reflexivos y no mercaderes de la ignorancia especializada, como sucede en casi todas las instituciones educativas de este país, particularmente las privadas.

Sin embargo, durante el gobierno de López Obrador los jóvenes dejaron de tener el papel protagónico.(2) Incluso el Faro de Oriente tuvo sus dificultades para operar habida cuenta los proyectos políticos del entonces jefe de gobierno. Secretarios de gobierno actuales que se jactan del éxito del Faro de Oriente por aquellos años ni siquiera habíanse dignado a visitar sus instalaciones. Y es que los pobres y la tercera edad ocuparon un lugar tan fundamental que en no pocas ocasiones desmerecieron a los jóvenes, al género o las nuevas formas de convivencia social. Habría que recordar la negativa del entonces jefe de gobierno para apoyar las sociedades de convivencia, cuyo reconocimiento es hoy indiscutible en diversos territorios del país. Así mismo hay que recordar la oposición de la administración local de entonces a la creación del Instituto de la Juventud del DF, como lo mandataba la Ley de las y los jóvenes del DF, porque resultaba demasiado “oneroso”, y por tanto, en desacuerdo con la política de austeridad que “practicaba” el gobierno de la ciudad, según argumentó la entonces secretaria de Desarrollo Social, Raquel Sosa.(3)

Así, pues, la mirada que se posó sobre los jóvenes durante aquella gestión los definió como ejército al servicio de un proyecto político, como había sucedido ya antes dentro del PRD, precisamente bajo el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador: las “Brigadas del Sol” no fueron otra cosa que eso. Y como tal ejército agravó una falla que viene de lejos: seguir privilegiado el aspecto netamente urbano y preferentemente estudiantil de la juventud de la ciudad de México, como si en ella no hubiese campesinos ni indígenas ni obreros.(4) De hecho, resultó claro que esta “forma militar” vino a sustituir la desaparición de las organizaciones estudiantiles a raíz de 1968, con los recurrentes vicios por todos conocidos. Si vale como justificación, ha de decirse que no fue únicamente el gobierno de la ciudad de México el que procedió así: la efervescencia del mensaje joven y de lo juvenil (urbano y estudiantil) se apoderó de todos los partidos y de prácticamente todos los ámbitos sociales. No en balde tuvo sentido aquello del “hijo desobediente” del señor Calderón (perdón, pero me es imposible reconocerlo como presidente, en primer lugar, porque ejercí el maravilloso derecho de anular mi voto, y segundo, porque tanta seguridad y vigilancia evidencian su falta de legitimidad).

En la actual administración de la ciudad, justo es decirlo, ha resurgido cierta centralidad de los jóvenes en las políticas públicas. Digo “resurgimiento” no tanto porque los programas que beneficiaban de un modo u otro a los jóvenes hubiesen desaparecieron en la administración anterior, sino más bien porque el acento cambió de una administración a otra. Los programas actuales (jóvenes en riesgo, jóvenes en impulso, talento joven, creación joven, y empleo de verano) pretenden beneficiar a los jóvenes marginales, enfatizar sus procesos educativos, apoyar la creatividad y el talento que es posible hallar entre la juventud de la ciudad de México, y ofrecerles algunas alternativas laborales. En términos generales, estas líneas no parecen del todo inadecuadas. Sobre todo porque estos programas inciden en la difusión de los derechos juveniles, tan poco conocidos por los mismos interesados.

Sin embargo, es posible y deseable realizar críticas a las políticas juveniles actuales. Por un lado, es obvia su persistencia en aspectos urbanos y su énfasis en lo educativo-estudiantl, como si jóvenes campesinos, indígenas y obreros, que los hay, estuviesen en vías de extinción. El éxito “demasiado relativo” de los otros Faros, más parecidos a velas, en zonas todavía rurales de la ciudad de México, como Tláhuac o Milpa Alta, da cuenta de una diferencia que no es fácil afrontar pero urgente percibir. Esta experiencia debiera ser analizada, procesada y afrontada por el Instituto de la Juventud del DF.

Por otro lado, los actos más notados, que no notables, del Instituto de la Juventud del DF parecen menos inteligentes que los objetivos enarbolados por sus programas. Me refiero de manera particular a aquel asunto de las quinceañeras en el zócalo. Por supuesto que todos tienen derecho a festejar su cumpleaños, sin embargo, lo que sorprende es que un gobierno que se proclama de izquierda y laico pretenda afianzar dos cosas sumamente discutibles. Primero, una tradición cuyo significado no es del todo loable, pues sigue reforzando una visión de la mujer poco sensata (¿por qué y para qué habría que continuar “presentándolas” en sociedad?). Segundo, una innegable lógica “corporativa” que necesariamente va en contra de cualquier derecho ciudadano y juvenil. Hay algo repudiable en la declaración que el año pasado hizo el titular del Instituto de la Juventud del DF con motivo del primer evento de esta índole, según la cual las quinceañeras pasarían a formar parte de sus brigadas y que en julio serían parte del programa “impulso joven”.(5) Yo soy de la opinión que el lenguaje dice mucho más de lo que su usuario puede imaginarse. Con semejantes actos y declaraciones, uno se pregunta si no desmerecen los aciertos, que los hay por supuesto, de los programas que desarrolla ese instituto.

No pretendo alargarme en críticas. Quise mencionar las anteriores como mero ejemplo de algunas cosas que en mi opinión sería idóneo el instituto replanteara. Sin embargo, si de hacer evaluaciones se trata, la duda sobre la efectividad y el impacto de las políticas juveniles llevadas a cabo por los gobiernos perredistas está plenamente justificada. La reciente persecución de los emos y el caso News Devine demostraron, por un lado, que la promoción de los derechos juveniles y ciudadanos entre los jóvenes es ineficaz. La agresión a un modo de vida distinto siempre es signo del fracaso político (en el sentido aristotélico y profundo del término) de cualquier comunidad. Este es un punto sumamente negativo precisamente porque fue protagonizado por los propios jóvenes. Por otro lado, es innegable que la autoridad persiste en una visión estigmatizadora y banal que concibe a los jóvenes como delincuentes o en su defecto como víctimas. En buena medida por eso estamos aquí otra vez. Para decirle a la autoridad que los jóvenes son sujetos; ni víctimas ni delincuentes ni soldados al servicio de un proyecto político muy particular. Estamos aquí, también, para decirle a los jóvenes que, junto con el resto de los ciudadanos y habitantes de esta ciudad, son los responsables de la construcción de comunidades en las que valga la pena vivir.

Yo en lo personal estoy aquí para decirles que no festejo todo lo que hacen los jóvenes por el solo hecho de ser jóvenes ni tampoco justifico lo que con ellos hacen las autoridades ni lo que les hacemos los “maduros” ni los “viejos”. Quizá por ello me resulta un tanto complicado señalar cuáles son los desafíos que como jóvenes enfrentan y que de una u otra forma no enfrente el resto de la población de la ciudad de México, del país o del mundo. Se puede hablar de lo obvio y más evidente: la falta de educación, de empleo, la necesidad de una educación sexual, y un largo etcétera que no obstante lejos están de ser desafíos exclusivos de los jóvenes, particularmente en nuestro país, tan dado a las desigualdades, las jerarquías, las injusticias.

Más allá de eso, me parece que los jóvenes enfrentan el triunfo del capitalismo salvaje sin otra alternativa que sobrevivirlo. Al capitalismo se le sobrevive día a día, sin otro horizonte que la hora que transcurre. Su interiorización es tan sutil que sucede sin apenas darnos cuenta. Por supuesto el capitalismo salvaje tiene sus ventajas, y muy atractivas: la comunicación expedita de celulares e Internet está modificando de manera acelerada las formas de convivencia y los modos de entender la vida (lo mismo los valores que las relaciones sexuales). Así mismo, los procesos educativos, con su consabido monopolio del saber, se modifican vertiginosamente: la escuela ha dejado de ser el centro fundamental para el intercambio de valores, saberes y prácticas. Los medios de comunicación masiva, el intenso intercambio de experiencias virtuales y de conocimientos locales e incluso individuales (piénsese en todo lo que ha de saber un emo para ser un emo) están generando redes sociales muy distintas a las que conocíamos hasta la década de los 90. Curiosamente este proceso actualiza de un modo peculiar a las comunidades aisladas, campesinas e indígenas. Sus saberes “tradicionales” comienzan a circular de un modo nunca antes visto. Basta entrar a You Tube para comprender lo que digo.

Se trata, en suma, de experiencias radicales y sumamente interesantes. Y esto, por supuesto, modifica el modo que los jóvenes viven su juventud y transforma de modo radical sus intereses.

Pero la interiorización del capitalismo salvaje tiene también sus enormes desventajas: lejos de domesticar la violencia o sublimarla, se vive con y en ella, como bomba de tiempo. El relativismo lo invade todo habida cuenta de la trascendencia que tiene la novedad para el consumo. Y lo que es peor: la concepción de una vida definida por la mercancía ha echado sus reales (no sólo entre los jóvenes evidentemente). El consumo se ha vuelto religión, y algo de él hay en todo lo que hacen los jóvenes. Las jerarquías de antaño se han vuelto más simples y aviesamente omnímodas: eres lo que tienes, independientemente de cómo lo obtienes. La pleitesía por la apariencia, incluso la democrática, es hoy también divisa cuasi religiosa: eres lo que aparentas, por eso cuida lo que aparentas. Todo eso redunda en una ruptura permanente y radical de los lazos que nos atan a los otros. Si el capitalismo ha triunfado en algo ha sido precisamente en eso: en lograr que el individuo se vea solamente en el espejo de las mercancías que aquilata. Por eso, la persecución a los emos resultó significativa: se les acusó de “no tener” filosofía de vida (¿les cae que alguien la tiene?) y de “robarse” las señas identitarias de otras mal llamadas “tribus” urbanas, todas las cuales por cierto no son otra cosa que mercancías…

Ante todo esto me parece que las políticas públicas juveniles del gobierno de la ciudad de México están desfasadas. Se sabe que entre la “realidad” y las políticas públicas media siempre una distancia insalvable: después de todo una es vida y otra norma; una es ser y otra deber ser; una es agitación, conflicto y cambio permanente, y otra es norma, orden y estabilidad. Pero hay que recordar, porque a veces se olvida, que quien siempre está a prueba son las políticas públicas, no la realidad. Por eso son las políticas públicas las que se someten a discusión. Dado que al parecer este gobierno ya abandonó por completo la idea de un sistema diferente al capitalismo y opta por subsanar sus aspectos menos amables, ha de mostrar que sus políticas son efectivas para paliar los abismos que el mismo sistema genera sin la mayor preocupación o pena. El Instituto de la Juventud del DF tiene por tanto un desafío considerable. Por lo menos en esta administración ha resurgido el interés por los jóvenes y su entorno. Hagamos votos porque encuentren el camino institucional correcto para incidir en los desafíos que enfrenta la juventud y esta ciudad.

(Leído el 7 de agosto de 2008)


(1) Vid. Elí Evangelista y Alejandra León, La Juventud en la Ciudad de México. Políticas, programas, retos y perspectivas, Gobierno del Distrito Federal, 2000. 236 págs.
(2) Alfredo Nateras, “Las políticas públicas de juventud en drogas, o lo que las instituciones dejaron” en revista Trabajo Social, núm. 7, julio 2003, UNAM, México, 2003.
(3) “Pide Sosa a diputados revalorar la creación del instituto de la juventud” en La Jornada, 4 de marzo de 2002, sección capital. http://www.jornada.unam.mx/2002/03/04/036n1cap.php?origen=capital.html
(4) Enrique Cuna Pérez y Laura Noemí Pérez Cristino, “Políticas gubernamentales dedicadas a la juventud en la ciudad de México. Una reflexión acerca de la acción de los gobiernos perredistas en la capital”, en El Cotidiano, enero-febrero, año/vol. 21, núm. 135, Universidad Autónoma Metropolitana-Azapotzalco, 2006. págs. 89-100
(5) “Celebra Marcelo Ebrard con quinceañeras en el zócalo”, en El sol de México, versión digital. http://www.oem.com.mx/elsoldemexico/notas/n257801.htm

viernes, julio 18, 2008

Señora

Estimada señora:

Ofrezco antes que todo una disculpa por estas líneas. Sorpresa ha de sentir usted de que le lleguen, siendo como soy un absoluto desconocido para usted. Pero la situación amerita que me tome hoy esta libertad, esperando que a usted no le sea del todo indiferente.

Los motivos por los cuáles me abstuve de escribirle antes, señora, son tan largos que no acabaría de enumerarlos en una cuartilla. Pero si de sinceridad se trata, debo decirle que usted siempre me parece más mito que realidad, más bandera que paisaje, más abstracción que concreción alguna. (O como diría un poeta mucho más inteligente que yo: su fulgor abstracto es inasible). Refractario como soy a los sentimentalismos de altura, nunca me dio por buscarle o hacerle llegar mi sincero servicio. Y es que tratándose de usted, señora, los sentimientos de la mayoría se hinchan de modo para mí incomprensible. Los símbolos con los que usted suele aparecer señora, a saber, ciertos colores y una melodía belicosa, las más de las veces me hacen bostezar. Sé que probablemente peco de sincero, pero lo soy con afán de que usted entienda quién le escribe.

Señora: creo que de tanto mito, tanta abstracción, tanto abanderamiento, tanto “fulgor inasible”, usted existe como mera nube lejana en los horizontes humanos. Sin embargo, muchos, casi demasiados, hablan en su nombre. Yo me pregunto señora si usted carece de voz propia. Porque si uno atiende a todo lo que de usted dicen, o en su defecto, lo que en nombre de usted dicen, pues parece que ha perdido el camino. Dicen que usted quiere tantas cosas, todas ellas tan contradictorias e imposible de conciliarlas, que uno piensa si en verdad sabe lo que quiere o si sus intérpretes son capaces de interpretar algo, cualquier cosa, de manera correcta. Por eso, señora, no me fío de quien dice interpretar su voluntad, pero tampoco de ese reiterado y prolongado silencio que nos obsequia. En suma señora mía, no creo le sorprenda un servidor confiese que usted resulta ser una total extraña, como tampoco puede sorprenderme que ahora usted frunza el seño leyendo estas torpes palabras.

Somos, en efecto señora, un par de extraños. Mas eso tiene sus ventajas. Me tomo la libertad de hablarle como se hace con un extraño: sin preocupación por susceptibilidades pero también sin ganas de convencer. Digamos que sólo deseo ocupar un poco de mi tiempo desperdiciando un poco del suyo.

Imagino que usted sabe perfectamente que ahora anda usted de moda. La traen para arriba y para abajo. El motivo señora es su sangre, esa sangre negra que corre por sus venas. Sangre que nosotros y otros muchos necesitan. Y es que ya sabe usted cómo es la humanidad: de que descubre algo, se obstina en usarlo hasta que desaparece por completo de la faz de la tierra. Esta necesidad es la que hace de su sangre un problema señora.

Algunos habitantes de este territorio que dicen es de usted, piensan que lo mejor es que su sangre sea extraída de modo más eficiente. Piensan que lo mejor es ir a profundidades insondables. Y para ello piensan que lo mejor es que otros traigan todo lo necesario para lograr aquel objetivo (otros extranjeros o nacionales, pero “otros”, es decir, los que tienen dinero, maquinaria, tecnología). No le pregunto señora si eso le duele, porque me imagino que sí. Eso de que la sangre de uno sea susceptible de explotación debe doler, y no sólo físicamente. Pero ellos dicen señora que lo hacen para engalanarla a usted, para llevarla a las marquesinas donde sólo se anuncian a las mejores reinas, con la altivez y joyas que son propias de toda realeza. Suena bien, señora. Aunque tengo mis dudas que la lividez de su cuerpo carente de sangre luzca de la mejor manera. Pero para eso, señora, existe el maquillaje. Al menos eso dicen.

Otros, por el contrario señora, piensan que la extracción de su sangre debe quedar en manos de propios y no de extraños, de instituciones y no de individuos. Coinciden en la necesidad equipos y mecanismos sofisticados para lograrlo. En cambio dudan si es necesario llegar a profundidades insondables. Piensan que todo es un asunto administrativo y de eficiencia. Sin duda coinciden en la idea de engalanarla a usted, pero desconfían que manos ajenas tengan esta misma intención. Por eso, con férrea posición, argumentan que su sangre es nuestra, de todos los que habitamos en su cuerpo, y que por tanto, quien debe extraer su sangre es una institución que represente a todos los que en su territorio vivimos.

Si le interesa saber, estoy más de acuerdo con los segundos que con los primeros. Pero estar “más de acuerdo” no es aceptar sin parar mientes. Porque difiero de ambos en una cosa sencilla señora: no estoy en absoluto de acuerdo que a usted se le vea, se le piense, y por tanto se actúe en consecuencia como si usted fuese un mero objeto explotable. Quiero decir, una posición y otra parten del mismo supuesto: que usted, que su sangre, es “explotable”. ¿Sabe señora? soy de la opinión que cuando el oprimido asume los términos de los que “oprimen”, ya está fundamentalmente derrotado. ¿Cómo oponerse con coherencia a los que desean la explotación de su sangre de manera privada y eficiente si lo que se pretende es también esa explotación, aunque institucional, estatal? Es decir señora que llevada al extremo no veo una diferencia cualitativa entre quienes la ven como un objeto explotable particular y los que la ven como un objeto explotable colectivo. Usted, de una forma u otra, su sangre al menos, sigue siendo un mero objeto para quienes abanderan la privatización de su explotación o para quienes proponen la “estatización” de su explotación.

Yo me pregunto señora si en las actuales circunstancias no sería conveniente salirse del lenguaje dominante. Porque aunque ganen, como creo lo van a hacer, los que se oponen a la privatización de la explotación de su sangre negra, en realidad no hacen sino retrasar una lenta imposición. De lo que estamos carentes señora, es de un lenguaje (con todo lo que ello implica) del no oprimido. Y si estamos carentes de ello, también obvia decir que estamos carentes de propuestas y soluciones que sean en verdad distintas a las que imponen los que todo lo piensan como mercancía y que asumen que la naturaleza y la “patria” están allí, a su disposición, para ser holladas y explotadas hasta su última gota de sangre. Todo de modo impune.

Bueno señora, creo que estas “líneas” ya son demasiadas, y lo que es peor, creo no sirven absolutamente para nada que no sea pasar el tiempo. Que le sea leve lo que viene, señora. Si acaso debo decirle que no me entusiasma la idea de verla engalanada de un modo o de otro.

Vale señora, sigamos como lo que somos: un par de desconocidos.

jueves, julio 10, 2008

Por Favor!

Ayer, en el radio, escuché a un funcionario local hablar de las nuevas medidas tomadas por el gobierno del DF con respecto a los jóvenes. Al concluir la entrevista me quedé en estado de súplica: uno espera que la capacidad de dicho funcionario para concretar proyectos sea infinitamente mayor que su talento para hilvanar balbuceos...

lunes, julio 07, 2008

Superlativo

¿Qué se hace con un gobierno de declaraciones superlativas como el del DF? Según su decir, prácticamente todos son los “más vulnerables”: los niños, las mujeres, los peatones, los jóvenes, los de la tercera edad. En otras palabras, la sociedad de la ciudad de México es un gigantesco monstruo con pies de barro, “sumamente” vulnerable y eterna víctima de unos cuantos seres aviesos que imponen su ley a cada momento. Amén de que, de ser cierto, no habría novedad en su decir, lo que llama la atención es que lejos de practicar una política con y hacia sujetos, desde el gobierno citadino se aplique una política superlativa que ata a sus supuestos beneficiarios a una vulnerabilidad permanente.

Allí está el caso del News Divine: en vez de tratar a los jóvenes como sujetos, se les trata como delincuentes, sino es que como víctimas de la maldad. En suma, si no se les criminaliza, se les banaliza, lo que no es precisamente mejor. Hay que atender la grabación que hoy se difundió: ¿por qué habría de llevarse la SSP a todos los jóvenes, culpándolos de antemano de algo?, ¿por qué reducirlos a carga (si no caben todos, revisen a algunos, tráiganse a los que quepan)?

El corolario de todo esto es, ahora, la expropiación del inmueble que ocupa “el antro” para establecer un “centro de atención” para jóvenes, del Instituto de Jóvenes del DF. Lo que los jóvenes necesitan no es solamente atención como víctimas o potenciales delincuentes, que los hay, sino como lo que todos ellos son: sujetos. Pero eso se olvida con frecuencia en loor de políticas clientelares de corte moralino. Y sospechosamente valida las exigencias de voces conservadoras que “culpan” a los padres por no estar pendientes de sus hijos. La mojigatería parece hoy ser bien vista en la “izquierda” electoral. Lo peor es que no creo se trate de estrategia o táctica alguna.

PD Por cierto, no veo por qué agradecer al secretario de Seguridad Pública por ofrecer la información necesaria para esclarecer el caso ¿qué no es esa su responsabilidad?

miércoles, julio 02, 2008

Mirad: un diálogo fantasmal

Y estaba yo, soportando las consecuencias de un dolor físico, cuando este fantasma apareció en las sombras de mi cuarto. Su vestimenta, su olor agrio, su espada, sus cuentas de vidrio, su cruz, me hicieron sentir escalofrío. Y fue entonces cuando su monólogo comenzó:

Mirad –me dijo–, mirad lo que sucede en vuestras tierras. Mirad cómo sois felices recordándonos. Mirad a vuestro presidente que propaga la nueva palabra divina de la democracia, la tolerancia y la unidad, mientras a sus espaldas golpean una y otra vez a esos indios mazahuas que reclaman por promesas incumplidas. Mirad que nosotros traíamos la espada antes que la cruz y vosotros traéis el tolete antes que el consenso. Aunque mirad bien, y hallaréis que nos diferenciamos en una cosa, además del tiempo: nosotros obramos según el designio de Dios, en la inteligencia y creencia de traer a esos pobres indios “civilización”. Vosotros actuáis convencidos de que lo mejor es la barbarie, sin el cobijo de la fe. Nosotros dijimos incluso en boca del jesuita preciso: “templar antes que castigar”. Vosotros parecéis decir: “castigar siempre sin templar”.

Después se quedó en silencio, supongo que orando.

viernes, junio 27, 2008

PRD

No creo en el PRD. Creer es una actitud que no se lleva bien con los partidos políticos. Ahora que si lo que importa es lo que pienso sobre el PRD, tampoco hay mucho que decir. Hace tiempo dejó de preocuparme, y lo más importante, dejó de ocuparme. Pero para satisfacer curiosidades, lo resumo: en el mejor de los casos, lo veo como una inicua organización socialdemócrata; en el peor, me lo represento como un gnomo sumiso a un troll priista.

Como todos

Soy como todos: propio del ser humano es el encuentro y el desencuentro. Y al igual que todos, hay algunos encuentros que agradezco y otros muchos que aborrezco; también hay desencuentros que me alivian y otros que me duelen profundamente. Lo que importa es que unos y otros se vuelven “puntos momentáneos” de un caminar que, sea como fuere, marcan. Yo no sería yo sin esos encuentros y todo ese cúmulo de desencuentros que me habitan. No hay misterio en lo que digo. Ya lo decía Octavio Paz, que no es santo de mi devoción: “Cada vida, desde que el hombre es hombre, podría definirse como el juego, no pocas veces cruel, de los encuentros y desencuentros”. Pues sí: series de “x” nos cruzan el alma.

martes, junio 24, 2008

Cadera

Del cielo caes, cual ángel expulsado, empuñando como arma un pedazo azul del orbe. La empuñas para destruir, a cada paso, confines paralelográmicos. No hay escudo que resista arma tan atemporal. Por eso, a cada paso, los cadáveres se multiplican, y en su yacer, parecen adorarte como yo rindo pleitesía a la curvatura del mundo.

sábado, junio 21, 2008

X

Yo sé que es absurdo, pero creo necesario defender ciertas letras. Sí, sí, letras. Por ejemplo, la X. No tanto por reivindicación identitaria (obvia decir que nuestro país carga esa letra como santo y seña), sino por lo que en ella se puede encontrar.

La X señala el blanco a destruir o el lugar de descubrimiento; también expresa el ninguneo. Pero para mí es el símbolo perfecto: el breve punto de encuentro, el punto de reunión, que es a la vez, siempre, el punto de partida, del distanciamiento.

Quizá no exista halago más profundo que éste: eres mi X; a partir de ti, aún en la distancia y evidencia de nunca más volverte a encontrar, te llevo como punto nodal de mi vida....

Insinuaciones urbanas

Por motivos laborales, durante mucho tiempo mi medio de transporte fue el automóvil, esa cómoda caja rodante que aísla de todo: el ruido, la gente, los olores. En un cambio de esos a los que estoy acostumbrado como “obrero intelectual”, ahora mi nuevo trabajo me obliga a desplazarme por metro de la ciudad de México. Aunque no nací en auto, y el metro fue parte cotidiana durante un tiempo de mi vida, regresar a sus andenes y vagones ha resultado toda una sorpresa después de un par de años de no frecuentarlos. Volver a percibir olores, muchos de ellos desagradables; escuchar ruidos, no pocos desquiciantes; mirar a la gente, demasiados cercanos a una belleza tan sui géneris que carecen de referencial estético, ha resultado de nueva cuenta toda una experiencia.

Lo curioso es que al igual que antaño, me asalta la sensación de que es posible esbozar el “alma” de la ciudad a partir de los gestos que se perciben en los usuarios del metro. Sí, en los gestos. Porque cuando se deja pasear la mirada por los rostros que inundan los vagones del metro, se va intuyendo y descubriendo la trama de esta ciudad. Hay rostros de cansancio, de tristeza, de angustia, de alegría, de amor, de pasión, de desesperada necesidad, de ofuscación, de indiferencia, de soledad, de solidaridad, de ingenuidad, de inocencia, de perversión, de locura, de cordura. Galería de gestos que hablan tanto o más de la ciudad que estadísticas, números, medias y modas, que las encuestas. Porque sucede, en efecto, que a veces las palabras y la objetividad del dato duro palidecen ante los rostros que se ofrecen cual álbum del alma citadina.

Pero de todos los rostros vistos, hubo un par que me sobrecogieron hace unos cuantos días. Se trataba de un padre y un hijo; el padre no mayor de los 45, el hijo no mayor de 10 años. El padre tenía piel curtida por el sol, que contrastaba poderosamente con la piel sonrosada de su regordete hijo. La vestimenta del padre denotaba una pobreza que arañaba los linderos de pobreza extrema: toda ella desgastada, y aunque podía observarse que se trataba de ropa de trabajo, su uso reciclado hasta lo imposible indicaba precisamente la dimensión de su pobreza. La ropa del hijo, menos desgastada, tampoco parecía indicar bonanza alguna, no obstante su gordura, muy característica del refresco que suple una dieta balanceada.

Ambos venían extremadamente sucios. El polvo que los cubría era de color verde, por lo que resultaba sencillo darse cuenta que se trataba de un albañil y su hijo que hacía las veces de aprendiz del oficio. Parecían dos pambazos verdes en vagones de metro naranja. Cada uno se deleitaba con unas papas fritas con demasiada salsa Valentina. Ambos se miraban las manos sucias con las que de manera delicada tomaban cada papa para llevársela a la boca. No había reglas de sanidad, ni siquiera la sospecha de que pudiese existir alguna enfermedad por falta de sanidad en las manos. Como si la piel curtida fuese simple reflejo de un estómago también curtido para resistir lo que sea. Había una total ausencia de aquel miedo que muchos tenemos a las infecciones estomacales, a las lombrices, a las solitarias enormes.

De pronto el hijo comentó algo al padre sobre las papas y las manos. Quizá porque sus uñas estaban cubiertas de una plasta verde. La mirada del padre, apenas unos momentos cansada y concentrada en las papas que tenía delante, se transformó de súbito: la ternura se posó en su retina. Abrazó a su hijo y algo le comentó en voz baja; el hijo sonrió y dio a su padre una de sus papas. Difícilmente podría describir con exactitud la sensación que me provocaron: un pequeño oso panda siendo abrazado por un oso Grizzly, ambos llenos de polvo verde, moviéndose por una ciudad inclemente.

Descendí del vagón del metro pensativo. Porque en la base de toda estadística, de toda opinión política, de todo desdén hacia esa masa ignorante del pueblo, se encuentran personas como éstas, con su muy particular modo de vivir y habitar los contextos generales que por todos lados les cruzan, les oprimen. Los índices de pobreza o de desarrollo humano, de competencia o eficiencia, no significan nada si se olvidan estos rostros, estos seres concretos que en medio de su desesperanza económica aún generan actos de cariño, de ternura. ¿Cómo explicar que mientras esos actos existan todavía se puede hablar de resistencia?

A estas personas no se les puede solicitar que solamente tengan “dignidad” en la pobreza, como lo hace esa muy “inteligente” campaña del Consejo de la Comunicación, Voz de las Empresas, que bajo el lema “¿Tienes valor o te vale?” ofrece resignación con dignidad. Ellos son el rostro y el alma de los fríos números de los que en nubes aisladas, no miran otra cosa que su propio reflejo en las ventanas. Los valores reales, como aquel acto de cariño, no son ni pueden ser mercancías recomendadas desde una medio de comunicación masiva como un bien a adquirir.

Como estos rostros hay muchos otros en los vagones del metro. No me canso de mirarlos, incluso hasta con cierta impudicia. Y es que al mirarlos me digo que tras toda teoría, tras cada posición política, tras cada peso que gasto, tras cada palabra dicha y callada, se encuentran estos millones de seres que sufren las inclemencias de un sistema que vive de mercantilizarlo todo: incluido el cuerpo, el agua, y dentro de poco el aire, e incluso los valores: ¿cuánto cuesta un poco de dignidad?, parece sugerir aquel anuncio del Consejo de la Comunicación.

Salgo del metro sintiendo una pena enorme, no por esos rostros, sino por mí. Acuñé para mí mismo el término de “obrero intelectual” para explicar mi condición de siempre segundón en asuntos intelectuales. Ahora me cuidaré de decirlo en voz alta: frente a aquel par de rostros me descubro demasiado lejano a la dimensión del obrero, y no precisamente por estar por encima, sino más bien al contrario. De todas formas una pregunta me hiere: ¿cómo hacerle para pensar y solucionar todo esto, esta pobreza, esta condena a sobrevivir? No estoy seguro, pero creo que no con líderes, sino con la gente. Habría que aguzar el oído para hallar salidas compartidas. El metro dice más de lo transporta.

miércoles, mayo 14, 2008

Reiteración

No Denisse, no es que la privatización nos dé miedo, a lo que le tenemos reparos es a la iniciativa privada, particularmente la mexicana y la que se vincula a los intereses petroleros del extranjero. Reparo le tenemos a Bush que hizo una guerra en virtud de intereses similares. Reparo le tenemos a quien, en funciones públicas, se autoprestó dinero para una “casita”, y que hoy pasa por ser el autor de la iniciativa en discusión.

No señor Germán, los que nos oponemos a la privatización no somos “falsos nacionalistas”. Para ello, habría que ser diestro en la hipocresía, como usted y su partido lo demuestran con creces. Usted, señor Germán, debiera dejar de lidiar con los fantasmas del 2006, y sacudirse ese decir autoritario de aspiraciones hegemónicas con que se expresa. Recuerde, señor Germán, que usted es presidente de un partido, no posible sucesor del Papa ni remedo de aquel hombre de bigotito de aciago recuerdo. No señor Germán, no somos “falsos nacionalistas”; somos plenamente conscientes del doble discurso que su partido maneja desde que llegó al poder. Mírese, señor Germán, en el espejo de Vicente Fox, y entenderá usted los motivos de nuestra oposición.

lunes, mayo 12, 2008

Para ti

La memoria, madre, es caprichosa: vuela libremente por los mares de la vida. Y así, volando, depara sorpresas. Mi sorpresa, madre, lleva tu nombre, se asocia a un reloj, y tiene una historia muy larga:

1.
Comienza con un suéter de color naranja, adornado con relojes de manecillas blancos en toda la parte frontal. Es un suéter que usabas con relativa frecuencia hace tiempo. En aquel entonces yo era un niño y con cierta insistencia te preguntaba por la hora que marcaban todos y cada uno de esos relojes que llevabas en el pecho y en el vientre. Sonriendo me decías la hora, pero sobre todo me enseñabas cómo leer la hora: que si la manecilla larga, que si la manecilla corta. Probablemente sea por eso que me gustan los relojes de manecillas: me da igual su diseño, lo que me me subyuga es el recuerdo.

2.
Sigue con las cosas que después aprendí con el reloj de manecillas. Resultó que el girar de esas manecillas indicaban un sentido. Ese aprendizaje no fue trivial madre. Menos rápido de lo que me hubiese gustado aprendí que del sentido dependían muchas cosas: lo mismo las ondas del agua que los pasos de la vida. Hubo un momento en que todo se llenó de sentido, o lo que fue más complicado, caí en la cuenta que a todo había que darle algún sentido.

Lo curioso madre es que en ese aprendizaje también apareció el matiz: en la escuela alguna maestra nos dijo que los quebrados eran fragmentos de un reloj: el primer cuarto era ese pedazo triangular que iba de las 12 a las 3; que dos cuartos ocupaban la mitad de un reloj: de 12 a 6 y así sucesivamente. Lo que en mi caso valió toda una revelación: resultaba que los conjuntos no eran unidades. Con el tiempo madre, lo del sentido se reveló muy complejo. Mírame ahora madre, historiando para desentrañar complejidades y descomponiendo unidades que sólo en apariencia lo son... (acá entre nos, puedo decirte que eso hacen los historiadores).

3.
Continúa la historia con esa vinculación íntima entre tú, el reloj y tu sonrisa que mi memoria elabora de manera arbitraria. Porque en efecto madre, al paso de los años, me encuentro que tu respuesta de entonces sobre los relojes de manecillas tan sólo fue un ejemplo de tu proceder como maestra. Y es que en esta memoria caprichosa, siempre me vienes a la mente dando clases. Quien te vio hacerlo sabe de lo que hablo.

Sólo hasta ahora, madre, cuando termino las clases sumamente agotado, puedo formular con bastante precisión lo que para ti significaba ser maestra. Según lo miro hoy para ti se trataba de algo más que mostrar una técnica u ofrecer un conocimiento: se trataba de compartir un saber. Y eso implicaba todo un conjunto de cosas que iban desde la puntualidad (porque no había que faltarle el respeto a tus alumnas) hasta la convivencia fraternal que de mujer a mujer establecías con tus alumnas. Todavía hasta hoy eres para ellas “la maestra”, la que les marcó con ese saber que pacientemente a lo largo de los años fue construyendo. Y de algún modo lo sigues siendo para mucha gente. ¿Hay madre algún sentido más claro de vida que ese? Eres la maestra que no requiere de salón de clase alguno porque lo tuyo se comparte en todo momento.

4.
Termina esta historia que te cuento madre con un reconocimiento fundamental: no te preguntes tanto de dónde sale esta vena magisterial que me forma. Una parte muy importante viene de ti. Ahora que recibo tarjetas de desconocidas que me califican muy gratuitamente de ángel (a mí, precisamente a mí, que me sé más diablo que ángel), me digo que lo poco o mucho que de acierto tengo en mi proceder magisterial viene de aquella sonrisa, de aquel suéter, y del descubrimiento de los relojes de manecillas blancos que en tu pecho y vientre me indicaban, sin yo saberlo entonces, que parte del sentido de mi vida habría de venir del respeto que hay en toda enseñanza y que la riqueza de toda enseñanza proviene del matiz que uno es capaz de reconocer en uno y en los demás.

5.
Por ti madre, por tu sonrisa, por tu saber, es que uno es en parte como es. Imagino que a estas alturas madre ya sabes que poco importa lo que la madre desea para su hijo; lo que importa en verdad es lo que el hijo alcanza a hacer con lo que la madre le otorgó. En esa valoración personal no puedo decir nada de mí, pero sí mucho de ti. Y por eso celebro que seas mi madre.

jueves, mayo 08, 2008

Para reír

Con más disciplina que ganas leo los periódicos. Pese a mi estado de ánimo, encuentro cosas que me hacer reír a carcajadas. Por ejemplo, una nota que aparece en el periódico El Universal, en su versión digital, referente al PRD y la propuesta de Cuauhtémoc Cárdenas de volver a realizar la elección de la dirigencia nacional de ese instituto político (8 de mayo de 2008).

Afirma la nota que Alejandro Encinas se niega a declinar a sus aspiraciones de dirigir el partido del sol azteca. Propone el diálogo entre todos los "actores políticos", entre ellos, dirigentes, candidatos y presidentes para lograr una salida de fondo "al problema que evidencia que el PRD ya cerró un ciclo de su vida política, ya agotó el modelo de vida trival".

La nota es una joya: primero, porque "todos los actores políticos" son fundamentalmente sus dirigentes, candidatos y presidentes, es decir, los que traen al partido en el desastre que ahora es. Como siempre, la militancia bien gracias. Segundo, porque lo "trival" además de inexistente, resulta sugerente: que el PRD se deje de ese modelo de vida trivial que le caracteriza es una idea que es necesario valorar en su justa dimensión. Aunque si Encinas se refería al "modelo de vida tribal", ¿cómo podría haberse agotado ese modelo si él mismo desea que dialoguen los representantes más conspicuos de las tribus para salir al paso del desastre que es el partido?

En fin, que el periódico depara muy buenos momentos.

miércoles, abril 30, 2008

Otra vez, no a la privatización del petróleo

Oponerse a la privatización del petróleo, sea abierta o encubierta, con rango constitucional o simplemente reglamentario, no es mero capricho ni es producto de la ignorancia, como tanto insisten algunos comunicadores. En este país por experiencia se sabe que la distancia entre lo dicho y lo hecho es prácticamente insalvable cuando de políticos y empresarios se trata. Mal que le pese a cualquiera que se tenga memoria de los múltiples atracos arropados de promisorios futuros que ha padecido este país. Memoria sí. Es por eso que se desconfía de lo que dice Felipe Calderón y todos los defensores de la reforma petrolera. ¿Cómo no desconfiar si el mismo Calderón dio muestra palmaria del uso de recursos públicos para intereses privados en Banobras?, ¿se nos puede culpar de recordar que como su titular se autoprestó tres millones 100 mil pesos a mediados de julio de 2003?

Sin ánimo de eximir a Calderón, entre otras cosas porque no hay manera, su proceder en aquel entonces fue, digamos, estructural. Así es el capital y así es la iniciativa privada. El beneficio propio es su sino. Al capital no le interesa otra cosa que no sea el capital. Al dinero le interesa el dinero. Por eso desde antaño el ladrón y el comerciante son la versión más antigua que se conoce del Dr. Jekyll y Mr. Hyde: comparten un mismo cuerpo y pasan de la legalidad al delito en un santiamén.

Hay que recordar que en este país no ha habido un solo proceso exitoso de privatización: el Estado ha acabado siempre por imponer condiciones de privilegio a la iniciativa privada, cuando no ha tenido que recurrir obsequiosamente a su rescate. Así fue con las carreteras, los bancos, Telmex, Aeroméxico… La experiencia muestra que la iniciativa privada es tan fraudulenta y corrupta como lo es el Estado en manos del PRI. Oponerse a la privatización del petróleo en México es, por un lado, negarse a aceptar las “supuestas” bondades de la iniciativa privada, cuyos servicios en México son de los más caros del mundo y de los menos eficientes, pero por otro, es negarse a aceptar que la administración estatal corporativa y corrupta impuesta por el PRI en el país sea la correcta.

Que el PRI y el PAN compartan la idea de privatizar el petróleo resulta explicable por el mismo abrevadero que poseen: la corrupción y la ineficacia. Que el FAP encabece la oposición a esta medida también es explicable, no sólo por obstinación o por terca memoria nacionalista. Sin embargo, lo que importa en verdad, además de negarse a aceptar la privatización, es preguntarse qué hacer con la administración de PEMEX. ¿Cómo liberarle del lastre corporativo en que la sumió el PRI y que tan útil resulta para el PAN? Allí el FAP no parece tener respuesta… La izquierda ha de elaborar esta respuesta.

domingo, abril 27, 2008

Hender

Es ese tu nítido perfil el que ahora hiende mi afán. Su filo, tras cortar el aire, va tras los poros de mi piel, mis venas, el flujo de mi sangre. Por donde pasa mata. Tiempo ha que haces lo mismo. Como si no bastara el haber matado algo de mí la primera vez, regresas obsesionada al lugar del crimen. Es ese tu nítido perfil, que a fuerza de retorno, no deja rastro ni forma aceptable de mí. Al final del día, tu fuerza criminal ya no lastima, pues no da tiempo: cuando pienso en esto ya estás partiendo este corazón del que sólo quedan remedos y cicatrices merced de ese impulso que hace a tu nítido perfil hendir mi afán.